El analistarado

Raúl Wiener

Horror. Cuando todo parecía felicidad, luego de haber conseguido que las cifras de las encuestas en Lima no sufran variaciones durante dos meses de insípida campaña, los titulares y las notas de opinión de los grandes medios han empezado a tocar alarma. No puede ser. Mientras estábamos ocupados en hacer que con la ayuda de Orión y la mafia del transporte, así como con un poco de agitación callejera para que se sienta cómo la “odian” a la alcaldesa, y los periodistas de mayor “poder”, subiendo a combis, cerros y otros escenarios para perseguir a Castañeda y seguirle la cuerda, nos descuidamos increíblemente de las provincias del interior del país, y lo peor, de aquellas que tienen proyectos mineros de los que depende la reactivación económica.

Correo dice, alarmado, a cuatro días de las elecciones, que son nada menos que siete regiones “en riesgo”. Otros opinan que son cuatro o cinco. En todo caso se trata de escenarios de inversión extractiva, en los que los candidatos favoritos son abiertos críticos de la actividad de las grandes empresas extranjeras enclavadas en su territorio y oscilan desde la exigencia de un nuevo trato con la minería hasta la oposición directa a determinadas inversiones. ¿Cómo puede haber ocurrido esto?

En verdad habrá que empezar a decir que los asustados de estos días, acaban de confirmar otra vez los dos rasgos básicos de su mirada del país: (a) que el Perú es Lima, y Lima es de la derecha, de ahí la concentración de la atención en la capital y la tolerancia con la que se ha asumido la carga de corrupción del candidato favorito y la participación de grupos mafiosos en la campaña, con tal de ganarle a la alcaldesa declarada el peor peligro, frente a cualquier otro peligro; (b) la idea que las regiones son minerales, gas o harina de pescado, y la grotesca simplificación que propone que los pobladores de las zonas mineras tienen que estar contentos con la empresas, que desde la mirada centralista nos parecen de lo más bien porque pagan impuestos y mantienen al Estado.

Ahora cuando estamos a punto de ver el primer éxito de la DBA en mucho tiempo, al imponer a Castañeda en Lima, sus mentores se espantan de que el resultado del domingo también venga con Santos en Cajamarca, Aduviri en Puno, Cueva en Moquegua, Cerrón en Junín y otros. Solución urgente, reclaman entonces, eliminen la regionalización; evitemos el riesgo de que los electores nos pongan en riesgo; escaleras para pobres en Lima por votar por el que roba pero hace obras, y palo para los pobres del interior que no se subordinan. Vaya democracia.

Obviamente, como dicen algunos análisis, somos un país escindido en el que hay tendencias y contratendencias, pobres hacia la izquierda y hacia la derecha. El sistema electoral solo traduce esos desencuentros. Hay que ser muy tarado para creer que estas realidades llegan del aire.

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