La erosión del poder

Jorge Bruce

Es habitual observar cómo detentar el poder erosiona a las personas. Desde Obama hasta Humala, se puede observar a simple vista cómo la intensidad, el estrés y los desafíos cotidianos de la lucha política al más alto nivel generan un desgaste físico y, sobre todo, psíquico. Pero nada erosiona más que la pérdida del poder. La paradoja reside en que el poder erosiona más cuando se va alejando.

El síndrome de abstinencia termina siendo más corrosivo que el de la intoxicación.

Lo peculiar de la situación actual en nuestro país es que en quién más se puede observar este efecto destructivo es menos en la persona del Presidente que en la de la Primera Dama. ¿Qué fue de esa figura radiante que iluminaba las páginas de diarios y revistas, flashes y cámaras de televisión? Primero se fue opacando y luego, conforme se complicaban las denuncias e investigaciones en su contra, fue desvaneciéndose.

La otrora omnipresente figura emblemática del Nacionalismo a la peruana, ha pasado a ser un fantasma sobre el cual se proyectan toda suerte de rumores y especulaciones. Esto no es consecuencia tan solo de una evolución personal. Un manejo personalista y desconectado de los trajines de la política, ha traído resultados desastrosos. La bancada se deshace como los filamentos del vilano y los propios vicepresidentes Chehade y Espinoza abandonan el barco, que se achica a ojos vistas hasta convertirse en una balsa de naufragio.

Así como se les reprocha a Zambrano y Cueva su falta de profesionalismo en la cancha, lo mismo debemos hacer con quiénes pretenden representarnos. No es suficiente, por supuesto, tener experiencia. Muchos políticos, como el actual alcalde de Lima, la tienen en abundancia. El asunto es para qué la van a usar y cuáles son sus prioridades. Las carencias de personalidad inevitablemente salen a flote cuando las papas queman. Entonces advertimos lo que era evidente desde el inicio.

El Presidente padece una alarmante incapacidad para enfrentar las diversas crisis que nos amenazan hoy: económica, política, moral. El carisma de su esposa se ha perdido entre las páginas de unas agendas entre infantiles e incriminadoras, además de unas compras suntuarias que la retratan como alguien extasiado en las galerías de un gran centro comercial. Lo cual en un país con una desigualdad tan feroz es devastador.

Sería inhumano alegrarse por su vía crucis. Pero sería idiota no aprender la lección como electores. Si ponemos a personas sin una fibra moral suficientemente sólida, sin un proyecto de sociedad coherente y sin la capacidad de conducir al país en épocas duras como las actuales, la historia volverá a repetirse. Toledo y su esposa fueron un aviso que no supimos escuchar. La frivolidad y el aventurerismo solo pueden terminar en el Poder Judicial.

Ahora Keiko Fujimori lidera las encuestas, pese a que, en lo esencial, anuncia que volverá el Gobierno de su padre, depurado de Montesinos. Otra vez estamos jugando con fuego. Quizás no estamos listos para tener un Gobierno a la altura de los inmensos desafíos que nos aguardan.

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