LA AMAZONÍA EN EL 2019 Y EL 2020: BALANCE Y PERSPECTIVAS. DE UN MODELO EXTRACTIVO-MERCANTIL Y PRIMARIO EXPORTADOR A UNA BIOECONOMÍA DIVERSIFICADA Y SOSTENIBLE

Róger Rumrrill

En un mundo donde todo se mueve, empezando por la economía, la política, la geopolítica, la cultura y las comunicaciones en función y de acuerdo a los intereses hegemónicos, es imposible hacer un balance regional de la Amazonía Peruana del año 2019 y las perspectivas del año 2020 sin tomar en cuenta esos intereses multinacionales y sus impactos en la realidad global. Incluyendo lógicamente la Amazonía.

El escenario internacional en el año 2019 ha sido definido básicamente por dos fenómenos o procesos, entre otros. El primero de ellos la gran rebelión de pueblos y sociedades tanto en América Latina como en Europa y el resto del planeta, como expresión del profundo malestar que ocasiona la concentración obscena de la riqueza y cuya consecuencia es la mayor pobreza y desigualdad de las sociedades humanas del siglo XXI.

Chile, considerado el oasis y el mayor ejemplo del éxito del neoliberalismo, explotó y millones de chilenos hastiados de la corrupción y la ostentación de la riqueza mal habida obligaron a los guardianes y beneficiarios del sistema a cambios y modificaciones.

Uno de los mayores logros de esta gran rebelión social serán las elecciones del 26 de abril del 2020 para derogar la constitución de Pinochet (1973-1990), el origen jurídico y político de la concentración de la riqueza y de la injusticia, como es la Constitución fujimorista de 1993, la llave maestra de la corrupción y la captura del Estado por los poderes fácticos en el Perú.

La otra rebelión social está ocurriendo en Francia, donde una caudalosa movilización social que se inició el 2018 con “los chalecos amarillos”, a la que se han sumado otros sectores sociales, ha puesto en aprietos al gobierno de Emmanuel Macron, quién pretende una reforma del seguro social y jubilación que atenta contra los derechos de los trabajadores en favor del empresariado y del modelo neoliberal.

El segundo proceso está relacionado con el estancamiento económico a nivel global. De acuerdo a los economistas internacionales hay recesión en el terreno mercantil, pobre crecimiento, incremento de la deuda corporativa y también de los consumidores. Las cifras hablan al respecto con contundencia: el crecimiento de EEUU en el último trimestre de 2019 ha sido de un mediocre 2.1 por ciento; Canadá solo alcanzó el 1.7 por ciento; Japón no pasó el 1.5 por ciento y toda la Unión Europea apenas tocó el pobre porcentaje de 1.2 por ciento.

De acuerdo al Banco Mundial (BM), la China y la India, las dos potencias asiáticas, tendrán su peor crecimiento en 30 años. Las predicciones del BM estiman que el promedio de crecimiento de la economía mundial se estancará en el 2.5 por ciento.

Frente a este débil crecimiento, las deudas de las corporaciones alcanzan cifras estratosféricas: 8 billones de dólares, un 50 por ciento superior al período de recuperación del 2011. En suma, si a este estancamiento de la economía mundial le agregamos los efectos devastadores del cambio climático y el fracaso de la COP25, estamos de cara a un escenario de nuevas rebeliones sociales y políticas, a otra crisis del sistema capitalista que tendrá repercusiones de profundidad sísmica en la Amazonía.

La Amazonía en el año 2019

La cuenca amazónica fue noticia mundial en el año 2019. Más de 72 mil incendios arrasaron y convirtieron en cenizas más de 1 millón de hectáreas de bosques solo en Brasil. En Bolivia, en la región de la Chiquitanía, se convirtieron en humo centenares de miles de hectáreas de bosques.

El agro y la ganadería representan el 25 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) de Brasil, pero a un costo ambiental incalculable e invalorable. La producción ganadera fue de 206 millones de cabezas de ganado vacuno en el año 2019, mientras que la soya alcanzó en el mismo año 110 millones de toneladas. Brasil es el mayor productor mundial de carne y soya.

Para alcanzar esos volúmenes de producción se tuvieron que talar 35 millones de hectáreas de bosques para sembrar soya y tumbar 206 millones de hectáreas de bosque para criar las 206 millones de cabezas de ganado, porque se trata de un modelo de ganadería extensiva.

