TV basura: soluciones lejanas

Rodrigo Montoya Rojas

El tema es grande y complejo, compromete a todos los medios de comunicación y está directamente asociado a la corrupción en la sociedad peruana.

El domingo 22 de febrero se produjo en Lima la anunciada marcha contra la TV basura. Luego del éxito de las movilizaciones anteriores de los jóvenes en Lima, parecía que un nuevo grito de protesta fermentaba en las redes pero, sorpresivamente, el Colegio de Periodistas organizó y presidió la protesta, con manifestantes de otros colegios profesionales y de diversos colectivos de religiosos y, ciertamente, de unos pocos grupos juveniles.

El sencillo y suave pedido de cumplimiento del horario familiar de 5 a 10 pm en el que los niños no encuentren los programas estrellas de la TV basura fue todo el esperado parto de los montes que se anunciaba. Sería importante que los núcleos de casi 40,000 jóvenes en las redes que prometieron su presencia expliquen por qué retrocedieron. Hubo, seguramente, temor, miedo y un ánimo de no comprometerse.

El tema de la TV basura es grande y complejo, compromete a todos los medios de comunicación y está directamente asociado al capítulo de la corrupción en la sociedad peruana. En el breve espacio de esta columna, intentaré presentar algunas ideas.

Uno. Basura es todo producto no deseado considerado como deshecho, escoria, que debe ser eliminado. Sería injusto hablar de basura solo en la TV, abunda también en los medios de comunicación escritos y radiales, y en el resto de la sociedad peruana de hoy. La canasta basura está abierta para depositar en ella los talk shows, los realities, los noticieros sangrientos, los programas del submundo de la farándula con sus chismes, sus ampays, cuernos y demás alcahueterías, los bodrios “paisana Jacinta” y “negro mama”, y un rubro otros que las lectoras y lectores quieran incluir.

Dos. Corresponde al fujimontesinismo la vergüenza de haber sido el mayor responsable de introducir en los medios de comunicación esto que ahora se califica como basura. La basura de los “realitis”, ampays, chismes y demás miserias de las doñas Laura Bozo y Magaly y de don Beto, provienen de esas canteras y tienen ahora nuevos seguidores.

Tres. Dicen los directos beneficiarios de la basura que el papel de la TV privada es solo de entretener, que para educar está el canal Siete que depende del Ministerio de Educación, y que la libertad de prensa es poco menos que sagrada. Informar sería una tarea menor, por eso, los noticieros son tan malos y solo se salva uno que otro especial presentado por algunos pequeños equipos de investigación.

Cuatro. A los dueños de empresas que quieren vender sus bienes y servicios les interesa presentarlos o anunciarlos en programas vistos por un elevado número de tele espectadores (“alto rating”). Como nos cuentan que la principal función de la televisión es entretener, se requiere de especialistas que investigan la realidad y descubran “lo que más le gusta al pueblo”. El razonamiento parece sencillo: como al pueblo le gustan los chismes, las calatas, las historias de cuernos, los cuerpos delineados y hermoseados con bisturíes, botox y decenas de inyecciones; el perreo como lenguaje musical de los cuerpos; y, también, todas las historias sórdidas de las páginas policiales, habría que darle al pueblo, precisamente, lo que le gusta, sin plantearse las preguntas por qué y para qué. La basura atrae y vende. Si vende, y bien, es simplemente bienvenida la basura por las ganancias que favorece.

Cinco. A los dueños de los canales privados de televisión les interesa por encima de todo ganar dinero, mucho dinero, con los costos más bajos y sin hacerse preguntas incómodas sobre los componentes de ética y de calidad que ofrecen en su programación. Son los dueños de los canales quienes aceptan los programas que les proponen y los que deciden qué presentar y qué no presentar. Son ellos y ellas lo que toleran, reproducen o producen la basura. Pero de ellos y ellas no se habla; tampoco ellos y ellas dicen una palabra sobre el tema.

Seis. Valdría la pena pensar en la esquizofrenia de por lo menos una parte de los grandes dueños de los canales privados de televisión. Por lo millonarios que son tienen los recursos para participar de lo que se llama la “alta cultura”: música clásica, ópera, ballet, exposiciones de pintura, teatro, y últimamente los espectáculos de la gastronomía. No es novedad que algunos de ellos y ellas viajen a ciudades de Estados Unidos y Europa para disfrutar de una ópera, por ejemplo. Pero, al mismo tiempo, en sus canales de televisión no hay, sino excepcionalmente, programas de esa alta cultura y sí muchísimas horas de TV basura. El diario El Trome, parte del Grupo El comercio, es el periódico de mayor tiraje en el país. Observen, lectoras y lectores, las páginas y páginas consagradas a los chismes de los llamados artistas de la farándula, a las sábanas de futbolistas y vedetes.

Siete. Como los problemas son muy complejos y están en juego el principio de la acumulación capitalista y la profunda separación entre el capitalismo y la ética, las soluciones son aún lejanas, muy lejanas. Cuando los beneficiarios de la TV basura y sus defensores en los medios de comunicación nos recomiendan cambiar de canal, apagar el televisor, no comprar el diario chicha grande o pequeño, y respetar la libertad de prensa que ellos entienden como libertad de empresa, en realidad se burlan de nosotros, nos tratan como a menores de edad y lo que quieren es que todo siga igual, que no cambie nada y que continúe la alta rentabilidad de su basura. Pasar los programas basura a un horario de 10 de la noche a las dos de la mañana, o a la madrugada, sería un cambio pequeño, positivo, pero una propuesta como esa ni por asomo toca el fondo del problema. Los dirigentes del Colegio de Periodistas debieran saberlo y tener la honradez de pedir algo más que ese pobrísimo cambio de horario.

http://diariouno.pe/columna/tv-basura-soluciones-lejanas/

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