Subdesarrollismo crónico

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José Álvarez Alonso

Con un lamparín y en pleno día, al estilo de Diógenes el Cínico, andan buscando culpables los paladines del fracasado modelo agropecuario que se implementa en Loreto -y en toda la Amazonía baja del Perú- desde hace medio siglo. Encontraron el chivo expiatorio perfecto en los que califican de “conservacionistas” o “ambientalistas”, y ‘perros del hortelano’, organizaciones no gubernamentales que impulsan un modelo alternativo de desarrollo que privilegia el aprovechamiento con manejo de los recursos del bosque y de los cuerpos de agua, más acorde con la idiosincrasia de los amazónicos “bosquesinos” y con la realidad ecológica de selva baja.

Nunca fueron testigos directos de sus actividades, pero alucinan que estos conservacionistas andan por ahí prohibiendo a los indígenas talar árboles, cultivar sus chacras o cazar animales para comer. Sin embargo, estos satanizados operadores a lo más que llegan es a incentivar a los amazónicos a manejar mejor sus bosques y cochas, a no dejarse engañar por los habilitadores madereros y los extractivistas en general, a ordenar el uso de su territorio, y a mejorar sus sistemas productivos.

Hablan de que los conservacionistas han gastado decenas de millones en proyectos financiados por torvos extranjeros que buscan frenar el desarrollo de nuestra región. Sin embargo, sólo en los últimos 30 años que llevo viviendo en esta tierra, me consta que los promotores del fracasado modelo de desarrollo agropecuario-extractivista, a quienes llamaremos “subdesarrollistas”,  han gastado no decenas, sino miles de millones de soles: probablemente son más 2000 millones de soles los gastados en los últimos 30 años, de fondos públicos -incluyendo el 12% del Canon Petrolero- y de la cooperación internacional, entre créditos no devueltos y poco productivos, proyectos agropecuarios fracasados, sueldos de funcionarios y consultores, e infraestructura agrícola improductiva (fábricas de harina de yuca, molinos de arroz, fábricas de leche, envasadoras de palmito, etc.) ¿Resultado? Subdesarrollismo crónico: nada más hay que mirar cómo están las exportaciones y los “agricultores”, sumidos en su inmensa mayoría en la extrema pobreza, luego de tal inundación monetaria. La gran pregunta: ¿alguien impidió que se promoviese durante estos años en la selva la agricultura y la ganadería, sin restricciones, en las comunidades de Loreto? No.

Por tanto, los culpables del fracaso del modelo no son los conservacionistas, son ellos mismos, su ineptitud para buscar alternativas productivas viables y sostenibles, para desarrollar cadenas productivas completas, para buscar y desarrollar nuevos productos y mercados con recursos de la biodiversidad amazónica, como sí ha hecho Brasil… Culpable es su visión de grillo, que no conoce ni la realidad ecológica ni social de la Amazonía peruana, que cree que lo que funciona en el Ande o en la Costa funciona en la selva, que lo que produce en San Martín produce en Loreto, que piensa que un indígena amazónico tiene la misma misma cultura productiva que un campesino andino…

Pero su inepcia no ha sido gratis: gracias estos presupuestos y proyectos, los ‘subdesarrollistas’ se han llenado los bolsillos con comisiones, viáticos, coimas, expedientes, consultorías, asesorías, puestitos burocráticos, estudios de factibilidad, planes de negocios, planes de inversión, anteproyectos, proyectos y viáticos, sin que los ribereños e indígenas hayan mejorado en nada su calidad de vida, más bien se ha deteriorado.

El modelo ‘subdesarrollista’ ha tenido otros costos, además de sociales y económicos: ahí están para probarlo los siete millones de hectáreas degradadas y abandonadas que existen en la Amazonía peruana, donde se talaron los bosques para sembrar cosechas efímeras, generalmente de monocultivos. Los efectos de la deforestación incontrolada no son inventados por los catastrofistas: las extremas crecientes y vaciantes que asolan la Amazonía en los últimos años, además de huaycos e inundaciones locales, entre otros males, son en buena medida fruto de la deforestación “agropecuaria”.

Ellos han operado sin restricción alguna promoviendo su modelo agropecuario con la mayoría de comunidades de Loreto, y ahí está su patético producto, más de 70% siguen pobres. Entre tanto, los denostados conservacionistas han trabajado apenas con unas decenas de comunidades en torno a algunas áreas protegidas, y aunque hay que reconocer que también entre ellos ha habido proyectos con poco resultado, en muchos otros casos sí han mejorado substancialmente su calidad de vida.

Ahí tenemos como ejemplo el área de conservación regional Tamshiyacu-Tahuayo, donde las comunidades realizan sus actividades agrícolas y pecuarias tradicionales sin restricción alguna, en las riberas del medio y bajo Tahuayo, pero conservan sus zonas de cabecera (donde nunca iban a realizar agricultura) con un área protegida propuesta y manejada por ellos mismos. Aunque muchos practican la agricultura sin restricciones, progresivamente se dedican a actividades más rentables y sostenibles, como la elaboración de artesanías para el mercado nacional e internacional, y el turismo. Manejan con eficiencia sus recursos de subsistencia, fauna terrestre y acuática, y bosques, con lo que su calidad de vida ha mejorado gracias a la mayor disponibilidad de recursos, y sus ingresos se han incrementado substancial y sosteniblemente en el último lustro, en más de 500% en muchas familias.

Hablan de las áreas protegidas: en Loreto existió por décadas una sola, la R. N. Pacaya-Samiria – RNPS, y apenas en los últimos 15 años fueron creadas algunas más, la mayoría (todas las áreas de conservación regional) en zonas bastante inaccesibles, zonas de cabecera de cuenca sin vocación agrícola alguna ni presencia humana permanente. Aún en la RNPS las comunidades han podido realizar sus actividades agrícolas tradicionales sin mayor restricción que respetar la zonificación concertada con ellos mismos. Yo mismo sustenté hace unos años la pertinencia de promover el cultivo del camu camu dentro de esta reserva, en las zonas de uso especial separadas para la agricultura, como una buena alternativa económica para las comunidades. Pero se trata de suelos aluviales profundos y ricos en nutrientes, al contrario de la mayoría de los suelos de altura no aptos para cultivos en limpio donde los desarrollistas han impulsado su fracasado modelo.

Así como los desarrollistas fracasados critican que los conservacionistas vivan en las ciudades, yo pregunto: si tan rentable es la agricultura, ¿por qué no están ellos trabajando en el campo, desarrollando prósperos negocios agropecuarios, como hacen tantos y tantos empresarios exitosos, muchos de ellos profesionales, en el Ande y la Costa? Nadie se lo impide. Hay cientos de propiedades privadas tituladas que pueden comprar en la carretera Iquitos-Nauta o en las riberas cercanas a Iquitos, abandonadas e improductivas, no porque algún torvo conservacionista impida que produzcan, sino por la incapacidad e ineptitud de esos ‘subdesarrollistas’. Ellos son los auténticos “perros del hortelano” de la Amazonía.

http://diariolaregion.com/web/
2012/07/04/subdesarrollismo-cronico/

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