Proyecto Corina y las aguas del Amazonas



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José Álvarez Alonso

El río Huallaga, a su paso por San Martín, se podía cruzar perfectamente a pie durante la sequía del año pasado. El Marañón parecía un afluente menor durante la misma época en la Provincia de Datem del Marañón, donde la gente me informó que jamás había visto el río tan bajo; tanto, que la población de esta provincia descubrió por qué algunas lanchas se varaban frente a San Lorenzo: en medio del río afloró la punta de una roca sumergida, algo nunca visto anteriormente.



El pomposo anuncio que hizo el año pasado el hoy ex presidente García sobre el Proyecto Corina (“el proyecto de mi vida”) no pudo venir en peor momento, cuando la Amazonía estaba sufriendo la peor sequía de su historia; y la aprobación en los últimos días de su gobierno de la Ley 29760 -que declara “de necesidad pública y de interés nacional” el trasvase de las aguas del Marañón y otros megaproyectos hidroenergéticos en este río y el Huallaga- ha sido una metida de pata soberana –algunos dicen que una metida de yuca-, pues se ha hecho sin el debido debate público y, peor aún, sin la consulta a los posibles afectados, en especial a las comunidades amazónicas localizadas en las riberas de ambos ríos.



Trasvasar aguas de la cuenca amazónica a la sedienta Costa del Perú es un viejo sueño de algunos emprendedores, y no cabe duda que podría crear muchos puestos de trabajo en el sector agrícola –disminuyendo la presión migratoria hacia la selva- al tiempo que se podría generar la tan necesaria energía eléctrica para el desarrollo del país. De hecho, ya hay al menos dos proyectos en marcha para trasvasar aguas de afluentes del Marañón hacia la costa norte. Sin embargo, antes de aprobar al caballazo el proyecto Corina se debería hacer un estudio cuidadoso de los posibles impactos (ambientales y sociales) y evaluar posibles medidas de mitigación y compensación a las poblaciones afectadas, algo que no se ha hecho hasta ahora. No es de extrañar, por eso, que casi todas las fuerzas vivas de Loreto y San Martín se hayan pronunciado en contra de este proyecto, y exijan a viva voz su derogatoria. Máxime cuando el gobierno saliente sólo se ha acordado de la Selva a la hora de otorgar concesiones para extraer sus recursos.



Algunos afirman que se está haciendo demasiada alharaca del asunto, exagerando los posibles impactos del trasvase sin conocimiento de los alcances del proyecto y sin el debido sustento técnico. Bueno, el culpable de que no se tenga mayor información sobre el proyecto es el mismo Gobierno, que no lo ha socializado, y ha hecho aprobar de forma precipitada e inconsulta, y sin tener en cuenta posibles impactos (cabe destacar que el llamado Proyecto Corina fue originalmente diseñado en 1972, cuando no se tenía ni idea de lo que es un estudio de impacto ambiental y social, y menos de temas como cambio climático, procesos ecológicos o cosas por el estilo).



Por mi parte pienso que el tema se está politizando demasiado, y se está adoptando posturas radicales que no ayudan al debate. Ni se debe exagerar los posibles impactos (“nos vamos a quedar sin agua”) ni minimizarlos (“es como si a un elefante le picara un mosquito”, se dice que dijo el ex presidente), ni se debe hacer lo propio con los posibles beneficios. Creo que debe haber un debate alturado, informado y desapasionado, so riesgo de que el resto del Perú nos califique a los loretanos como auténticos “perros del hortelano”, ya que por un lado nos quejamos de las inundaciones catastróficas, y por otro lado no queremos que se aproveche ni una gota de agua de los ríos amazónicos.



