Pederastas ricos, pederastas pobres

Rocío Silva Santisteban

La importante y valiente denuncia de Pedro Salinas y Paola Ugaz en el libro Mitad monjes, mitad soldados ha puesto una vez más sobre la agenda pública de los sectores que detentan el poder en nuestro país la situación de los jóvenes, de buenas intenciones, que terminan sojuzgados por líderes espirituales que les lavan el cerebro, los someten y humillan con el cuento de hacerlos “dignos de Dios”. La denuncia de pederastia y estupro sexual, esta vez contra el fundador del Sodalitium Humanae Vitae, Luis Fernando Figari, se suma a las denuncias contra el segundo de la orden ya fallecido y al que pretendían beatificar, German Doig, así como contra otros miembros prominentes del SHV como Jeffrey Daniels y Daniel Murguía, secretario personal de Figari, a quien la policía sorprendió en un inmundo hostal de Carabaya, centro de Lima, fotografiando a niños desnudos a cambio de figuritas de Pokemón. Lo siento, lectores, aguanten la arcada.

Esta situación cobra visos de escándalo eclesial porque, hechas las innumerables denuncias ante el Tribunal Eclesiástico de Lima, incluso por sacerdotes de la misma SHV como el padre Jean Pierre Teullet, el presidente de este, Víctor Huapaya, no denunció ante el Ministerio Público y como sostienen algunos periodistas, entre ellos la articulista Sandra Belaunde del diario El Comercio, algunos de estos delitos podrían haber prescrito. En otras palabras, aun siendo Figari responsable legalmente de estos crímenes, podría quedar impune y retirado del mundanal ruido en su casa en Roma gracias a la demora del secretario de Juan Luis Cipriani.

Todo esto nos indigna a los y las peruanas profundamente porque se trata de crímenes sexuales contra adolescentes y niños realizados por un hipócrita “hombre de Dios” que, además, se afanaba al realizar humillaciones psicológicas permanentemente contra los aprendices a sodálites e incluso propinarles golpes. Como también denuncia el bloguero Martin Scheuch, Figari era un acosador moral denunciado por varios ex miembros de esta agrupación, que utilizaba términos soeces y vulgares para referirse a la sexualidad de los seres humanos.

Al otro lado del espectro económico, la semana pasada, la policía recibió en el centro poblado San Matías de El Carmen, Chincha, una laptop robada por un delincuente de poca monta al auxiliar de educación del colegio estatal Nº 22865, Javier Guerra Salguero, con fotos abusando sexualmente de decenas de niños entre 8 y 11 años de edad. El “ladrón bueno” entregó la máquina al comisario, quien de inmediato trasladó la denuncia al fiscal. El pederasta Guerra Salguero, capturado y presionado por la policía, confesó que estuvo sometiendo sexualmente a escolares del colegio en el que trabajaba desde el año 2000 a cambio de “recargas” para sus celulares o quetes de pasta básica. El tipo se encuentra en estos momentos en la cárcel y es probable que lo espere una bien merecida e infinita cadena perpetua.

Dos escándalos similares en dos lugares tan diferentes del Perú: como si el muro entre Las Casuarinas y el asentamiento José Carlos Mariátegui de Pamplona Alta también funcionara para la justicia: el pederasta de Chincha está en prisión; el pederasta de San Isidro en su casa de retiro de Roma. Ambos abusaron de niños y adolescentes; y siendo ambos totalmente réprobos, me indigna más aún la impunidad de Figari, porque se supone que él era un líder espiritual que, terminó como tantos, siendo un dictador moral y un perverso. Espero que allá en su retiro no olvide las palabras del evangelio de Mateo 18,6: “Si alguien hace caer y tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino, y que se ahogara en lo más profundo del mar”.

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