Perú: Lenin de pacotilla

Ronald Gamarra

La costra fujimorista no podría volver a ejercer el poder real, como lo hace hoy, si no tuviera secuaces. Los necesita, pues la votación obtenida en las elecciones del 2021 la ubicó como una de las varias minorías que conforman el Congreso actual. Cuenta, por un lado, con la ultraderecha de Renovación Medieval, liderada por Rafael López Aliaga, un fracaso en la alcaldía de Lima, y los congresistas que llegaron a la curul gracias al inenarrable Hernando de Soto. A ellos pueden sumar un amasijo de parlamentarios del pantano, que algunos llaman “centro”, entre los cuales destacan Acción Popular, Podemos, la gente de César Acuña, todos conocidos oportunistas.

Sin embargo, para imponer su voluntad en votaciones cruciales, para desmantelar organismos constitucionales y someterlos a sus planes, al fujimorismo no le basta con esos cómplices porque requiere una mayoría calificada, una lluvia abrumadora de compinches, que puede llegar a 87 compromisos difíciles o problemáticos de conseguir en un Congreso tan fragmentado, donde cada pequeña facción exige lo suyo a cambio del aval. Naturalmente, esto no es una preocupación para el fujimorismo, viejo experto en enjuagues y negociados de todo tipo desde los tiempos en que hacían y deshacían bajo la dirección de Vladimiro Montesinos, pero exige esfuerzo.

El objetivo de lograr mayorías calificadas lo consiguió definitivamente el fujimorismo gracias a la colaboración oportuna y servil de Vladimir Cerrón. Lo obtuvo ya desde la época del desastroso gobierno de Pedro Castillo. Las votaciones clave que le han permitido intervenir, desmantelar y someter organismos constitucionales se han alcanzado, todas, absolutamente todas, gracias a los votos de Perú Libre, el “partido” del cual Vladimir Cerrón es el indiscutido propietario y gamonal absoluto. Si el fujimorismo y la derecha tienen hoy el poder que tienen, y aspiran a conseguir más, es gracias a los servicios de su mayordomo de izquierda.

Esto es una realidad objetiva e incuestionable, más allá del lenguaje ultra y las banderas radicales que agita Cerrón para encubrir sus apetitos y resentimientos verdaderos. Pero a veces se traiciona sin querer y él mismo se pone al descubierto, como lo hizo esta semana en un tuit revelador, en el cual confiesa, en buena cuenta, que apoya la destrucción de la Junta Nacional de Justicia porque no le dieron la razón en ciertos recursos que presentó contra una juez suprema, resaltando muy especialmente su inquina contra la doctora Inés Tello. Así pues, por puro resentimiento personal, el gamonal Cerrón impone a su gente apoyar la devastación de la JNJ.

Otros resentimientos y complejos que agobian a Cerrón se manifiestan, como los de cualquier ultraconservador vulgar, en su aversión por los derechos de las mujeres, habiendo llegado al extremo de expresar su público apoyo al indescriptible congresista que promueve el matrimonio infantil. Desprecia abiertamente los esfuerzos para lograr la igualdad de derechos de las mujeres y los denomina peyorativamente “ideología de género”. Además, su homofobia es pública y desembozada, y en consecuencia se opone activamente, como un machista desatado, a la igualdad de derechos de la comunidad LGTBIQ+.

Cerrón comparte alegre y activamente gran parte de la peor terminología de la ultraderecha contra la igualdad de derechos. Su coincidencia en el uso del término “ideología de género” no es casual. Ese es el verdadero Cerrón, el reaccionario profundo, de corazón. Como tampoco es casual que, como cualquier facha, emplee el término “caviares” para referirse a un indeterminado sector de individualidades que pueden ser de izquierda progresista, centro y aun de la derecha liberal. Cerrón ha hecho grandes esfuerzos por perfilarse como el “campeón” de la lucha contra los “caviares” y de ese modo hacerse aceptable al sector carca.

