Francisco en Chile (II)

Pedro Salinas

No le bastó meter la pata hasta los corvejones. Tenía que embarrarla completamente. Y así lo hizo. Primero llamó mentirosos a quienes padecieron los abusos del cura pederasta Fernando Karadima. Esto ocurrió en Iquique, poco antes de movilizarse hacia el Perú. Y luego de dejar suelo peruano, en el aire, rumbo hacia Roma, recién les pidió perdón. Pero no fue un perdón convincente, porque inmediatamente después se ratificó en su falsa verdad, aquella con la que defiende a brazo partido al obispo de Osorno, Juan Barros, el más célebre encubridor del pedófilo Karadima.

“Un desafortunado paso en falso”, editorializó El País sobre las declaraciones erizadas del jefe católico, formuladas en el norte de Chile. “Con sus palabras en lugar de confortar a las víctimas, Francisco puso en duda que las numerosas pruebas sobre el caso sean válidas.

Peor aun, se colocó del lado de quienes consideran que las víctimas deben probar su inocencia (…) Sean O’Malley, actual arzobispo de Boston –diócesis devastada por los casos de pederastia- declaró en público que las palabras de Francisco son ‘una fuente de gran dolor para los supervivientes de abusos sexuales’”. Como así ocurrió con Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, quienes legítimamente indignados le respondieron raudamente en una contundente conferencia de prensa en el local de la Fundación para la Confianza.

“El testimonio de víctimas siempre es una evidencia”, dijo el papa en el avión. Lo cual es una verdad de Perogrullo. No obstante, lo incongruente vino a continuación: “… en el caso de Barros no las hay”. “De abuso no hay evidencia”, dijo. “De encubrir abusos”, le precisó una periodista. “Bueno. Encubrir abusos es un abuso. No hay evidencia”, machacó.

Y acá es donde uno se pregunta: ¿El papa está realmente desinformado o es un redomado farsante? Porque los testimonios que señalan a Barros como una persona cercanísima a Fernando Karadima, que estaba al tanto de las abyectas fechorías que sucedían en las interioridades de la parroquia El Bosque, ubicada en la comuna de Providencia, están documentadas en por lo menos tres publicaciones y en decenas de entrevistas realizadas a las víctimas del peor depredador sexual de la iglesia católica en Chile.

Juan Barros Madrid, discípulo favorito de Fernando Karadima Fariña durante cuarenta años, cuando fue secretario (por gestión del mismísimo Karadima) del arzobispo de Santiago, Francisco Javier Fresno, desapareció una carta de Francisco Javier Gómez Barroilhet, en la que acusaba al cura de El Bosque. Todos los feligreses de la parroquia recuerdan a Barros como “uno de los más cercanos de Karadima”.

Junto a los también obispos Andrés Arteaga, Horacio Valenzuela y Tomislav Koljatic, Barros formaba parte del grupo más íntimo del monstruo ensotanado. Era parte de su séquito. Era del cogollo, es decir. Estos cuatro “vieron las mismas cosas, cuando besaba a este o le corría la boca o le agarraba los genitales al otro”, señaló, por ejemplo, James Hamilton en el programa Tolerancia Cero. En más de una ocasión se le vio públicamente poniendo su cabeza en el pecho de Karadima.

Participaba de los maltratos psicológicos y en la manipulación contra las víctimas de Karadima (escenificaba “juicios” en los que violentaba la conciencia de los formandos). Mantuvo expresiones difamatorias y extorsionadoras contra quienes luego denunciaron al perverso clérigo. Era de los que inculcaba a los nuevos darle trato de “santo” a Karadima. En 1985 fue vicario de El Bosque, y se convirtió en el segundo de abordo, o sea.

“En sus momentos más terribles ocultó tempranamente lo que pasaba en El Bosque”, señala Los Secretos del Imperio de Karadima, la publicación de CIPER, el portal web de periodismo investigativo más renombrado de Chile. Intentó, asimismo, sabotear la investigación vaticana iniciada el 2010 contra Karadima.

Acompañó al abusador en prolongados viajes al exterior, los que, como han relatado quienes participaron en algunos de ellos, no eran exactamente paseos “espirituales” ni “turísticos”. Y fue el que más veces dijo “no recuerdo” en su declaración judicial.

“Yo al menos me acuerdo de Karadima besando a Juan (Barros), abrazándolo, permaneciendo a solas con él en su cuarto”, escribe Juan Carlos Cruz en su libro El fin de la inocencia.

Hay más cosas que decir sobre Barros, si me apuran. Me he leído y escuchado y visto casi todo sobre el Caso Karadima. Fue uno de los principales referentes cuando, junto a Paola Ugaz, iniciamos las pesquisas sobre el Caso Sodalicio. También conozco a las víctimas del monstruo chileno, y les creo cuando acusan al obispo Barros. Lo que no se entiende, la verdad, es la majadería del papa Francisco.

http://larepublica.pe/politica/1176627-francisco-en-chile-ii

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*