La obsesión de los yanquis

Gustavo Espinoza M.

Venezuela se ha convertido en una obsesión para el gobierno de los Estados Unidos. Prácticamente le declaró la guerra desde que asumió el poder en ese país el Comandante Hugo Chávez Frías, e impulsó una vasta ofensiva desplegada en todos los frentes, orientada a derribar a ese gobierno.

Lo lograron a comienzos de este siglo –abril del 2002- en una intentona que pudo ser desbaratada gracias a la unidad, la organización y la valentía del pueblo venezolano, que salió a las calles, repudió enérgicamente el golpismo y restituyó en el Palacio de Miraflores al Presidente legítimo, que ya había sido “desconocido” por Washington y varios gobiernos de la región, con el aplauso unánime de la prensa basura de nuestro continente.

Fue ese el intento de Pedro Carmona y la embajada yanqui, coludida con los empresarios y la cúpula de los “partidos tradicionales”, liderados por “Acción Democrática”. Todos terminaron en el fondo del pozo, y debieron buscar caminos diferentes. Por eso, a esa acción derrotada, siguió un largo periodo de “resistencia activa”, signada por atentados terroristas, crímenes, asaltos y otras acciones delictivas que fueron conocidas como las “guarimbas”, las mismas que generaron inmensos daños materiales a los venezolanos y a su país.

La muerte de Chávez, ocurrida en marzo del 2013, obligó a un cambio en la conducción del proceso bolivariano. Pero su sucesor -Nicolás Maduro- no “heredó” una jefatura, sino que la obtuvo gracias a la generosa voluntad de su pueblo, que lo eligió Presidente en Comicios legítimos, avalados sin duda alguna por la Comunidad Internacional pese a los bramidos de la Casa Blanca. Desde entonces, Nicolás Maduro no ha conocido un solo día de paz.

La crisis tocó fondo a comienzo del 2018, cuando arreció la ofensiva de la oligarquía caraqueña contra las transformaciones sociales en el país llanero, en el marco de un cerco económico impulsado por USA. Cada día hubo actos vandálicos ejecutados por turbas agresivas que, en uso de armas de guerra, generaron violencia cotidiana. En su momento, la ciudadanía les pasó la cuenta y reeligió a Maduro con el 62% de los votos. Esto fue más de lo que la derecha venezolana estaba dispuesta a aceptar.

Hoy la agresión contra la administración revolucionaria en la Patria de Bolívar, ha tocado fondo. Ahora espectamos hechos que no son improvisados, ni casuales. Se trata de un plan cuidadosamente estudiado, elaborado, financiado y ejecutado por “altos cerebros” embestidos de Poder. Ya no es solo la CIA, la que actúa.

Es la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos la que opera no solo en Caracas, sino en diversos países y en todos los planos. Ella impulsa una operación macabra que tiene un solo propósito: Imponer en Venezuela a un títere que sirva de estropajo para los planes de dominación de los Estados Unidos en nuestro continente. Cada paso, lo confirma.

Para ese efecto, han inventado un guión afanosamente elaborado, que hoy repiten como papagayos los medios de comunicación en todas partes. La letra, es la misma: “Maduro es un dictador”, “El gobierno de Venezuela es ilegítimo”, “la población muere de hambre”, “la ciudadanía repudia el proceso bolivariano”.

Esas “aseveraciones” las han reproducido tarde, mañana y noche en todos los países. Incansablemente han martillado la cabeza de la gente con la misma monserga. Y, a fuerza de repetir y repetir, han logrado, en efecto, distorsionar la realidad del mismo modo como lo hicieran en su momento en la Alemania Nazi y en la Italia fascista los áulicos del Poder.

Ellos lograron, en efecto, que muchos creyeran, en el mundo, que Hitler y Mussolini eran caudillos que encarnaban las necesidades y la voluntad de sus pueblos; y que tenían sobre la tierra una misión casi divina; librar a la humanidad del “bolchevismo” que amenazaba a todos los países. Hoy, los sucesores de esa “misión” aseguran que Maduro amenaza a todo el continente, y por eso hay que derrocarlo.

