Ha muerto un modelo


​​Teresa Tovar

Michelle Bachelet ha anunciado una transformación del sistema educativo chileno, emulado como ejemplo en muchos países. Destacamos dos aspectos.

1. Primero: la educación como derecho. Se propone “educación de calidad, gratuita, sin segregación y en la que no se lucre con fondos públicos”. Chile organizó un sistema educativo fuertemente segmentado en 4 tipos de escuelas: la escuela pública gratuita de pésima calidad para los sectores más pobres (municipal), la privada de alta calidad para la clase alta; la escuela particular subvencionada con financiamiento compartido, donde los padres pagan una cuota mensual y la particular subvencionada sin aporte de los padres. El Estado, en lugar de invertir en mejorar la escuela pública, otorgaba recursos públicos a concesionarios privados. Bachelet ha anunciado que “terminará gradualmente con el financiamiento compartido” y dirigirá el financiamiento público exclusivamente a instituciones educacionales sin fines de lucro que tengan como único fin la entrega de educación de calidad en el marco de un derecho social.

No es un asunto solo de gestión. La propuesta plantea “Un cambio de paradigma… pasar de la educación como un bien que es posible transar en el mercado y la competencia como mecanismo regulador de la calidad, a un sistema educacional coordinado que ofrece a las niñas, niños y jóvenes de Chile un derecho social”. Detrás está la gigantesca movilización social estudiantil por la gratuidad de la educación: la llamada “la revolución de los pingüinos”, que constituyó un elemento gravitante en el triunfo electoral del Bachelet. Su líder Camila Vallejo es hoy Diputada del nuevo gobierno.

2. Segundo: la calidad educativa. Se deja de lado la competencia como mecanismo regulador de la calidad y se pone en cuestión su asociación con las pruebas estandarizadas. La calidad de la educación ya no depende de cuánto puede pagar cada familia y tampoco es sinónimo de rendimiento en las pruebas. “La gran deuda hoy es mejorar transversalmente la calidad de la educación, entendida integralmente y no solo como el resultado de pruebas estandarizadas”. El programa de Bachelet señala que el uso del Sistema de medición de la calidad (SIMCE) ha llevado a “empobrecer el concepto de calidad y educación y promovido prácticas como la selección, la exclusión y el entrenamiento de pruebas. Debemos superar esta definición e impulsar una comprensión más compleja e integral de calidad para recuperar el sentido de la labor educativa”.

En Chile se cerraban escuelas que no alcanzaban los resultados del SIMCE (rurales y pobres). La propuesta no solo termina con esta sanción-exclusión, sino que objeta la noción de calidad que la sustenta. Se trata de un aspecto de la agenda educativa post 2015, donde se está poniendo en cuestión ¨Un enfoque limitado del aprendizaje, reducido a los resultados mensurables de evaluaciones de aritmética y alfabetización”(1) . Y en el Perú, ¿estamos de ida o de vuelta?

(1) Campaña Latinoamericana por la Educación

http://laprimeraperu.pe/columna/ha-muerto-un-modelo/

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