Dogmas religiosos y económicos en las aulas


Jordi Mir Garcia y Paula Veciana Botet

¿Qué religión puede tener como finalidad transmitir a niños y jóvenes que su felicidad está sólo en manos de la divinidad? ¿Qué se busca cuando se quiere implantar esta enseñanza? ¿Qué tipo de vida se está promoviendo? ¿Qué libertad? ¿Qué autonomía? El martes 24 de febrero se publicaba en el Boletín Oficial del Estado el currículo de la enseñanza de Religión Católica en la Educación Primaria y la Educación Secundaria Obligatoria. En el correspondiente al primer curso (niñas y niños de 6 y 7 años) se deberá estudiar la creación como regalo de Dios. El ser humano como obra maestra de la creación. ¿Niñas y niños deberán responder de una manera en los exámenes de ciencias naturales y de otra en las de religión? ¿Asumirán que el ser humano es lo más importante que hay en este planeta? En el correspondiente al segundo curso (niños y niñas de 7 y 8 años) se presenta como contenido a estudiar que Dios, padre de la humanidad, quiere nuestra felicidad; Dios crea al ser humano para ser su amigo. Y entre los criterios de evaluación se expone «Reconocer la incapacidad de la persona para alcanzar por sí misma la felicidad». ¿Debemos educar en la asunción de la imposibilidad de alcanzar la felicidad a menos que sea gracias a la divinidad?

No se trata de cuestionar la religión católica, pero sí pensar si esta versión de sus enseñanzas debe estar en la escuela y ser evaluables en una asignatura. Colectivos religiosos como la HOAC, la Federación Estatal de Profesores de Enseñanza Religiosa, Profesores Cristianos de la Educación Pública, se posicionaron claramente en contra de la LOMCE y su utilización de la religión. Ellos pedían la implantación de una asignatura sobre el Hecho Religioso con un currículo no confesional establecido por una autoridad académica que fuera plural, respetuoso y no vinculado a ninguna confesionalidad ni autoridad religiosa http://www.hoac.es/2013/07/04/colectivos-cristianos-por-una-educacion-publica-de-calidad-para-todos/ ¿Lo que explicamos puede fundamentar el no cuestionamiento, la delegación, la credulidad, el dogmatismo? El riesgo no lo encontramos sólo en las asignaturas de religión. Puede pasar en todas. Dependerá de cómo explicamos la historia, la filosofía, la ética, las ciencias naturales, la economía…

«¿Esta Educación Financiera, forma parte de la educación que queremos?» Es el título de un manifiesto que también hemos conocido esta semana. Está elaborado por trabajadores del Instituto Manolo Hugué de Caldes de Montbui http://filosofia-insmanolohugue.blogspot.com.es/2015/02/malestar-amb-les-sessions-deducacio.html y responde a experiencias vividas en las sesiones de Educación Financiera que reciben estudiantes del centro. La Educación Financiera en las Escuelas de Cataluña es un programa en el que pueden participar los institutos que lo deseen para los alumnos de 4º de ESO. Lo está desarrollando el Instituto de Estudios Financieros (IEF), con un patronato donde hay representación del Departamento de Economia i Coneixement de la Generalitat de Catalunya, el Institut Català de Finances, la Federación Catalana de Caixes d’Estalvis y las principales entidades financieras instaladas en Cataluña. Los talleres los imparten trabajadores en activo o jubilados vinculados a entidades financieras. Las críticas llegan por la orientación de los contenidos a estudiar y comportamientos vividos en las clases: «Se defiende el modelo consumista que nos ha llevado a la crisis y se incita a los alumnos al consumo y el endeudamiento». «Se ha llegado a afirmar en clase que las personas que compraron Subordinadas y Preferentes en el banco son las únicas responsables de sus acciones y se merecen haber perdido los ahorros, incluso si eran personas mayores. Se llegó a insultar diciendo que eran «burros» (sic)»