La población debe saber, por cierto, algunas cosas sobre este proyecto: se planea trasvasar durante la época de lluvias unos 500 metros cúbicos de agua por segundo (m³/s) del Marañón y del Huallaga, a través de un túnel de unos 106 km que partiría de la provincia de Sihuas, Departamento de Ancash, hacia el río Santa, en la Costa; también se planea construir al menos cuatro centrales hidroeléctricas con una capacidad de unos 9 millones de kw. El caudal promedio de los ríos Huallaga y Marañón a la altura de los pongos de Chazuta y Manseriche es de unos 4,000 m³/s y 11,000 m³/s, respectivamente. Sin embargo, a la altura donde se piensa realizar el trasvase el caudal del Marañón es mucho menor: 500 m³/s según el INGEMMET, y 825.29 m³/s, según el IIAP, por lo que el trasvase representa entre 60% y 100 % del caudal de este río a esa altura.



Personalmente creo que mayor impacto que el trasvase lo tendrían las megacentrales que se piensa construir en los ríos Marañón y Huallaga. El represamiento de estos ríos de aguas blancas cambiaría totalmente las características limnológicas del agua y eliminaría los procesos de crecientes y vaciantes, con consecuencias catastróficas para los ecosistemas estacionalmente inundables de las orillas de ambos ríos. Los primeros afectados serían los quelonios acuáticos y los peces, incluyendo los grandes bagres migradores, que se reproducen en las cabeceras de los ríos, y que desaparecerían por no poder llegar a sus zonas de reproducción. También se verían muy afectados los peces de escama del grupo de los carácidos, que son los que más consume la población (incluyendo boquichico, sábalo, palometa, ractacara, yambina, yaraquí, yahuarachi, sardina, etc.), y que necesitan de los fenómenos de crecientes y vaciantes para reproducirse y alimentarse.



La agricultura en suelos aluviales, la más productiva de Loreto y la que alimenta a la mayor parte de la población, también se vería seriamente afectada, porque los ricos sedimentos que arrastran estos ríos desde los Andes, y que hacen posible el cultivo de arroz, maíz, yuca, plátano, chiclayo, sandía, etc., se depositarían en las represas y no en los barriales y restingas bajas; por cierto que esta sedimentación también acortaría significativamente la vida útil de las represas. Las aguas por debajo de la represa serían claras, apenas sin nutrientes, lo que cambiaría para siempre las tahuampas, bajiales y aguajales que hoy se nutren de estas aguas. Las riberas del Marañón y del Huallaga serían en unos años como las del Nanay, donde no se puede cultivar prácticamente nada. Y escribo en potencial (sería, se vería, etc.) porque sinceramente no creo que estas represas lleguen a construirse jamás; ni los pueblos indígenas van a permitir que se inunden sus territorios, ni Loreto que se afecte tan salvajemente sus ecosistemas inundables.



Finalmente, creo que sería un ejercicio sano tratar de responder algunas preguntas: ¿Necesitamos energía eléctrica? Definitivamente sí. ¿Es indispensable para ello, y razonable, construir las megacentrales que anunció el gobierno saliente? Lo dudo: se puede generar hidroenergía sin tantos impactos ambientales y sociales, construyendo mini centrales hidroeléctricas y derivando parte del caudal del río, sin represarlo, tal como se ha hecho en Loja, en Ecuador, o en Chachapoyas, en el río Utcubamba, en Perú. ¿Necesita agua la Costa norte para la agricultura? Sí, pero antes de pensar en trasvasar el agua de la vertiente amazónica deberían ser más eficientes con el uso del agua allá, pues se desperdician enormes cantidades debido a las malas técnicas de irrigación, y se sigue promoviendo cultivos de alto consumo de agua, en vez de otros más eficientes. ¿Debería ser derogada la Ley 29760? Sí, por inconsulta y precipitada. ¿Pertenece el agua del Marañón y del Huallaga sólo a Loreto o a San Martín? No, por lo que todas las regiones potencialmente afectadas, junto con el Gobierno, deberían comenzar por el principio: sentarse a negociar y buscar alternativas consensuadas que beneficien tanto a la Costa como a la Selva; es decir, al Perú.

Agradecemos a José Álvarez Alonso, Investigador del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana – IIAP, por compartir sus reflexiones con nuestros lectores.

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