Perú: Poder y corrupción

Alberto Adrianzén

Desde hace unas semanas uno de los temas que hoy se debaten es la relación que existiría entre lo que muchos llaman el modelo o sistema o desarrollo económico y la corrupción. Dicho con otras palabras, si existe un modelo, a diferencia de otros, que permite y hasta propicie la corrupción.

Como era de esperarse, los campos sobre este tema ya se formaron. Para unos, es el llamado modelo neoliberal el causante de la corrupción, para otros son los modelos estatistas y centralizados, que limitan el desarrollo del mercado, los únicos que llevan a prácticas corruptas.

Sin embargo, la vida, como siempre, es decir lo que hoy sucede en la región, nos muestra otra realidad: que hay corrupción tanto en gobiernos de derecha como de izquierda.

Por ello, el tema de la corrupción nos debería llevar en cada caso a preguntarnos lo siguiente: quién o quiénes detentan el poder político y económico, cómo ese poder es administrado y a quién representa. En una economía donde existe libertad de mercado, pero donde el Estado, como diría Francisco Durand, ha sido capturado por los intereses privados y donde hay un sistema político informal y muchos de los políticos buscan principalmente enriquecerse, es altamente probable que la corrupción sea una práctica usual. Igual se puede decir de una economía que funciona bajo el control de un poder que es estatizado y centralizado por una burocracia o por un grupo político que no es fiscalizado ni rinde cuentas.

Y es que en realidad la corrupción no es solo un problema de pillos o de falta de reglas o de normas mal hechas o confusas como afirma, por ejemplo, Alfredo Bullard en un artículo publicado en El Comercio (El antisistema: 18/02/17). Las normas y las reglas, así como las instituciones, no son otra cosa que expresión de una determinada correlación de fuerzas. Es el poder político el que decide, en función de esa correlación, qué reglas y qué instituciones deben existir, y qué se vigila y se sanciona. Un ejemplo fue el New Deal de Franklin Roosevelt en EE.UU. luego de la crisis de los años treinta que impuso una serie de normas y que creó un conjunto de instituciones orientadas no solo a una mayor participación del Estado en la economía sino también a una mayor regulación de la economía capitalista a favor de los trabajadores y de las clases medias. Otro son las recientes medidas de Donald Trump, que está deshaciendo los tímidos controles que Obama le impuso al sistema financiero.

Por eso, las normas, las reglas y las instituciones nos conducen a un tema central que es la manera en la cual un grupo social ejerce el poder político y económico.

En el caso peruano, en esta última etapa, la corrupción ha estado asociada, por un lado, a una economía que se fundamentaba en que el Estado al ser incapaz de hacer tareas complejas y corrupto debía actuar como subsidiario del sector privado ya que éste es el motor del desarrollo. Para ello había que promover la libertad económica, privatizar el Estado, abrir nuestra economía, flexibilizar el mercado laboral y sumarnos al Consenso de Washington. Las consecuencias fueron un Estado más pequeño y débil en su capacidad de regulación, vigilancia, sanción y planificación, capturado por los intereses privados y una crisis del mundo del trabajo, en particular de los sindicatos, que redujo su capacidad de respuesta.

Y, por el otro lado, a un sistema político que perdía poder porque ese poder, finalmente, estaba en manos de los poderes fácticos, de los grupos económicos y de una tecnocracia que administra el Estado y que actúa como lobista de esos grupos privados al pasar del sector privado al público y viceversa. Ejemplo de ello son las innumerables adendas a los contratos entre el Estado y el sector privado y que terminan, casi siempre, favoreciendo a los segundos, como también ministros y asesores que transitan libremente de un lado y del otro.

En ese sentido, se equivoca Bullard cuando afirma que “nos hemos acostumbrado a vivir sin sistema”. El sistema existe y tiene como expresiones centrales hoy día la captura del Estado por los privados, los lobbies, la corrupción y el crecimiento de economías informales e ilegales; como también la existencia de partidos y ligados a lobbies, mafias y a sectores ilegales y de políticos que ejercen su poder como verdaderos “padrinos”.

http://larepublica.pe/impresa/opinion/850869-poder-y-corrupcion

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