Farsa en tres actos


Ronald Gamarra

Las fuerzas políticas dominantes en el Congreso, pretendiendo imponer una vez más su apetito voraz de poder sobre los intereses del régimen democrático y republicano, se sintieron omnipotentes, perdieron todo sentido de la realidad y se hicieron un hara-kiri político del cual muy pocos congresistas se abstuvieron de participar. La pregunta ciudadana es: ¿y ahora hacia dónde vamos en manos de gente tan inescrupulosa como esta?

Acto I: La componenda. La consigna fue tomar por asalto el Tribunal Constitucional y la Defensoría del Pueblo. De algún modo, el Banco Central de Reserva ha logrado dentro del Estado un margen de respeto que no se reconoce a otras instituciones: para el BCR no se propone a cualquiera. Pero eso no les importaba mucho; total, la economía va en piloto automático y eso ahorra esfuerzo a los políticos. Pero el TC y la DP sí estaban allí, atractivos como frutos en sazón, disponibles para la satisfacción inmediata de todos los partidos angurrientos.

Después de años de incuria, en los que les fue imposible o no les interesó concertar acuerdos para elegir a sus titulares, llegaron a la conclusión inversa sobre la base del toma y daca, reservándose el derecho de poner a cualquier incondicional en tales cargos. Logrado el acuerdo, lo anunciaron como música celestial, presentándose como grandes estadistas sin lograr ocultar que actuaban como pillos.

Acto II: La repartija. Se les dijo en todos los idiomas que la mayoría de personas nominadas para el TC y la DP no eran idóneas; peor aún, eran incompatibles con lo mínimo que esperan los ciudadanos de las personas que ocupan tales puestos: que sean intachables, intelectuales y académicamente competentes, e independientes al actuar y juzgar. Nada de esto se cumplía en el caso de Rolando Sousa, Cayo Galindo y Víctor Mayorga para el TC, y en el de Pilar Freitas para la DP.

Los congresistas de los partidos mayoritarios hicieron oídos sordos a estas protestas y advertencias y decidieron imponer su voluntad por carpetazo, votando en bloque las propuestas e incluyendo a los impresentables, destinados a ser sus operadores políticos decisivos una vez nombrados. Esta actitud tuvo el talante de una auténtica y repulsiva provocación y anunciaba la destrucción del TC y la DP con un carácter similar a la erosión institucional impulsada sistemáticamente bajo la década del fujimorismo.

Acto III: Yo no fui. No contaban con la reacción ciudadana, pocas veces tan unida, tan unánime en el asco por estos enjuagues, por esta repartija brutal de los despojos de una democracia que estos políticos se esmeran en destruir. Al día siguiente de consumada la repartija, era evidente que los partidos mayoritarios del Congreso –nacionalismo y fujimorismo– podían imponerse transitoriamente, pero quedarían absolutamente repudiados y deslegitimados.

Entonces entraron en confusión y temor de perderlo todo. Ollanta Humala fue el primero en decir “yo no fui” y, seguido de Keiko Fujimori y Alejandro Toledo, anunció un retroceso. Posteriormente, la mayoría de nombrados puso a disposición el cargo recibido. El tinglado de la componenda se deshacía como un castillo de naipes. Al momento de escribir estas líneas, sin embargo, todavía es incierto qué es lo que vendrá. ¿Revocará el Congreso el estropicio perpetrado esta semana? ¿Intentarán otra turbia maniobra? ¿Qué carta guardan bajo la manga? Nada es seguro. Lo único cierto es que los ciudadanos no debemos bajar la vigilancia. ¡Todos, mañana lunes, a manifestarse en la plaza San Martín!
http://diario16.com.pe/columnista/42/ronald-gamarra/2695/farsa-tres-actos

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