Preguntas sobre mi país

César Hildebrandt

¿Este es el Perú?

¿Un pobre escrito de fiscal, un parte policial, un fallo judi­cial, un Congreso dominado por la corrupción, un jefe del Minis­terio Público que actúa como gánster, una resolución orde­nando la libertad de alias Se­ñora K dictada por un juez vis­tosamente semianalfabeto que dice varias veces “intervinió” aludiendo al pretérito perfecto simple del verbo intervenir?

¿El Perú es ese juez, que ne­gociaba cómo liberar a un viola­dor, huyendo por una frontera sin aduanas seguras y pidiendo asilo político en Madrid? ¿Es el inexistente ministro del Interior renunciando al cargo que no lle­gó a ocupar de verdad? ¿Es el Congreso que recibe a Chávarry como a uno de los suyos? ¿Es la Oficialía Mayor de ese Congreso engavetando el documento que, de llegar a tiempo a la Fiscalía, habría evitado la huida de Hinostroza Pariachi? ¿Es el juez arrebatado que termina copian­do hasta los errores del fiscal que se muere por hacerse céle­bre? ¿Es la jefa de un partido heredero de lo peor que nos ha pasado llorando de emoción por su anunciada libertad y salien­do, cual víctima, en la portada del diario más viejo del Perú? ¿Es el triunfo del garantismo al servicio del lavado de dinero?

¿Somos una banda o somos un país?

¿Dónde quedaron las ideas, los debates, las discusiones so­bre qué hacer y cómo hacer­lo, las apuestas por el futuro? ¿Dónde quedó la historia, dón­de las lecciones y los escarmien­tos? ¿Qué fue de lo que nos de­jaron los que pensaron el Perú no desde una comisaría sino desde sus ensayos y desde sus bibliotecas? ¿Seguiremos sien­do los huerfanitos de Riva Agüe­ro por derecha y de Mariátegui por izquierda?

La prensa se ha judicializado, se ha “fiscalizado”, se ha redu­cido al gueto policial. Todo un proceso de jibarización la ha empobrecido y vuelto calco y co­pia del amarillismo más palillo. Enséñale un expediente judicial a un periodista de hoy y salivará de puro apetito. Enséñale una acusación preliminar del Mi­nisterio Público y quizá llegue a excitarse. La investigación se ha reducido muchas veces a que un fiscal, cargado de intereses y apetitos, te cuente las primicias de su portafolio. El periodismo, en general, huye del periodismo y se proclama, de facto, ahijado de los tribunales, entenadito de la Fiscalía, sobrino nieto del le­gado de los Oidores. Sólo le falta escribir en papel sello quinto. Yo recuerdo, con cierta melancolía, la época en la que las investi­gaciones las hacíamos a pesar del cierrapuertas de los jueces controlados por Montesinos y del Ministerio Público atado al mandato de Blanca Nélida Colán o Miguel Aljovín.

La paradoja mayor es Brasil: Lava Jato, el “acontecimiento del siglo” en materia judicial y periodística, ha servido para que el neandertal Jair Bolsonaro esté a un paso de la presidencia. Barrieron con Odebrecht pero resulta que Bolsonaro, la encarnación de todo lo depravado que puede tener el empresariado de derechas, se va a hacer cargo. ¿No es lindo?

¿El Perú es el presidente Vizcarra rindiéndole homenaje al Señor de los Milagros, compitien­do así con Salaverry, Letona y Becerril, todos con cara de estar en trance místico y en conexión di­recta con el dios de las Cruzadas? A veces tengo ganas de ser judío.

El Perú no puede ser sólo esto. Hay un Perú negado -estoy segu­ro- que rabia entre los jóvenes, que late en las provincias, que se pronuncia apenas en algunos me­dios. Ese es el país del mañana, el que nos permite la esperanza. El Perú “oficial”, el permitido, el ortodoxo, el pasado por el cedazo de la prensa grande, el que permi­te la persistencia bacteriana del fujimorismo y sus surtidas bubas, ese Perú da, sencillamente, asco. Y aburre. Eso es: da asco y aburre.

Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 417, 19/10/2018 p. 11

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