Corrupción y cinismo van juntos


César Lévano
 
Escuchar que Alan García predique contra la corrupción es parte del folclor político peruano. Es el caso clínico y cínico de quien pareciera no darse cuenta de lo que hace, y del abismo que separa sus palabras de sus hechos. Esta asombrosa contradicción se repitió ayer en el Foro Anticorrupción de Proética.
 
Es, por lo visto, un caso sin remedio.
 
El jefe aprista finge haber olvidado que él mismo afirmó que en su segundo mandato otorgó miles de conmutaciones de penas, previa consulta, caso por caso, con el mismísimo Dios. De las 5,246 penas que alivió, 3,207 beneficiaron a sentenciados por tráfico de drogas y 1,626 por robo agravado. Muchos de estos favores se otorgaron a organizaciones delictivas y a cabecillas de bandas. El político que incentivó el asesinato de dirigentes sindicales de construcción civil no puede hacerse el olvidadizo.
 
En vez de predicar moral, el “doctor” García debería tener presente su temprana corruptela durante su primer gobierno, cuando, tras crear La Autoridad Autónoma del Proyecto Especial del Sistema Eléctrico de Transporte Masivo, inició un negociado con el consorcio italiano TRALIMA. Sergio Siragusa, asesor de este grupo, declaró ante la justicia peruana que, en Palacio de Gobierno, pagó en total, por “comisiones” a Alan García 1’040,000 dólares. La plata llega sola…
 
Hay muchos otros casos que debieran llevar a la cárcel al expresidente. Por ejemplo el entreguismo a las empresas mineras, que, aparte de ser libradas del impuesto a las sobreganancias, obtenían permisos sin respetar el medio ambiente.
 
Pero, aparte de crímenes de lesa humanidad (El Frontón, Bagua), García no tiene derecho a condenar la corrupción y a defender la virtud moral de un partido que él ha enfangado.
 
El 14 de abril de 2012, García dirigió a sus compañeros una carta que lo muestra como artista de la doble moral, de la impunidad. He aquí un párrafo.
 
“El Perú cree que algunos usaron los cargos del gobierno para su beneficio o proyecto y exige moralidad y eficiencia. Hoy, las ideas que hace ochenta años parecían exclusivamente apristas se han difundido y gracias a Dios están en casi todas las conciencias y programas: la justicia social, la afirmación nacional, la descentralización, la integración del continente. Todo eso ya no pertenece al Partido pero nuestro papel hoy es tratar de ser los mejores ejecutores de esos ideales junto a otros ciudadanos. Pero para ello el país nos exige intransigencia ante el aprovechamiento y la falta de preparación”.
 

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