La del estribo

Nelson Manrique

A menos que suceda un evento extraordinario, Ollanta Humala tiene su pase asegurado a la segunda vuelta, mientras que la pelea entre los tres candidatos que le siguen por el segundo cupo deberá continuar hasta el último minuto. El debate presidencial, según el consenso de los analistas, terminó en un empate, pero esto no significa que todos ganaron: de hecho quienes venían cayendo en las encuestas durante las últimas semanas han perdido. Castañeda, Toledo y Keiko están de bajada y este debate era su oportunidad para revertir esta situación. No lo han logrado.

Castañeda es a estas alturas un buen candidato al sacrificio en nombre de la lógica del “voto perdido”; su participación simplemente ha servido para confirmarlo. Toledo no exhibió argumentos como para frenar su caída y equivocó su objetivo: primero, intentó llevar a Humala a una confrontación que a este no le habría reportado ningún beneficio y que evitó fácilmente no dando pelota a sus provocaciones. Desperdició así la oportunidad de ganar algo a costa de sus rivales en la disputa por el segundo lugar.

Durante los próximos días posiblemente seguirá en el mismo juego que ha venido haciendo hasta ahora: intentando convencer a los electores de que él es la mejor opción para enfrentar a Humala en la segunda vuelta. Lamentablemente también eso creen de sí mismos sus rivales (hasta Castañeda), y el empate técnico en que se encuentran no invita a las renuncias altruistas.

Durante las últimas dos semanas los únicos que han venido creciendo son Ollanta y PPK, el primero cinco veces más rápido que el segundo. Con Humala la cuestión ya no es si pasará a la segunda vuelta sino cuánto más por encima del 30% logrará acumular. Esto es importante por la imagen que transmitirá a los electores con miras al próximo tramo de la elección.

PPK tiene condiciones para seguir creciendo; la cuestión es si logrará hacerlo con la velocidad suficiente durante los días que quedan, lo cual supondría salir del gueto A y B. Keiko tiene a su favor la firmeza del voto fujimorista, pero es difícil que logre neutralizar las resistencias que genera la dinastía familiar. Su chance dependerá de que sus rivales se neutralicen entre sí.

La derecha se debate entre el miedo, el desconcierto y la furia. Sus voceros estaban tan convencidos de que esta sería una pichanguita entre tres compadres ideológicos que han quedado completamente descolocados. Para Aldo M. el respaldo a Humala “es un voto ponzoñoso, con odio y resentimiento, de ganas de joder a quienes les está yendo bien para que nos igualemos hacia abajo”. Por supuesto, él no está dispuesto a reconocer ninguna legitimidad al malestar de quienes no aceptan que el crecimiento económico beneficie solo a una minoría. Esa fracción social para él representa “un voto que rechaza la modernidad cosmopolita y que anhela el paternalismo patriotero de un cachaco que les patee el culo por un lado y les regale cosas por el otro”. Su descalificación de quienes no piensan como él obliga a preguntarse cómo es que se considera un representante del pensamiento liberal: “escuchaban que el país crecía y no les llegaba su regalito de ‘Papá Estado’, su butifarra”. Algo tarde lamenta que el Estado no haya hecho algo por brindar mejores servicios durante estos años, una cuestión que el susto de la elección del 2006 había puesto en la agenda: “la Confiep tuvo mucho de responsabilidad en que esto no se concrete… así que recuerden su tacañería y su miopía ahora que están que se orinan de miedo. Y sí, el Estado debió abrir más la mano” (Aldo M., “Buena noticia”, Correo, 2/4/11).

Hay que agradecer a Aldo M. la fresca sinceridad con que exhibe lo que otros derechistas esconden: cómo conciben la democracia y qué piensan acerca de la ciudadanía y la igualdad de derechos y oportunidades. Su artículo, por otra parte, es una buena advertencia acerca de cómo será el próximo tramo de esta movida elección.

http://www.larepublica.pe/05-04-2011/la-del-estribo

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