Educación superior, cada vez más negocio y farsa

Francisco Eguiguren

La reciente evaluación de maestros, postulantes para ser contratados por el Estado, ha tenido -como se temía- un resultado deplorable: la inmensa mayoría fue desaprobada. Asumiendo que la prueba haya sido adecuada y razonable, y que cada postulante puso el mejor esfuerzo a su alcance, cabría concluir que la formación que reciben los futuros maestros, dotados con título a nombre de la Nación, es pésima, siendo esta la principal responsable de su bajo nivel académico y profesional. Algo no muy distinto sucede en buena parte de nuestra actual educación superior. Basta ver la abundante publicidad en estos meses, de admisión en centros superiores, donde puede constatarse que siguen surgiendo nuevas ‘universidades’ y que proliferan las filiales de otras por todo el país.

Mis 25 años de docencia en una prestigiosa universidad me han enseñado que, además de una buena organización e infraestructura, lo decisivo para que una universidad sea seria es su planta docente, sus planes de estudio y la calidad de sus alumnos. Hasta hace poco tiempo, las universidades eran entidades sin fines de lucro, pero el fujimorismo estableció que puedan existir universidades privadas con fines lucrativos. Si bien hay algunas universidades prestigiosas de ese tipo, lo realmente grave es que la mayoría de universidades estatales y privadas tienen muy bajo nivel académico, con docentes improvisados y planes de estudio mediocres, que forman un ‘producto’ profesional que el mercado, luego, se encarga de descartar o de relegar a tareas de escasa relevancia. No solo es que exista poca oferta de empleo, sino que el proceso de selección laboral deja de lado a estos profesionales mal preparados, poseedores de un título profesional devaluado en el mercado.

Existen muchas universidades e institutos de conocida mala calidad, pero el crecimiento de sus locales e infraestructura confirma que son un buen negocio para sus promotores. Actualmente, ingresar a la universidad es casi solo un problema económico. Hay tantas ‘universidades’, que la mayoría de ellas, las de menor nivel académico, solo exigen pagar la pensión para entrar. ¿Hasta cuándo se va a seguir autorizando el surgimiento de nuevas universidades y de filiales que carecen de profesores calificados, adecuadas bibliotecas y laboratorios? ¿Qué tipo de control y certificación se les exige? ¿Por qué persiste este cinismo cómplice que permite que tantas universidades e institutos ‘bamba’ estafen a la gente? Quien recibió una mala formación como profesional o maestro, eso mismo trasmitirá a sus alumnos. Por eso estamos como estamos.

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