Se malogró el piloto automático

Teresa Tovar Samanez

No Sr. Ministro. No se necesita continuidad, sino también cambios fundamentales en las políticas educativas. Villanueva inauguró un gabinete de continuidad con ministros que “saben lo que tienen que hacer”. Alfaro, Ministro de Educación, lo reafirmó: “Lo que planteo como nueva política es continuar con la política educativa”.

Pero ocurre que las reformas educativas tecnocráticas y en piloto automático han tocado techo. Ya no son viables reformas sin actores y tampoco son eficaces tecnócratas sin política.

Veamos dos ejemplos. La huelga magisterial del 2017 demostró que no es posible una reforma con maestros tratados como instrumentos u operadores. Fresco está el recuerdo del trato humillante y despreciativo de la gestión Martens. Por otro lado, es evidente que la batalla contra el conservadurismo en el tema género no es sólo curricular o técnica. El enfoque de género nunca fue una política prioritaria y su planteamiento como tema “transversal” tiene la levedad de una pluma, que no resiste a la tempestad retardataria. Por ello no sorprende que por fallo judicial se quiera borrar un principio internacional.

Estamos en un momento conservador, donde se empiezan a articular plataformas políticas retardatarias que buscan controlar el poder para “imponer un sistema de vida y pensamiento global y unitario aplicado a todas las necesidades de la sociedad moderna”, entre las cuales está la educación. Por ello la visión que entiende las reformas como meros actos administrativos y asume una tecnocracia magnificada como autosuficiente, fracasa.

También toca techo la reforma educativa sectorial, encapsulada y sorda frente al contexto de corrupción y el modelo económico. Por ello prosperan las políticas segregadoras (Colegios de Alto Rendimiento, Beca 18) que benefician sólo a una minoría, mientras que la aspiración de “calidad para todos”se convierte en slogan declarativo y choca inexorablemente con un presupuesto educativo estancado. Los recursos para los sectores más vulnerables se escatiman (niñez indígena, estudiantes rurales, discapacidad). La segregación se enlaza con la corrupción cuando priman los intereses privados de lucro en el negociado de la educación superior o cuando son las propias UGEL quienes cometen y o tapan abusos sexuales contra las niñas.

El cambio que hoy se requiere es desplazar la mira sectorial con pequeños ajustes de gestión, hacia medidas encuadradas en un pacto social que salvaguarde los derechos conquistados. Una reforma que enfrente la oleada conservadora y trascienda, tiene que convertirse en un hecho social y cultural.

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