Pero Brasil no solo produce soya y ganado. También palma aceitera, caña de azúcar, café y otros cultivos, la mayoría de ellos en la Amazonía. A todo esto hay que sumar las decenas y centenares de proyectos mineros e hidroeléctricos que modifican radicalmente los ecosistemas fluviales y el sistema de vida rural y principalmente indígena. Uno de esos proyectos es Bello Monte que ha provocado un verdadero desastre en toda la cuenca del río Tapajós y en los pueblos indígenas que habitan esa región desde hace siglos.

La ganadería extensiva, los grandes monocultivos agrarios en manos de transnacionales como Cargill,Bunge, ADM y Monsanto, la instalación de los proyectos mineros e hidroeléctricos son parte de un modelo extractivo-mercantil y primario exportador que tiene impactos devastadores sobre la ecología amazónica y que el actual presidente de Brasil, Jair Bolsonario, racista, ultraderechista, negacionista del cambio climático, está llevando a los extremos, poniendo en riesgo la integridad de toda la cuenca amazónica.

Pero este mismo modelo extractivista y primario exportador está vigente en toda la cuenca amazónica y en los países que tienen soberanía sobre ella: Brasil, Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Guyana y Surinam.

En la Amazonía Peruana el sistema extractivo mercantil tiene una antigüedad colonial y su equivalente moderno y actual es el sistema primario exportador. Toda la economía amazónica, de bajísima producción y productividad, se sustenta en este modelo con un inmenso e irrecuperable costo ambiental: la ganadería extensiva, los monocultivos de palma aceitera, arroz y café, la minería aurífera legal e ilegal, la explotación hidrocarburífera y gasífera, la coca y el narcotráfico.

En mis múltiples viajes a todas las regiones amazónicas en el año 2019, Amazonas, Loreto, Madre de Dios, San Martín, Ucayali, he podido verificar sobre el terreno que los indicadores que más crecen-como hace una década-son principalmente la población, la desnutrición, la pobreza y el cada día mayor deterioro y empobrecimiento de los ecosistemas amazónicos: bosques, suelos, ríos, biomasa pesquera y la fauna silvestre.

A fines del 2019 asistí como expositor al Congreso de Educación Rural en la ciudad de Iquitos, Loreto, organizado por la UNESCO y la Dirección Regional de Educación Rural de Loreto (DREL). Las cifras que dieron y el análisis que hicieron los especialistas sobre la calidad de la educación rural en Loreto y el resto de la Amazonía, como consecuencia de maestros no titulados, niños anémicos, escasez o mala calidad de la infraestructura, falta de material educativo, distancia y lejanía de los centros educativos, modelo educativo que corresponde a un país monocultural, fue espeluznante.

También a fines del 2019 estuve en Pucallpa como expositor en el Congreso de la Superintendencia de Registros Públicos (SUNARP). En esa ocasión, denunciamos públicamente la escandalosa paralización de los programas de titulación de las tierras y territorios indígenas en la Amazonía, debido a la presión de las multinacionales extractivistas. Solo se ha titulado el 1 por ciento de las tierras y territorios indígenas en una década, poniendo en riesgo incluso la supervivencia de los pueblos indígenas que, sin tierra y territorio, pierden su lengua, su cultura, su identidad, sus medios de vida y se convierten en parias.

La Amazonía en el 20202: Luces y sombras

El escenario amazónico del 2020 está poblado de luces y sombras. Pero paradójicamente, las sombras pueden convertirse en luces en una suerte de juego dialéctico.

Las sombras que amenazan a la Amazonía son, por un lado, la crisis económica mundial, el fracaso de la COP25 e incluso el llamado European Green Deal, un acuerdo tomado por la Unión Europea para paliar y mitigar la frustración de la COP29, que plantea la neutralidad ambiental y hace oídos sordos a la justicia ambiental dejando las manos libres a sus grandes empresas extractivas en la Amazonía, con una visión colonial de hace 500 años. Esta vez, como señalaba el pensador anticolonial Franz Fanon, con la piel blanca colonial pero con la máscara verde del ambientalismo.