El manifiesto señala un elemento clave para la educación más allá del comportamiento individual que puedan tener las personas docentes: «Tampoco hay el imprescindible respeto a la pluralidad de opiniones y los puntos de vista de los alumnos». La economía llega a los institutos y comienza a plantear un tipo de problemas que ya hace años que se detectan en las facultades universitarias: la falta de pluralidad. Buena parte de los materiales que se ofrecen para las nuevas asignaturas de educación financiera y emprendimiento son elaborados por actores del mundo financiero no dedicados a la educación y que no buscan necesariamente recoger todas las perspectivas existentes sobre estas materias. ¿Nos podemos quedar sólo con los materiales que preparan la Comisión Nacional del Mercado de Valores, el Banco de España, La Caixa, BBVA o el IEF? ¿Estos materiales explican la banca ética? ¿La economía social y solidaria? ¿Las cláusulas hipotecarias abusivas? ¿La responsabilidad institucional y empresarial en la precarización laboral?

La reivindicación de la pluralidad ya hace años que viene apareciendo en el ámbito universitario. El curso pasado, colectivos de estudiantes de universidades del mundo entero se unieron para plantear que los planes de estudio deberían incluir tres formas de pluralismo: pluralismo de las teorías económicas a estudiar para ampliar las corrientes de pensamiento presentes; los métodos a utilizar porque son diferentes los tipos de análisis que nos ayudarán a entender lo que pasa; y de las disciplinas (filosofía, ética, historia…) que permiten conocer mejor la propia. http://diarieducacio.cat/altres-cares-de-les-facultats-deconomia/

También esta semana, en una clase universitaria donde hablábamos de falacias, aquellos argumentos que se consideran no válidos porque pueden llevar a engaño y a un debate no saludable, un estudiante levantó la mano para hacer un comentario y una pregunta. El comentario lo hacía con los ojos bien abiertos. Decía que él escuchaba falacias en todas partes, los debates en televisión van llenos. Una de las más habituales que detectaba era la de autoridad. «En todas partes se refieren a los expertos. Los expertos dicen… «. Entonces preguntaba: «¿Debemos hacer caso siempre a los expertos?» Y eso le llevaba a una saludable derivada: «¿Debemos hacerte caso a tí en clase que eres el experto?» La segunda pregunta la hizo con la voz más baja y menos segura que la que había tenido en hacer el comentario inicial, como si se encontrara inseguro planteando la posibilidad de cuestionar el profesor. La respuesta nos llevó a Michel de Montaigne, David Hume y a pensar sobre nuestras limitaciones y el escepticismo necesario para avanzar en el conocimiento. Y a decir que claro que tienen que poner en cuestión al profesor. Deben pensar con la propia cabeza y poder dudar, analizar y rebatir todo lo que escuchan o leen. Bartolomé de las Casas envió a paseo a Aristóteles, la autoridad máxima de nuestro mundo medieval, porque, pensando en lo que veía en América colonizada, no compartía la justificación de la esclavitud que se hacía en su sociedad y que se justificaba en el pensamiento de Aristóteles.

La educación nunca debería fundamentarse en el dogma si busca desarrollar la libertad de pensamiento de las personas, sus inquietudes, sus capacidades para analizar y evaluar todo lo que pasa a su alrededor. Los principios y los valores no necesariamente se pueden demostrar. Podemos creer en la fraternidad por encima del egoísmo porque aspiramos a vivir de otra manera. Podemos creer que nadie merece la explotación y precarización, porque no queremos que nadie sufra lo que uno no quiere sufrir. Cada uno tendrá los suyos y los debería elegir libremente. La educación debería hacer todo lo posible para conseguir que nos formemos en libertad, sin imposiciones, en pluralidad de disciplinas, escuelas y métodos, distinguiendo lo que son hechos de lo que son interpretaciones, analizando argumentos, estando dispuesto a cambiar de opinión y posición.

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