No les preocupan las formas: acaban de abalear a un dirigente del Partido Socialista a quien han quemado vivo luego de lincharlo. Una clara muestra de la democracia que propugnan, muy parecida, por cierto, a la que practicaron en Nicaragua entre abril y julio del año pasado, para derribar al gobierno Sandinista de Daniel Ortega. Capturar personas, apalearlas y luego quemarlas vivas. Esa es la metodología que usan para imponer la “democracia”.

Es bueno no solo denunciar esta política criminal y genocida. También hay que decir la verdad: en Venezuela no hay una “dictadura”. Lo que hay, es petróleo, gas y otros minerales que las grandes corporaciones norteamericanas necesitan. Hay, además, abundante agua en la cuenca amazónica, y otros recursos de bio diversidad que lucen como requerimientos urgentes para el Gran Capital en nuestro tiempo.

El Golpe de Estado del 2002 duro 48 horas. Efectuado por la embajada yanqui, coludida con los empresarios y la cúpula de los partidos tradicionales.

Los ideólogos del Imperio pensaron -y lo dijeron- que con la desaparición de la URSS, el mundo quedaría en manos de los Estados Unidos. Incubaron el concepto de la “unipolaridad” y proclamaron a viva voz –con fanfarrias, luces y hasta waripoleras- que la historia había terminado.

Cuando las cosas comenzaron a cambiar y los rusos se negaron a instalarse en la comisión de aplausos del sistema, la Casa Blanca se dio cuenta que debía lidiar no solo con China, sino también con un proceso emancipador que cobraba fuerza en nuestro continente. Aquí no fue propiamente el socialismo el que se alzó como una fuerza contestataria al dictado del Imperio. Fueron segmentos disímiles y diversos los que asomaron en el escenario latinoamericano. Y eso, resultó intolerable para la administración yanqui.

Que el gobierno de los Estados Unidos actúe así, es deplorable, aunque comprensible. Después de todo, son sus intereses –los que él representa- los que están en juego. No hay que olvidar, por ejemplo, que en 1954, cuando la administración norteamericana impulsó el Golpe contra Guatemala, cuyo gobierno había afectado los intereses de la United Friut Company, John Foster Dulles, el Secretario de Estado de ese entonces era, al mismo tiempo, el abogado de la empresa aludida. Fue desde el gobierno, que dispuso el uso de las armas para derribar a Jacobo Arbenz. Y eso, lo conoce la historia.

Lo que luce sí, extremadamente torpe y ridículo, es la actitud de otros gobiernos: ”Toman partido” al lado de Washington, y se apresuran a entrometerse sin pudor, en los asuntos internos de Venezuela. Se mueven como generosas hetairas en un conflicto en el que no tienen arte ni parte. Lo que ocurre en Venezuela incumbe a los venezolanos, y lo resolverán ellos como mejor les parezca. No tienen obligación alguna de “guiarse” por las sugerencias del Imperio.

Para comprender mejor el tema, hay que citar, apenas dos ejemplos: El señor Sánchez, Presidente del Gobierno Español, no ha sido electo Presidente por voluntad ciudadana.

Es más, sus adversarios internos le dicen también a él “Presidente ocasional”, o “casual”. Y le exigen que convoque elecciones -lo que él, no hace-. Y en nuestro país, el presidente Vizcarra asumió al gobierno ante la renuncia de PPK. Cuando eso ocurrió, hubo quienes lo consideraron, Presidente “provisional”, que debía “convocar elecciones”, cosa que tampoco hizo.

Ambos, hoy le piden a Maduro que renuncie, o convoque elecciones. Es claro que no tienen ningún derecho a inmiscuirse en los asuntos internos de Venezuela, cuyo régimen deben respetar. El que los sirvientes del Imperio sumen aplausos en provecho de un payaso que se proclama “Presidente” sin elección alguna, dice mucho del paupérrimo papel que juega la clase dominante de nuestros países; pero es, además, la muestra del servilismo lacayuno de ciertos “mandatarios” ante la obsesión de los yanquis.

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