Aunque se proclama el auténtico y único “marxista-leninista” del Perú, es un ignorante en la materia. Basta revisar sus presuntuosos tuits, de una pobreza conceptual deleznable, todos destinados a justificar alguna ansia de poder concreto: puestos en el Estado para repartir a su gente, copar entidades públicas como coto cerrado partidario, como lo hizo durante el caótico y corrupto gobierno de Pedro Castillo, su candidato presidencial. O simplemente asignarse un inmoral sueldo mensual, similar al de un parlamentario, malversando los fondos del erario nacional que se otorgan a los partidos para financiar sus actividades de fortalecimiento, no para que los ganapanes vivan de la teta del Estado.

Gracias a los votos del cerronismo servil, el fujimorismo y la ultraderecha pudieron apoderarse por completo del Tribunal Constitucional a principios del 2022. Nunca habíamos tenido un TC absolutamente copado por un sector político; siempre conservamos una composición balanceada. El cerronismo oportunista e inepto les facilitó a sus supuestos adversarios, pero aliados reales, el control total del TC, de manera que nunca hubo un tribunal constitucional más obsecuente y de menor preparación jurídica, que ya ha condonado y legalizado numerosos legicidios y reformas anticonstitucionales perpetrados por este parlamento.

La Sunedu, es decir la calidad de la educación superior universitaria, fue la siguiente víctima en cuya destrucción tomó parte protagónica el cerronismo en apoyo a la iniciativa del fujimorismo y la ultraderecha, procuradores de los intereses mafiosos de las universidades basura. En el festín también intervino entusiastamente la gente de Pedro Castillo. La única oposición firme, como en otros casos similares, provino de los llamados “caviares”. El interés de lucrar con los beneficios del negocio de la estafa universitaria está en la base de todo este gran entendimiento de anchísima base. Para eso, los extremos del espectro político sí saben ponerse de acuerdo.

El premio al cerronismo por su colaboración mayordomil fue la Defensoría del Pueblo. El fujimorismo convenció a la ultraderecha para dejarle este organismo constitucional autónomo como su chacra. Así fue como nombraron al actual defensor, íntimo de Cerrón. Josué Gutiérrez, desde su nombramiento, se ha ocupado de desmantelar la entidad, despidiendo arbitrariamente a funcionarios de larga y valiosa experiencia, probados en numerosas pruebas de fuerza en defensa de los derechos ciudadanos, para sustituirlos por improvisados de su sector político y… del fujimorismo, como su nueva adjunta en asuntos constitucionales.

El cerronismo también participa de manera dinámica en los esfuerzos por destruir los pequeños avances que han tenido lugar para mejorar la calidad de la docencia en la educación pública de niños, niñas y adolescentes, promoviendo la reposición y nombramiento de miles de maestros que desaprobaron reiteradamente las pruebas de evaluación de mínima calidad docente, para lo cual ya han logrado la aprobación de una ley con el concurso del fujimorismo. Y también está su intervención dolosa en la ofensiva de la ultraderecha contra el contenido curricular que introduce la igualdad de derechos de las mujeres y el respeto a las minorías sexuales (“ideología de género”) y la educación sexual, lo cual es gravísimo en un país donde la violación de menores es un delito presente, atroz e impune.

Con estos antecedentes desvergonzados, no debe extrañar la colaboración del cerronismo en la demolición de la Junta Nacional de Justicia. Es simplemente la más reciente burrada de un grupúsculo oportunista que ya dio señales de lo que era desde que ocupó el gobierno regional de Junín mediante su mismo líder, sentenciado por ello por delito de corrupción, con otros procesos e investigaciones aún en curso. Un oportunista sin cualidades, además, como lo demuestra su liderazgo que empezó con 37 congresistas hace dos años y que hoy solo cuenta con 12. Ese es este Lenin de pacotilla.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 654 año 14, del 22/09/2023, p15

https://www.hildebrandtensustrece.com/

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