Tanto la crisis económica mundial como el éxito de la coalición de los fósiles (Brasil, EEUU, Australia, Rusia, Arabia Saudita, India y China) que han saboteado la COP25 y el Acuerdo de París, convierte a la Amazonía en el bocato di cardinale del extractivismo mundial y sus intereses hegemónicos para controlar el agua y la biodiversidad y otros recursos que son vitales para el capitalismo tardío del siglo XXI.

No hay que olvidar que el bosque amazónico es la mayor fábrica de agua dulce del planeta, que genera el 20 por ciento del oxígeno de la Tierra y produce también la tierra más fértil del mundo, la terra preta do indio, como se conoce en Brasil y Yana Allpa, en el Perú.

Sin embargo, una estrategia geopolítica, geoestrátégica e hidropolítica puede también convertir a la Amazonía en la última renta estratégica del Perú en el siglo XXI. Precisamente porque la Amazonía contiene los recursos fundamentales de la economía mundial en la segunda década del siglo XXI, tal como ya lo planteamos hace una década en mi libro La Amazonía Peruana. La última renta estratégica del Perú en el siglo XXI o la Tierra Prometida (PNUD-CONAM, Lima, junio de 2008).

Esta estrategia, este nuevo enfoque, la construcción de esta nueva Amazonía, depende fundamentalmente-como está pasando en Chile y en Francia-de una toma de conciencia de la sociedad amazónica en particular y peruana en general que obligue a repensar el destino de la Amazonía a las clases dominantes, a los poderes fácticos, a la república empresarial que ha capturado Estado peruano (Francisco Durand dixit) y sigue teniendo una visión colonial de la región amazónica, ni más ni menos que las clases ricas de la república aristocrática del oncenio de Augusto B. Leguía.

Esta alianza de partidos y movimientos democráticos que libere al Estado peruano de su cautiverio y cancele la colonialidad del poder, tal como planteó Aníbal Quijano, tendrá la fuerza social y política para iniciar los cambios y transformaciones que para la Amazonía y el Perú son cuestiones de vida o muerte.

Empezando por cambiar el modelo extractivo mercantil y primario exportador por una bioeconomía diversificada que utilice sosteniblemente y transforme el banco genético amazónico, uno de los mayores del planeta, pero amenazado por su uso irracional.

Para ello es necesario invertir en ciencia y tecnología, aprovechar todos los recursos tecnológicos de la quinta revolución industrial y, por supuesto, mejorar la calidad de la educación que, junto con la salud, son dos servicios que en la Amazonía están en una situación de emergencia.

El economista amazónico Róger Grández Ríos, cita una declaración del fundador del gigante Huawei, Ren Zhenngfei. “Si los países de la región pueden sacar mejor provecho de los recursos (materias primas) con la inteligencia artificial, generarían una enorme bonaza”. Es una de las posibilidades de la revolución tecnológica.

Con relación al bosque amazónico, sin duda una de las mayores fuentes de riqueza del Perú, el Dr. Ricardo Giesecke, ex Ministro del Ambiente, es de la idea que debe declararse una moratoria para evitar la tala ilegal y masiva, permitiendo su uso y transformación bajo condiciones técnicas muy rigurosas.

Es de perentoria necesidad y urgencia una reforma del aparato público regional. Su falta de capacidad y eficiencia se traduce en la baja inversión pública anual -condicionada también por el burocratismo y la centralización del todopoderoso Ministerio de Economía y Finanzas- y por ser una puerta abierta a la corrupción.

El actual sistema económico extractivo mercantil y primario exportador amazónico es inviable en el mediano y largo horizonte en términos económicos, sociales y ambientales. La catástrofe social y económica que provocó el fin del ciclo cauchero en la primera década del siglo XX y la implosión económica y social que originó la crisis de la renta petrolera sobre todo en Loreto recientemente son señales y pruebas irrebatibles de que hay construir un nuevo modelo económico y cancelar definitivamente el extractivismo primario exportador, el rentismo y el cortoplacismo que han marcado trágicamente la historia amazónica.

Ha llegado el momento de que la Amazonía se convierta en el espacio geopolítico, geoestratégico e hidropolítico del Perú en el siglo XXI.

Agradecemos a Róger Rumrrill el permitirnos compartir sus valiosas reflexiones con nuestras y nuestros lectores.

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