Crecimiento… de la crisis

César Lévano
En las pantallas de los economistas peruanos aparecen las señas de una profundización de la crisis, cuya cifra más desoladora es el crecimiento de 0,19% en febrero.

Frente a eso, asombran las declaraciones del presidente Alan García en el sentido de que la cifra del mes de febrero “es momentánea”. Claro que es momentánea, pero expresa el punto culminante de una tendencia dramática.

El crecimiento de la producción nacional cae desde fines del 2008: 11,55% en setiembre; 9,16% en octubre; 6,36% en noviembre; 4,90% en diciembre; 3,14% en enero de este año y 0,19% en febrero.

El doctor García cree que la crisis global obedece a incomprensión de la velocidad de los fenómenos. Él posee la velocidad de su lengua.

Todos los sectores de la economía están desplomándose. La construcción, que era nuestra línea de bandera, sólo creció 4,73% en febrero. La minería se hunde por efecto de la baja mundial de la demanda de casi todos sus productos.

En el mar la vida no es más sabrosa. Todo el sur del país padece de una crisis de la pesquería. Pesca sostenible, publicación de la Asociación Civil Labor, informa en su edición de marzo que la ineficiencia en los controles ha permitido capturas de anchoveta juvenil. El máximo permitido era de 10% de anchoveta de menos de 12 centímetros. Pero la codicia insaciable de los tiburones de la pesca se ha burlado de eso, con la sospechosa indolencia de las autoridades.

Como en los años 60 del siglo pasado, la ambición privada amenaza con un colapso en ese recurso, del cual dependen otras especies de peces y cientos de miles de trabajadores de la pesca e industrias conexas.

Los datos inquietan. En los meses de enero y febrero del 2005 se pescaron 376,284 toneladas de anchoveta; en el 2006, 396,406 toneladas; en el 2007, 330,798 toneladas. En el 2008 empezó la baja: sólo 225,607, y este año las expectativas distan de ser optimistas.

Los factores de crisis o quiebra económica se acumulan.

El que siembra vientos cosecha tempestades. En el mar, la máxima es más válida que en otra parte. Pero rige también en la selva, donde hasta los ríos resultan apresados por el descontento. Y lo que hierve en costa y sierra puede tornarse tempestuoso al conjuro de la crisis.

¿Qué hacer?

Lo primero es que el gobierno, empezando por García, tome en cuenta los intereses y reclamos de las mayorías, y no sólo de los ricos. Ello exige diálogo, respeto.

Y una medida que muchos economistas consideran urgente: para estimular el consumo, aumento de sueldos y salarios, empezando por los del sector público, que no repercuten en traslado de costos ni aumento de precios. En el sector privado se necesita un aumento salarial sustantivo, que puede acompañarse de medidas a favor de las empresas.

La crisis no permite tregua ni indiferencia.

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