Verónika: Somos hartos los que estamos hartos

Eduardo González Viaña


Verónika Mendoza es la más probable candidata de las izquierdas peruanas a la presidencia del Perú el 2016.

Excelente oradora y hábil parlamentaria, su formación académica proviene de la propia ciudad imperial así como de La Sorbona y de España.

Cusqueña, de 35 años, es una aguerrida congresista que no ha dejado un día de combatir en el hemiciclo en defensa de los derechos de las comunidades indígenas. Fue la primera representante en abandonar la bancada oficialista cuando el gobierno mostró su inocultable abjuración de las promesas y su deslealtad con quienes lo habían elegido.

Su más que probable postulación nacerá de las elecciones internas del Frente Amplio en las que compite con Marco Arana, Martín Guerra y Luis Alberto Salgado. Estos nombres y los de otros como Julio Arbizu y un número de personalidades de primer nivel evidencian que la izquierda tiene gente con la cual gobernar.

Esta es una noticia que va a cambiar un cuarto de siglo de historia peruana. Durante ese período, los ciudadanos hemos sido convocados periódicamente para supuestamente “elegir” entre varios individuos que siempre significaban lo mismo. Eran cartas marcadas. Y siempre, al abandonar Palacio dejaban muestras del mismo entreguismo a los grandes, igual desprecio por los débiles y la misma fetidez de corrupción por todas partes.

El Perú soporta en nuestros días una crisis moral tan solo semejante a la que siguió a la invasión chilena. Como entonces, vivimos despojados de la Constitución auténtica y maniatados por el acta de sumisión que redactaron los doctores de Fujimori.

Los contendores del 2016 son un expresidente que no termina de salir de mezquinos escándalos inmobiliarios y otro que perpetró genocidio entre los presos rendidos y que figura en el ranking de los más corruptos del mundo.

Hay, en fin, una señora que representa a su padre quien bajo la premisa de su “constitución”, privatizó las empresas públicas e hizo desaparecer 6 mil millones de dólares producto de la venta de las mismas.

Nunca podré entender bajo qué lógica se prohíbe un movimiento en el que los subversivos se rinden y piden amnistía, y al mismo tiempo se acepta como legal la existencia de un partido político fujimorista.

Los unos son tan terroristas como los otros. Como ya lo he dicho, durante una década Fujimori capitaneó un régimen de terrorismo estatal a base de genocidios, desaparecidos, corrupción y cementerios clandestinos.

Entre estos candidatos, no hay por quién votar. No hay suficientes enfermedades mortales para señalar la alternativa. Y lo peor es que tampoco se puede vivir con felicidad en estos días de crisis moral.

El propio gobernante es maltratado y menospreciado por la misma derecha y los mismos individuos a quienes se esmera en servir. Hace unos días, por ejemplo, hicieron circular la falsa noticia de que el Presidente iba a renunciar.

La posibilidad de que Verónika y, en general, la izquierda, lleguen al poder, crece día a día. Y la izquierda no es un individuo; es una idea pronta a convertirse en un programa y, por lo tanto, con esta insurgencia política, el elector podrá dejar a un lado los rostros y carnavales de la farsa electoral y decidirse por un proyecto futuro de felicidad colectiva.

Esta mañana le pregunté a mi tía Hilda quien cumple 98 años cuál era su opinión sobre los candidatos y la actualidad política: “Ay, hijito”, me contestó, “somos hartos los que estamos hartos”

Como ella, estoy harto de esta crisis paralizante, y creo que las izquierdas y todos los peruanos honestos que hoy están lejos del poder pueden exhibir, no agendas escondidas, pero sí constancias de adhesión a los principios morales. Por eso llegarán.

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