Esperando a los bárbaros


Pablo Quintanilla

Ríos de tinta han corrido tratando de desentrañar las verdaderas motivaciones de quienes pretenden revocar a la alcaldesa de Lima. Coincido con varias de las tesis presentadas, como, por ejemplo, que algunos desean volver a la municipalidad para seguir lucrando en lo que parece un espléndido negocio. También concuerdo en que hay un partido político tradicional que necesita ganar alguna elección, aunque sea menor, para aplazar su extinción. Pero creo que esas son solo las motivaciones al corto plazo y que más pesan las de mayor término.

Para comenzar, se han juntado para buscar la revocatoria quienes tienen más acusaciones judiciales por delitos de corrupción en toda la historia del Perú: Alan, Castañeda y los fujimoristas. Estos últimos, astutamente, tratan de no aparecer en la foto, pero no tengo dudas de que están en el equipo.

Alan y el fujimorismo mantienen una sociedad de décadas. Desde que se unieron en amancebamiento, para evitar la victoria electoral de Vargas Llosa en 1990, han cohabitado clandestinamente. Recientemente, para las elecciones municipales de 2010, llevaron de manera conjunta a Alex Kouri, y para las presidenciales de 2011 postularon a Keiko Fujimori. Meche Araoz fue, por supuesto, solo una bella sonrisa; y PPK, un comparsa en el espectáculo. El partido amarillo es solo un recién llegado en este ménage a trois, que pronto volverá a ser una pareja.

El objetivo a largo plazo de estos nuevos socios de la conquista es instalarse en el gobierno con un proyecto a treinta años que, sin embargo, de la impresión de alternar en el poder. Esto les permitiría saquear sistemáticamente el ahora rico erario público. Si lo hicieron cuando nuestro Estado era pobre, cómo no querrán repetirlo ahora, que es más rico de lo que jamás ha sido. Lo harían, además, sin ningún control, pues al copar la vida política desde varios partidos diferentes, darían la finta de fiscalizarse mutuamente.

Un objetivo adicional es dar una lección a esta señora entrometida y a los ingenuos que la apoyan para que nadie vuelva a osar obstaculizar la voluntad de los grandes capos. Con o sin errores de carácter técnico, la alcaldesa tiene el atrevimiento de hacer política pensando en el bien de la ciudad y no en el de su cuenta bancaria. Ese es un pésimo ejemplo que los convivientes no van a tolerar, porque puede malacostumbrar al votante a esperar que los políticos sean honestos, algo inadmisible, pues malograría la plaza.

Cada uno de estos socios aprendió, cuando estuvo en el poder, cómo hacer para secuestrar al Estado. Dado que su objetivo es el mismo, solo necesitan seguir unidos. Es como una alianza estratégica entre los injertos y los destructores. Aprendieron a comprar o alquilar a periodistas y medios de prensa para manipular a la opinión pública. Lubricaron la maquinaria partidaria con el fin de copar las instituciones, comenzando por el Poder Judicial. También se entrenaron en donar panetones o tallarines para persuadir a la indolente voluntad ciudadana. Apoderarse del Estado era, en verdad, mucho más fácil de lo que hubieran podido imaginar. ¿Cómo no se les ocurrió antes? Debería darles vergüenza que tuviera que ser el excapitán Montesinos Torres, expulsado de las Fuerzas Armadas por traición a la patria, quien les enseñara a hacerlo.

En resumen, ¿por qué la revocatoria? Para posicionarse mejor en el ajedrez político, defenestrando a quien hace dos años les malogró el negocio y aprovechando también para dar un mensaje a los respondones: no se puede ni se debe hacer política limpia en este país; a quien pretenda hacerlo hay que sacarlo del juego. Sin embargo, el objetivo central es preparar el retorno en 2016 para no moverse por un buen tiempo. ¿Pero es que estos intereses personales y partidarios son más importantes que el bien de la ciudad y de la nación? ¿Justifica el deseo de poder y dinero hundir a la ciudad en el caos y la polarización? ¿Tiene sentido iniciar una carrera de revocadores profesionales que nos sumirán en la zozobra permanente de una interminable campaña política? ¿Vale la pena volver a sumergirnos en la ponzoña y la guerra mediática por un plazo indeterminado? Claro que no, pero eso no les importa.

Sin embargo, el proyecto de los revocadores podría convertírseles en un boomerang y bloquearles su retorno el 2016. Si Susana es vacada, ellos serán responsables del inevitable caos ulterior. Si ella se queda, ellos saldrán debilitados. Esa gente, al fin y al cabo, nunca supo ser una solución.

http://diario16.pe/columnista/32/pablo-quintanilla/2301/esperando-a-los-ba-rbaros

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