Perú: Fujifalsificadores

Juan Manuel Robles

El fujimorismo y sus satélites, hoy empoderados por una presidenta que carga con la muerte de decenas de peruanos, quedaron traumados por la forma humillante en la que Fujimori tuvo que escapar del país, para luego renunciar por fax dejando al Congreso contra las cuerdas, a sus cabecillas presos o suspendidos, forzados a mirar calladitos la convocatoria a nuevas elecciones. Esa victoria del pueblo peruano movilizado implicó una serie de acciones espontáneas, que configuraron también una estética. Las revelaciones de los crímenes y robos del régimen crearon imágenes, una iconografía de lucha, que incluyó la imagen del rostro de Montesinos-rata como emblema de lo podrido. Fue rabiosa y agresiva esa campaña de resistencia. Lo fue a pesar de la represión y los fundados temores.

Hoy los remanentes de aquel régimen creen que están en condiciones de vengarse. Tal vez lo estén, hay que decirlo. El caso es que para hacerlo utilizan lo que creen que es “la misma moneda”. El lenguaje de la ciudadanía indignada en aquel entonces es tomado por esta gente. El resultado es una forma patética de apropiación cultural. Es casi tierno, claro. Porque el esfuerzo para resistir a Fujimori tuvo la contribución de las mentes más brillantes del momento. Hoy son cabezas más bien modestas.

A fines de los noventa, surgieron grupos de activistas conformados por artistas e intelectuales jóvenes que organizaron acciones para llamar la atención sobre la autocracia que, estaba claro, quería perpetuarse. Entre otras cosas, organizaron escarches puntuales a personajes representativos del régimen, para que supieran el repudio que provocaban (del que los medios, comprados por Montesinos, no hablaban). Se trataba de ponerlos en evidencia, de que respondieran por su complicidad con un gobierno que ya estaba cuestionado por reportes internacionales. Eran acciones hechas desde la ciudadanía rasa, contra el poder absoluto. Acciones que había que realizar fugazmente para evadir cualquier respuesta de la Policía.

Los audaces de La Pestilencia y grupos afines se inspiraron en todo aquello. Mejor dicho: lo falsificaron burdamente. Los activistas noventeros crearon una dinámica en que lanzaban bolsas de basura en las casas de los indeseables del fujimorismo. Pero eran bolsas negras con papeles adentro. ¡Lo de basura era simbólico, estúpido! Por supuesto, los pirañas de La Pestilencia entendieron todo literalmente y ponen basura de verdad y la tiran en el local de Gustavo Gorriti o del IDL. El activismo espontáneo era una reacción, un grito urgente. Lo de los últimos tiempos tiene agenda y no se rebela contra nada: la Policía los escolta. Se quedan el tiempo que quieren. Repiten el libro por años.

Esos sectores neofujimoristas juegan al lenguaje de aquella oposición: aprendieron a decir “mafia” a todo aquel que oponga a sus impresentables alfiles en el Congreso. Otra apropiación. “Mafia” se le empezó a llamar al régimen de Fujimori cuando quedó claro que sus tentáculos habían infectado todas las instituciones. Fue el diario “Liberación” el primero en usar el término cuando nadie se hubiera atrevido. Hoy su uso es gratuito y ya no dice nada. Se habla de “mafia caviar” y “mafia izquierdista”, pero solo se hace buscando generar aquel efecto.

Hay una razón poderosa por la que todo esto suena falso: porque la indignación no es real. Ninguno de esos facinerosos se alza contra una opresión, una situación inaceptable, o responde al llamado de su ética. No estamos hablando de gente que reacciona, sino de grupos con agenda que orquestan una persecución sistemática, reiterada, violenta pero vacía, convertida en modo de vida, quién sabe con qué recursos.

No se puede confundir una cosa con la otra. Lo que hace esta gente no es lo que “antes hacían contra Fujimori”.

El fujimorismo fomenta esta idea del ojo por ojo. Quieren decirle al Perú que todo se reduce a “narrativas”. Ahora, se entiende, les toca a ellos contar “su historia” así como los “caviares” tuvieron oportunidad de contar “la suya”. Pero es absurdo. La Comisión de la Verdad produjo un informe recurriendo a cientos de profesionales y científicos sociales que hicieron trabajo profundo, al que contribuyó también la revisión de veinte años de reportajes periodísticos y fuentes humanas. Así se llegó a verdades que pudieron, finalmente, circular. Imágenes poderosas, imborrables. Hornos crematorios. Torturas. Campesinos cavando ellos mismos la piscigranja en la que serían enterrados. Masacres salvajes de ambos bandos. La Cantuta. Barrios Altos.

No es que a alguien se le haya ocurrido esa “narrativa”, como si esto fuera un juego. Por supuesto, los fujimoristas y aliados no lo entienden y ahí va la señora Martha Moyano, que cree que, como se le dio el poder para controlar el Fondo Editorial del Congreso, puede designar a una amiga de Fuerza Popular —sin mayor experiencia en contenidos— para encargarle falsear la historia. Así, publican un libro en el que Alberto Fujimori es un héroe de cómic. Pobres fujimoristas. Han visto de pasada los dibujos de la “biblioteca caviar” sin entender el profundo trabajo que está detrás. Queriendo imitar a Jesús Cossio y Los años del terror, llaman a algún pobre diablo para hacer “la historieta” de Fujimori, que aparece heroico dando un golpe de Estado. Albertino, le ponen.

“Ahora nos toca a nosotros”, parecen decir. Pero equiparar una estética con una histeria no tiene sentido. Tanto han repetido que los caviares quieren adoctrinar niños y ahora son ellos quienes hacen justamente eso: libros para niños, con mentiras. Por supuesto, su esfuerzo es tan forzado, tan poco profesional, tan corriente, que naufraga.

Reescribir la historia es una empresa perversa que han llevado a cabo sátrapas y dictadores de todos los tiempos. Hay muchas formas de conseguir esa distorsión pero algo queda claro: no es un trabajo para ignorantes.

Estética de la “resistencia”. Estética de la “verdad”. Quieren falsificarlas y no pueden. Porque donde estaba Eduardo Tokeshi imaginando banderas peruanas ahora tienen a la amiga de Maelo gritando en el Megáfono. Y donde hubo bibliografía seria hoy hay libritos de la Editorial del Congreso diagramados con letra Comic Sans. De terror.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 650 año 14, del 25/08/2023, p15

https://www.hildebrandtensustrece.com/

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*