La vida pasional colectiva

Jorge Bruce

El sociólogo Pierre Bourdieu recusaba, por falsa, la antinomia entre lo objetivo y lo subjetivo. Ni los individuos son meros soportes pasivos de las estructuras sociales, ni se puede prescindir de las estructuras, como la política, so pretexto de que lo único que cuenta son las psiques individuales. Se trata de pensar la expresión de las estructuras en las psicologías individuales, en el corazón de las personas, bajo la forma de deseos, creencias y afectos. En ese sentido, afirma Frédéric Lordon, quien desarrolla una economía política basada en la obra del filósofo Baruch Spinoza, “la vida social no es más que el otro nombre de la vida pasional colectiva”.

Sirva esta introducción para intentar comprender el fenómeno en el que nos encontramos inmersos, de cara a esta tensa segunda vuelta. Para la mitad que no votó por ninguno de los dos candidatos en liza, la situación se ha decantado rápidamente hasta llegar a una dramática polarización, alérgica a los matices, reacia al compás de espera, urgida de definiciones inmediatas.

Como cada vez que las pasiones se apoderan del ánimo de las personas y las colectividades, el intelecto retrocede, los impulsos ganan terreno, la angustia impera. El diálogo se desprestigia, la escucha se torna sospechosa, la duda es traducida a la fuerza en la opción contraria a la mía. Ni qué decir las posiciones públicas del adversario. Una muestra de esta intolerancia es la repudiable agresión al periodista Jaime de Althaus.

El afecto dominante en esta coyuntura crispada es el miedo. Esa hegemonía afectiva le hace las cosas más difíciles a Ollanta Humala. Mientras que en el caso de Susana Villarán –quien no en balde está siendo copiosamente atacada estos días– esa campaña mediática fracasó, puede que ahora sea un riesgo mayor para el candidato de Gana Perú. La alcaldía no amenazaba las economías domésticas, la Presidencia sí puede hacerlo.

La razón es que entre la ética –la principal razón para oponerse a Keiko Fujimori y mucha de la gente que la rodea– y el miedo, no hay duda que este último prevalecerá. Keiko ni siquiera necesita convencer a un grueso de votantes acerca de su flamante compromiso anticorrupción, o su reciente respeto por los derechos humanos. Muchos de ellos se están autoconvenciendo a toda prisa de esa repentina mutación, a fin de poder votar por ella sin sentimiento de culpa. Se trata de una negación evidente, pero el miedo al perjuicio monetario que les podría traer Gana Perú es un poderoso anestésico para los escrúpulos, así como un eficaz estabilizador del ánimo, con tal de sentirse económicamente seguros.

Si Humala quiere revertir esta situación, está obligado a persuadir a un amplio sector de indecisos, que no solo pertenecen a los NSE A y B, de que es capaz de asumir uno de los mayores desafíos de la democracia: garantizar el cambio para el cual lo han votado, sin inquietar a un creciente grupo de peruanos que aspiran no solo a la supervivencia, sino a mejorar notablemente su calidad de vida. No hay que engañarse: esa calidad de existencia se mide, para la mayoría, en plata contante y sonante. Los principios se dejan, paradójicamente, para el final.

http://www.larepublica.pe/08-05-2011/la-vida-pasional-colectiva

No a keiko  04.jpg

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*