QUIEN MUCHO ABARCA, APRIETA


Ernesto De La Jara

La noticia de la compra de las acciones de Epensa por el Grupo El Comercio ha despertado una comprensible preocupación en diversos periodistas y líderes de opinión respecto al destino de la libertad de expresión en el país.

En las últimas elecciones el tema de la libertad de expresión concitó ardorosos debates y mucha suspicacia. Los medios no solamente fueron expresión de la contienda política nacional, sino protagonistas de ella. En aquellos tiempos –que por las circunstancias pueden parecer lejanos– se temía que las promesas de Ollanta Humala de respetar la libertad de prensa y empresa fueran solo una mera táctica de campaña y que una vez en el poder seguiría el camino emprendido por Hugo Chávez, Rafael Correa y otros mandatarios latinoamericanos.

Esa historia no se repitió en el Perú y, aunque nunca hay que bajar la guardia, pareciera que el gobierno no tiene la intención de seguir ese camino. Sin embargo, la amenaza a esta libertad –que el TC considera “preferida”, por la relevancia que tiene para la democracia– viene de otro lado, paradójicamente de los mismos que llamaron a votar por Keiko por la amenaza que en ese entonces representaba el candidato Ollanta Humala para las libertades democráticas.

El Comercio en esos días se presentaba como el abanderado de una libertad de expresión que hoy está amenazando al haber concentrado el 80% de la propiedad de los medios de comunicación.

¿Estamos exagerando? ¿No se trata simplemente de un ejercicio de libre mercado? Creemos que no exageramos por la misma razón que pensamos que el rol de la prensa es fundamental en una democracia, y que su rol fiscalizador ha tenido un papel determinante en la lucha contra la corrupción tanto en los años 90 como en nuestros días. Basta con recordar que la gran mayoría de casos de corrupción que se conocen han sido descubiertos por la prensa nacional, a pesar del desmantelamiento progresivo de las unidades de investigación.

El Comercio, en su defensa, ha dicho que la independencia editorial está asegurada, ya que ellos solo verán el aspecto económico y la parte periodística va a seguir siendo potestad de los Agois:

“El acuerdo contempla que el control de la línea editorial de los diarios de Epensa seguirá en manos del Grupo Agois Banchero.

Asimismo, considera que se separarán los negocios de Epensa en dos empresas: una de contenidos periodísticos, donde la familia Agois Banchero tendrá el 100% de las acciones; y otra de impresión y comercialización de los diarios y la publicidad, donde tendrá el 46%. El 54% restante será de propiedad de El Comercio”.

¿No sería pecar de ingenuos creer que esta premisa puede cumplirse? La teoría que debe regir a los medios de comunicación está muy lejos de cumplirse en una realidad como la nuestra. Por ejemplo, no creo verosímil que en un contexto electoral en el cual exista un candidato antipático para el Grupo El Comercio se permita que los periódicos del Grupo Epensa (del que ahora son flamantes dueños) se puedan ir por la libre. O que los medios que integran este grupo se permitan investigar a empresas ligadas al Grupo El Comercio.

Augusto Álvarez Rodrich –con cuyo punto de vista coincidimos– grafica de una manera muy clara los peligros de esta nueva operación de El Comercio:

“Primero, la concentración del 80% permitiría distorsionar la libre competencia. Por ejemplo, amenazando a los principales anunciantes que poner publicidad en el 20% impediría anunciar en el 80%, o que les costaría mucho más caro. O advertir al canillita sobre qué diarios empujar su venta y de cuáles –los del 20%– fondear su circulación”.

“Pero el perjuicio mayor será para el ciudadano. Esta elevada concentración dañará severamente la pluralidad indispensable en una democracia con la posibilidad de escoger puntos de vista alternativos”.

¿Cómo pueden los defensores de esta compra decir que no va a afectar la libertad de información si el 80% de la producción periodística va a tener una misma línea de opinión?

A favor de El Comercio se dice que si La República hubiera sido el que lograba comprar Epensa, habría ocurrido lo mismo. Pero no es cierto, ya que La República habría pasado a tener un porcentaje mucho menor con la compra: el 44.9%, y no el casi 80% que ha alcanzado El Comercio. Y aún si hubiera sido el caso, El Comercio habría mantenido un porcentaje superior, el 49.9%.

Algunos argumentarán que la historia reciente ha demostrado que los grandes medios de comunicación no han logrado poner en el gobierno a sus candidatos favoritos, pero esta tesis es absolutamente discutible. ¿Cómo saber acaso los porcentajes reales que se obtendrían sin la influencia o campañas realizadas por las empresas periodísticas?

Cada quien tiene el derecho a llevar su empresa como mejor le plazca, pero en este caso, lamentablemente, la voracidad de un grupo económico amenaza las libertades del resto de ciudadanos.

http://diario16.pe/columnista/3/ernesto-jara/2826/quien-mucho-abarca-aprieta

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