Ensayo sobre la ceguera

Patricia del Río

Si hay algo que me desconcierta profundamente de estas elecciones es que pareciera que en el Perú las lecciones nunca se aprenden. Que la letra no entra ni con sangre, ni con sustos. Mucho menos con reflexión. Hace exactamente cinco años nos encontrábamos en una encrucijada similar (aunque menos dramática), pues estábamos obligados a escoger entre Alan García y Ollanta Humala, apelando al mal menor.

La irrupción de la candidatura de Humala, bastante más radical que la de hoy, había tenido un efecto colateral insospechado: les había pegado a todos tal susto que la campaña del 2006 giró en torno de temas fundamentales como la necesidad de inclusión, de repartir mejor la riqueza, de luchar contra la desnutrición y la falta de oportunidades. Se pusieron en tela de juicio mecanismos laborales como los services, se prometió evaluar un impuesto a la sobreganancias mineras. Hasta los empresarios acusaron el golpe y organizaron un CADE cuyo tema era la inclusión.

¿Qué pasó? ¿Por qué hemos llegado a la misma encrucijada de tener que elegir al menos malo? Sería mezquino decir que en el gobierno de García no se ha hecho nada. Es verdad que aún tenemos índices altos de desnutrición y pobreza, pero se han reducido considerablemente en este quinquenio. También debemos reconocer que hay más gente con empleo, más casas con agua, más celulares, más carreteras. ¿Por qué, entonces, un porcentaje importante de la población no quiere este modelo?

En una entrevista que le hice en el 2006, el gran Carlos Iván Degregori (quien hoy pelea con serenidad sus últimas batallas contra una dura enfermedad y desde aquí lo saludamos con profundo respeto) me explicaba que la respuesta a esta insatisfacción no estaba solo en el chorreo o en la consolidación democrática, sino en el reconocimiento. Es decir, para que terminen estas polarizaciones no se trata simplemente de distribuir ingresos sino de mirar a los otros como ciudadanos iguales, con los mismos deberes y derechos. Y eso definitivamente no ha ocurrido: los petroaudios dividieron a los peruanos entre los que conseguían una cita en el Country para gestionar “sus intereses” y los pobres diablos que esperaban semanas en las calles para que les dieran una audiencia de cinco minutos. El ‘Baguazo’ estableció que los derechos de un indígena amazónico no merecen la misma atención que los de una señora de San Isidro. Las burlas a las congresistas Hilaria Supa y María Sumire en el Congreso confirmaron que el quechua no es un idioma digno del Parlamento nacional. Los artículos del Perro del Hortelano, salidos de la pluma del presidente García, advirtieron que aquellos que reclamaban atención a problemas irresueltos no había que tomarlos en cuenta, porque estaban en contra del progreso solo por fregar.

El Perú se convirtió en este extraño país en el que solo habitan seres privilegiados por el actual modelo económico. Y los miembros de esa categoría se han empoderado tanto con los índices de crecimiento del último lustro, que hoy, a diferencia de la campaña del 2006, ni siquiera están dispuestos a considerar que aún subsiste un serísimo problema de exclusión y falta de reconocimiento. No les interesa. No se habla del tema. Las grandes preocupaciones de campaña son cómo defender tu AFP, cómo preservar los contratos con las grandes empresas, o cómo hacer que las cosas mejoren, sin que nada cambie. Se han encerrado en tal burbuja que son incapaces de ver lo que a mi criterio constituye una seria advertencia: en los estratos más pobres, que son mayoritarios, el voto que va dirigido tanto a Ollanta Humala como a Keiko Fujimori está motivado por esa necesidad tantas veces postergada de reconocimiento. De ser considerado alguien. Los que marcan la O escogen una propuesta de tinte más radical y los que marcan la K otra más asistencialista, pero ambos están buscando, a como dé lugar, formar parte de ese Perú, extraño, divertidísimo, lleno de prosperidad que la verdad les debe resultar más lejano que el mismísimo Perú Nebraska.

La pregunta es ¿qué pasa si esta vez tampoco lo consiguen? ¿Cuál será la segunda vuelta que nos depare el 2016? Como bien vaticinó Carlos Iván en el 2006, si seguimos sin resolver problemas fundamentales como sociedad, prepárense porque “el mal menor cada vez será mayor”.

http://peru21.pe/impresa/noticia/ensayo-sobre-ceguera/2011-05-14/303840

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