Perú: La visita del demagogo

Pedro Salinas

Presumo que no voy a hacer muchos amigos con la columna de hoy. Pero a ver. Las cosas como son. El papa Francisco viene al Perú, y ya empiezan a escucharse comentarios ampulosos, hiperbólicos y alharaquientos. Sobre él y sobre el supuesto significado de su visita a Lima, Trujillo y Puerto Maldonado.

“Viene como un peregrino de paz, de justicia, de unidad”, ha dicho su huachafoso heraldo, Juan Luis Cipriani. Y no me vengan con que Jorge Bergoglio y el cardenal limeño tienen diferencias ideológicas o pertenecen a facciones distintas al interior de la iglesia católica, porque está claro que, si eso se infirió en algún momento, no es así.

Bergoglio coquetea con los sectores más ultras y carcas y conservadores del catolicismo desde el inicio de su pontificado. Los tiene a su lado en su grupo de reformistas vaticanos. Y no los sanciona, ni los expectora cuando los ampayan in fraganti. Miren, si no, el caso del cardenal y arzobispo de Ciudad de México, Norberto Rivera, uno de esos típicos reaccionarios y macartistas de sotana.

Rivera, amigo y protector del pederasta Marcial Maciel, fundador de la Legión de Cristo, se caracterizó por mantener una trayectoria signada por el encubrimiento de curas acusados de abusos sexuales a menores, y Francisco, nada. Lo ha mantenido en sus importantes cargos hasta el final. Hasta ahora, es decir. Pues el purpurado mexicano acaba de cumplir los setenta y cinco años de edad, momento en el que las autoridades católicas renuncian ante el Vaticano, y fíjense, ahí sigue Rivera, feliz de la vida. Porque el papa no le ha aceptado la dimisión.

Y ojo, que no estamos hablando de un curita equis. No nos engañemos. Estamos hablando del mexicano Norberto Rivera, una de las autoridades más polémicas y tradicionalistas del mundo católico. Estamos hablando del encovador y cómplice de Marcial Maciel, el mayor monstruo parido por la iglesia. Norberto Rivera, les cuento, defendió a Maciel como nadie. “Incluso después de que la Santa Sede invita a Maciel a retirarse a una vida de oración”, como recordó hace poco el exclérigo Alberto Athié en El País.

Pero a lo que iba. A este santo padre se le da trato de “reformador”, de “progresista”, y hasta de “revolucionario”, pero la verdad, fuera de ser un líder sonriente y carismático, dicharachero y de gestos efectistas, no ha hecho nada. Ningún cambio. Ninguna renovación. Ninguna mejora. Nada, ya lo dije.

Ya se va para el lustro, y el primer papa latinoamericano no ha logrado un solo triunfo contra la corrupción institucional. Ni contra la pederastia clerical, que ya ha hecho metástasis. Ni contra el desorden y la oscuridad financiera en el Instituto para las Obras de Religión (conocido vulgarmente como Banco Vaticano). Ni contra la estructura medieval. Ni contra la ortodoxia rígida e inflexible. La iglesia sigue siendo misógina. La iglesia sigue siendo homofóbica. La iglesia sigue prohibiéndole la comunión a los divorciados. Entre otras tantas cosas absurdas que no se han enmendado. Ni modificado. Ni ‘aggiornado’.

Seamos claros. Jorge Bergoglio, alias Francisco, es más de lo mismo que ha habido durante los últimos cuarenta años. Y Francisco, para más inri, representa el mismo conservadurismo con don de gentes que encarnó el polaco Wojtyla. Tal cual. Y no me digan que el problema tiene que ver con que la dinámica de la iglesia es paquidérmica, pero que Francisco sí tiene ganas de hacer las cosas distintas, porque no es cierto.

Por lo pronto, no se ha avanzado en cuanto a transparencia. Y mucho menos en lo que se refiere a una de las enfermedades más terribles de la historia del catolicismo: la pedofilia religiosa. Las historias de horror nos revientan en la cara y sin pausa. Y no me digan que exagero.

Luego de que el planeta entero se informase sobre los escándalos de Boston debido a la oscarizada película Spotlight, el cardenal Bernard Law, ocultador de los curas pederastas norteamericanos, sigue escondido en el Vaticano, gozando de inmunidad diplomática, y con el aval de Francisco. Rivera, ya lo vieron, es otro intocable protegido por el propio papa. Bergoglio, además, le concedió una “indulgencia plenaria” a los legionarios de Cristo (donde permanecen aun y sin castigo los principales compinches de Maciel). En Chile, donde el demagogo que viste de blanco estará días antes que en el Perú, designó obispo al sacerdote Juan Barros, nada menos que uno de los alcahuetes y compinches más connotados del depredador sexual Fernando Karadima. Y acá, ya conocen el caso. Luis Fernando Figari, el fundador del Sodalicio, goza de absoluta impunidad en Roma gracias al mismísimo sucesor de Pedro: el tal Francisco.

http://larepublica.pe/impresa/opinion/889219-la-visita-del-demagogo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*