¿Se puede confiar en los Estados Unidos?

Guillermo Giacosa

Es verdad que las relaciones de USA con Cuba están atravesando un descongelamiento sobre cuya duración y resultados resulta imposible hacer pronósticos. También es verdad que sería mezquino no alegrarse por la nueva situación. No es menos cierto, sin embargo, que las cosas podrían volver a fojas cero o empeorar para la isla y para el prestigio de la superpotencia.

Para la población cubana se trataría de prolongar una situación a la que ya están habituados y para USA sería ahondar la desconfianza y el desprestigio del que disfrutan desde hace largo tiempo y que aparentemente les importa muy poco.

Otros factores que a menudo no se consideran o al menos no se mencionan, son la absoluta falta de escrúpulos con la que se conducen las autoridades estadounidenses, la cooperación que reciben de sus aliados de la prensa a nivel global y la inmensa capacidad de corrupción de la que disponen sus grandes corporaciones, por no hablar de la capacidad de presión de sus embajadas.

Si a ello le sumamos la fragilidad moral e ideológica de muchos gobernantes del área veremos que el futuro no es tan rosa como quisiéramos que fuese. El entusiasmo en la Cumbre de Panamá por la unidad de criterios de Latinoamérica y el Caribe es un avance, pero no un avance consolidado en políticas internas de cada país que apunten a ese fin.

Perú, por ejemplo, padece poderes fácticos que mirarían con simpatía, propia de los bárbaros o de los cipayos, la intervención de los USA en un país hermano. Incluso algunos congresistas apoyan el retiro de su país de la Unasur que es un logro cuya historia se alimenta de casi dos siglos de injusticias y atropellos que han tenido a nuestros expoliadores como actores principales de nuestra postergación.

Por todo ello, afirmar que con América Latina no hay vuelta atrás es bello pero incierto. Pensar en un adversario como USA que amenazó con devolver a Irak a la Edad de Piedra y que poco a poco lo está consiguiendo, que usa los drones como aviones asesinos a fin de ultimar a cualquier persona que teóricamente tenga edad militar y que esté en algún lugar que sus paranoicos estrategas consideren sospechoso, que mandó a espiar a sus propios socios de las aventuras bélicas y económicas que salpican el planeta, que desestabilizó a la próspera Libia, que atacó a Siria, que lucha junto a la OTAN contra un conjunto de tribus llamadas Afganistán, que ha hecho del Medio Oriente un polvorín, que provocó un golpe de Estado en Ucrania y que, además, tiene más de mil bases militares distribuidas en todo el mundo, pensar, repito, que ese país, llamado Estados Unidos de América, que es, además de lo mencionado, el mayor consumidor de drogas prohibidas del orbe, el mayor fabricante, exportador y usuario de armas del planeta, puede ser un socio confiable, es una ilusión absurda.

Es verdad que nosotros nos conformaríamos con que no se metiera en nuestros asuntos internos, pero el problema es que ellos consideran como propio cualquier problema que afecte los intereses económicos de sus corporaciones o que frustre su rediseño del mundo sin importar cuál es el lugar del planeta en el que este hecho se produzca. Se comportan, infantil y destructivamente, como pueblo elegido y obrarán en consecuencia aun sabiendo que sus fuerzas, a pesar de ser muchas, no le alcanzan.

Pedirles que desistan de sus posturas imperiales es pedirles que transformen las estructuras más profundas de su propio imaginario y tengo la impresión que ni siquiera el posible fin de la vida en el planeta, alteraría sus planes. Cualesquiera que hayan sido los resultados de la Cumbre de Panamá, solo nos queda avanzar. Bajar la guardia equivale a un suicidio.

http://diariouno.pe/columna/se-puede-confiar-en-los-estados-unidos/

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