Novelas

Jerónimo Centurión

Algunas veces entiendo esa apatía que nos aletarga, que nos vuelve marmotas y que termina descarrilándonos como país. No la comparto. Me opongo ferozmente a ella.

Creo que buena parte de nuestros problemas sociales y políticos devienen de nuestro patológico y egoísta desinterés. Pero ocurren situaciones como la actual en la que todo parece tan grave, tan importante, tan complejo e incluso interesante que lleva a algunos despistados a comparar nuestra coyuntura con ficciones del nivel de House of Cards. Pero no. Nuestra novela política es más parecida a series como el Auto Fantástico o Baywatch. Seguimos sin incorporar matices, seguimos repitiendo estereotipos. No aprendemos a escribir nuestra propias historia. Y eso es penoso.

La censura a Ana Jara por ejemplo. La señora debió renunciar y no obligar al Congreso a censurarla por ilícitos que no admiten discusión. Aquí y en cualquier país, excepto Estados Unidos, el seguimiento a civiles por parte del Gobierno sin autorización fiscal, es un delito. La DINI depende de la Presidencia del Consejo de Ministros y a la señora Jara le correspondía renunciar. Por tonta y no percatarse lo que sus subordinados indirectos realizaban o por ser cómplice de estos actos. Eso es lo concreto.

Claro, el hecho que Jara sea responsable no implica que apristas, fujimoristas y toledistas tengan autoridad alguna para ufanarse de nada. Esta debió ser una censura rápida y silenciosa, casi culposa. Pero no, el circo no podía faltar y la predecible decapitación de Jara ocurrió entre vergonzosos e indignantes discursos de parlamentarios amnésicos.

En ese contexto circense, nuestro “garante de la democracia” y Nobel de literatura confesó haber seguido el debate parlamentario y, seguramente abochornado por el mal uso del lenguaje, pero sobretodo por la conchudez monumental de la mayoría de miembros del congreso, felicitó a la señora Jara “por el homenaje que involuntariamente le ha hecho el Congreso censurándola”.

Interesante. Que nuestro Nobel defienda a una irresponsable le daba a nuestra novela política un matiz divertido. Pero el capítulo no duró mucho tiempo. La pareja presidencial nombró a Cateriano y por un momento el suspenso parecía volver a entusiasmar nuestra política. Un anti fujimorista y anti aprista se presentará ante un parlamento dominado por apristas y fujimoristas quienes podrían cortarle la cabeza. Paja. Y más interesante aún, al Congreso podría costarle la vida la censura a Cateriano pues la pareja presidencial podría cerrar el circo. ¿Qué pasará? Corrían las apuestas. Hasta que Cateriano bajo el tono, prometió despersonalizarse y el suspenso empezó a decaer.

Mi naturaleza me impide estar completamente al margen de la coyuntura política, es por eso que este fin de semana narré entusiasmado los detalles de este culebrón. Hasta que un amigo, sin ánimo de fastidiar, me preguntó: “¿Qué significaban todos estos cambios e intrigas, qué cambios ocurrirían, de qué manera repercutiría en la población?” Me quedé callado pensando un segundo y mi entusiasmo se vino abajo. “Ninguno” dije. Nada va a cambiar, los niveles de educación, salud, seguridad ciudadana, cuidado del medio ambiente y respeto a los derechos humanos seguirán como hasta ahora, es decir, en un segundo o tercer lugar. Las inversiones, la madre de todos los santos, tampoco sufrirán alteración alguna. Ese es otro cuento que no cansan de repetirnos hasta el cansancio. Que debemos portarnos bien, reclamar menos, bajar los impuestos, acelerar los trámites, dejar de hablar de medio ambiente o derechos humanos. Todo para que los inversionistas vengan a nuestro país a hacer negocios.

La semana pasada La República publicó un Wikileak en el que se mostraban documentos del acuerdo Trans Pacífico, según el cual Perú permitiría a empresas extranjeras demandarnos por sumas millonarias si, por ejemplo, un grupo de pobladores decide quejarse por daños ambientales. Lo escandaloso es que estas empresas pueden ir a quejarse a instancias internacionales donde tienen poderosos lobbies, saltándose la justicia en el Perú.

¿Qué ha dicho Humala al respecto? Nada. A estas alturas ya le queda poco por decir. Tampoco a los medios les interesa mucho este tipo de historia, prefieren la novela cotidiana, aquella que nos vende ruido y humo. Es por eso que algunas veces entiendo la apatía e incluso el desprecio que genera la política. Que lo entienda, sin embargo, no significa que lo respalde. La política no son los políticos, la política está viva, somos nosotros, y siempre estaremos a tiempo de irla (ir) cambiando.

http://diario16.pe/noticia/59160-lea-novelas-columna-jeronimo-centurion

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