Perú: Un año decepcionante
César Hildebrandt
Vamos a cumplir un año de gobierno y el asunto no está como para celebrarlo.
Ha sido un año gris, mediocre, panza de burro, movido apenas por la inercia.
Un gobierno de tecnócratas sin imaginación: eso es lo que tenemos. Y un presidente que está convencido de que se puede gobernar sin esperanza. El resumen es esta atmósfera de baja de voltaje generalizada.
A PPK no se le pedían grandezas ni revoluciones.
Se le pedía un gobierno de derechas que fuese confiable, que estuviera libre de picaros y lobistas y que fuese sensible a la extrema desigualdad social. Se le pedía, en suma, que fuese un Humala dotado de cerebro y sin la pirañería brasileña rondando el presupuesto público.
Sólo eso se le pedía. Pero para hacer eso tienes que tener alguito de Manuel Pardo, un ramo del segundo Piérola, hojitas de Billinghurst y tres gotas de Paniagua. PPK no tiene nada de eso. Tiene una sangre de horchata que lo recorre a la temperatura del chupete y una convicción suicida de que sólo puede proceder reactivamente.
En efecto, estamos ante un gobierno que no tiene norte y que sólo reacciona al día a día. Un gobierno que carece de ideas y que no nos propone metas. Un gobierno que es la versión catatónica del belaundismo: ni para atrás ni para adelante sino todo lo contrario. Así se administra Suiza, no un país de arena como es el nuestro.
El resultado es que la oposición fujimorista ya tasó al gobierno, ya olió la sangre y la loba alfa aúlla de apetito. PPK es tan ingenuo que cree que un indulto a Alberto Fujimori le allanará el camino. Pretende ignorar que, con Alberto Fujimori en la calle, la presidencia perderá una ancha base social de respaldo y que el fujimorismo, en todo caso, tendrá dos divisiones dispuestas a atacarlo en una maniobra de pinzas fríamente calculada. ¿O es que cree que Keiko le dará paz a cambio de la libertad de su padre?
Sabe poco de política PPK. Sabe de negocios. Los negocios son un juego en el que todos están de acuerdo porque la codicia nivela y aglutina. En la política, en cambio, cuentan aquellos intangibles que PPK no sabe reconocer: la honra, el apellido, las maquinarias de partido, la sangre en el ojo, la tentación arrasadora de la hegemonía.
El resultado de esta improvisación impuesta por una derecha despojada de ideas es la crisis económica que nos empieza a guiñar el ojo y el clima de inestabilidad política que zarandea este crucero en bolichera en el que estamos, haciéndonos los locos y diciendo que la OCDE nos espera. Los números van mal, el gobierno anda chueco y la mediocrísima oposición congresal saca provecho del cambalache. El resultado está a la vista: Cecilia Chacón quizás sea la próxima presidenta del Congreso y Mauricio Mulder podría estar en una de las vicepresidencias. Mientras tanto, PPK nombrará a algún previsible sucesor en el puesto de Thorne y este hará lo que el sector menos audaz de la CONFIEP ha ordenado hacer desde hace tiempo: que nadie se mueva y que los de arriba se queden donde están, carajo.
Un año de gobierno, PPK Y es un año de decepción. Los picaros que te rodean te van a devorar. La oposición te quiere cenar en modo charqui. Tienes cara de postre melancólico. Cambia de rumbo, pues. Ya es tiempo. Te eligieron para que gobernaras. No para que vivieras asustado por los Galarreta y las Alcorta. Propón, idea, concibe, piensa y negocia planes de largo plazo, no las jugarretas ínfimas que te sugieren algunos. Algo de grandeza, señor presidente. Algo de historia. Como si su padre lo estuviese viendo, hombre.
Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 353, 23 JUN 17 p. 12