Perú: Por el desagüe

César Hildebrandt

El arquitecto Frederick Cooper Llosa dice, con toda razón, que Lima necesita ser refundada. Lo que dice también es que esta es una ciudad imposible. Tiene razón. Hemos hecho una capital no viable. Pero lo que el distinguido arquitecto omite decir es que Lima es tan inverosímil como el país que representa.

¿Cuándo fue que nos embarcamos en este proyecto de construir una pesadilla tan perfecta? ¿Cuándo, en suma, nos fuimos por el desagüe?

Ensayo respuestas aproximativas:

Cuando abolimos la meritocracia y valió lo mismo ser ladrón que honesto, ser imbécil que inteligente.

Cuando destruimos la educación pública y le dejamos a gente como Acuña el derecho de fabricar profesionales de pacotilla y a gente como Castillo formar a los niños de las escuelas primarias.

Cuando lo grotesco nos fascinó, cuando nos enamoramos de la ignorancia, cuando permitimos que los truhanes nos rigieran.

Cuando la dignidad empezó a parecernos algo incómodo.

Cuando el carácter de lo complejo nos aburrió y optamos por el maniqueísmo y el recetario fácil.

Cuando dejamos de leer y nos dedicamos a ver televisión.

Alguna vez soñamos con ser europeos. Ahora nuestra meta es ser como los puertorriqueños y es por eso –entre otras muchas cosas– que RPP parece un karaoke.

Este es un país que sufrió doce años a Sendero Luminoso y su hemófilo sentido de la historia. Un marxista de cuarta categoría decidió que iba a suceder a Mao en la monarquía atrabiliaria del comunismo y destrozó medio Perú en ese empeño. Que este psicópata tenga hoy siglas adjuntas como el MOVADEF y simpatizantes apenas encubiertos como algunos congresistas del oficialismo cerronista, da una idea de lo poco que nos queremos.

Cuando Sendero cayó, encontramos un alivio sustitutorio: el fujimorismo. Fujimori fue la convalecencia maligna y, a la larga, la enfermedad recurrente. Si Guzmán batió el campo a su bestial manera, Fujimori terminó pudriendo el país que pudo haber salvado. Un apátrida del apocalipsis leninista fue cambiado por alguien que terminó postulando a un puesto en el senado japonés. Pasamos de Camboya a Manchukuo con la misma naturalidad con la que pasamos de la teocracia opresiva de los incas a la servidumbre colonial de los españoles.

Después del año 2000 pudimos sanar, pero no nos dio la gana. Un ADN pendenciero nos arrastró hacia el despilfarro sucesivo de los experimentos sociales de Toledo, García, Humala y aquel vértigo del abismo a partir de PPK y sus herederos. El lodo cundió en esos 20 años inútiles y la aprobación social de la suciedad alcanzó su cima con Alan García y su segundo gobierno de asaltantes. “Este hombre es un encantador de serpientes”, decían los que alababan su oratoria. Lo que dejaban claro es que para ser encantados por García había que tener mucho de serpiente.

No se suele decir que todas esas experiencias se dieron en el marco del neoliberalismo salvaje que impuso constitucionalmente la corrupción fujimorista. Eso es lo que la prensa calla y lo que las grandes empresas han ordenado archivar en todos sus cades.

Somos uno de los países más desiguales de América Latina. Tenemos el 75 % de la economía sumergida en la informalidad. La violencia enloquece nuestras vidas. La pobreza se ensaña con un tercio de la población. Y a pesar de eso, la prensa hegemónica sigue diciéndonos que no hay nada que cambiar y que toda propuesta renovadora debe ser mirada con sospecha y hostilidad.

El drama añadido es que Pedro Castillo, la salida de emergencia que vieron las mayorías el año pasado, ha resultado un fraude. No es sólo su extrema ignorancia, su manifiesta estupidez: es que su entorno de ladronzuelos ha acabado precozmente con este nuevo capítulo del desfallecimiento nacional. El colofón es que el Congreso, que podría sacarnos del estado catatónico en el que babeamos, es una opción fallida plagada de sabandijas. ¿No hay salida evidente? Pues no la hay.

Necesitamos a un González Prada y lo que tenemos es a Antauro Humala. Necesitamos un proyecto regenerativo y lo que nos ofrecen es a Porky y a Élmer Gruñón. Necesitaríamos a un Manuel Pardo y lo que se asoma es Pepe Luna. Estamos pagando con creces todo lo que dejamos de hacer y de pensar en estos últimos y largos años.

Fuimos concesivos con el crimen, generosos con el empezuñamiento de los partidos políticos, tolerantes con los saqueadores del Estado, desmemoriados y cobardes. El resultado es este país que, si no fuera el mío en cuyas tierras hoscas están enterrados mis más próximos esqueletos, me sería repugnante.

Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°603, del 16/09/2022  p12

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