Mujeres y agua


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Pablo Quintanilla

Hasta hace poco se asumía que el desarrollo de las sociedades se mide solo según criterios económicos, es decir, de acuerdo con su PBI o su ingreso per cápita. Esta concepción ha sido cuestionada recientemente gracias a la obra de académicos de diversas disciplinas, como Amartya Sen y Martha Nussbaum y, en el Perú, a la del reconocido economista e intelectual Javier Iguiñiz Echeverría. Ellos sostienen que el desarrollo es multidimensional. Esto significa que una sociedad podría estar muy desarrollada según un criterio (verbigracia crecimiento económico) pero no según otros (como educación, cultura, salud, confiabilidad del sistema judicial, seguridad, institucionalidad, etc.).

La idea es, también, que el desarrollo de una sociedad se mide en términos de la ampliación de las capacidades de los seres humanos que pertenecen a ella, es decir, en términos de la mayor o menor libertad que tenga una persona para vivir la vida que valora y que tiene razones para valorar. Esto implica, a su vez, una ampliación de su agencia, es decir, de la posibilidad que esa persona tiene para modificar voluntariamente su futuro, en las diversas dimensiones de su vida personal y social.
Este enfoque nos permite reconsiderar el fenómeno de la pobreza. Ser pobre no es solo no tener dinero, sino no poder vivir la vida que uno desea vivir. La pobreza reduce la libertad, lo que conduce a que en una sociedad con una brecha muy grande entre pobres y ricos, los únicos verdaderamente libres son quienes tienen recursos económicos, porque los pobres ciertamente no lo son. Por eso, desarrollar a una sociedad no es solo garantizar que la gente tenga más efectivo para satisfacer sus necesidades básicas, es también promover que las personas adquieran capacidades que antes no tenían, esto es, que sean más libres para no seguir esclavizados por decisiones o circunstancias externas a su voluntad. Como es conocido, las mujeres en nuestro país han sido, y en muchos casos siguen siendo, poco agentes de sus propias vidas. Eso debe ser revertido, pues el desarrollo de las mujeres es el desarrollo de la sociedad. No solo por el obvio hecho de que ellas son la mitad de la población, sino también por un asunto objetivo. Las investigaciones empíricas prueban que hay dos factores determinantes para el desarrollo de un país: la educación de las mujeres y el acceso al agua potable. Lo primero permite una buena maternidad, así como una adecuada educación de los hijos y, casi siempre, una buena estructura familiar. Lo segundo garantiza higiene, salud y condiciones mínimas de calidad de vida. Por eso, para desarrollar al Perú necesitamos dos cosas importantes: educar a las niñas y lograr que agua limpia llegue a todos los rincones. 

http://diario16.pe/columnista/32/pablo-quintanilla/2075/mujeres-y-agua

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