Perú: Un incendio

Nelson Manrique

El incendio desatado en la madrugada del viernes en Cantagallo, en el Rímac, que destruyó más de 400 viviendas y que ha dejado a cientos de familias shipibo-conibo en la calle, saca a la luz lo mejor y lo peor de nuestra sociedad.

Por una parte, es alentadora la movilización espontánea de miles de ciudadanos que llegaron a los puntos de acopio apresuradamente instalados para canalizar el apoyo material a los damnificados. No es la primera vez que este tipo de solidaridad debe suplir el apoyo que debiera brindar el Estado, y sobre todo la municipalidad de Lima, la gran responsable del desastre.

Por la parte negativa, está la reacción racista azuzada por gente como el periodista Phillip Butters, cuyas declaraciones en su programa en Radio Capital bien merecen un comentario: “Por muy shipibo-conibo que seas, tú no naciste en Lima ¿no es cierto? Tú has venido de otro lado acá. ¿A qué? Es como que vayan limeños allá a Ucayali. Yo no me puedo ir con un grupo de amigos y agarrarme, pues, un local en Ucayali o en Pucallpa”.

Butters parece olvidar que la Lima contemporánea es producto de la movilización de millones de migrantes provenientes del campo, de la sierra y la selva, que fue especialmente intensa en la segunda mitad del siglo pasado y que cambió el rostro de la vieja ciudad colonial, construyendo la Lima que hoy vivimos. Es un hecho macizo que la gran mayoría de los pobladores de Lima son migrantes, o sus descendientes (me incluyo, y sería bueno que Butters revise su árbol genealógico). También en su momento estos fueron objeto de discriminación, prejuicios y agresiones como los que menudean estos días en las redes sociales. Así, la demanda de solidaridad con los shipibo-conibo es recibida por expresiones como la siguiente, subida a Facebook: “Es la conchudez en grado extremo la gente de la selva es ociosa en gran mayoría y peor si es hombre”.

No hay ni el menor asomo de empatía en Butters ni en el autor de este post infame. Ninguna expresión de solidaridad con las víctimas de un incendio en el cual centenares de familias lo han perdido todo, que ha dejado a un niño con el 50% de su cuerpo quemado. Esta desgracia, que en otros seres humanos moviliza instintivamente ese reflejo de solidaridad que nos permitió sobrevivir como especie, no les dice nada. La desgracia de estas familias constituye simplemente un pretexto para que expresen prejuicios, xenofobia y racismo en su grado de elaboración más primitivo. Aparentemente Butters parece ignorar que Ucayali y Pucallpa, y todos los poblados amazónicos contemporáneos, son producto de la invasión de cientos de miles de colonos provenientes de la costa y la sierra, que despojaron de sus tierras a los pobladores originarios, entre los que se encuentran, por supuesto, los shipibo-conibo que él detesta. Si sigue esta pista probablemente podrá entender mejor por qué la gente abandona sus lugares de origen y migra hacia la capital.

El corresponsal de Facebook, por su parte, elabora esos estereotipos totalizadores que descalifican a otros seres humanos como grupo, con un par de fórmulas fáciles como proclamar que “la gente de la selva es ociosa en gran mayoría y peor si es hombre”. Más allá de lo elemental de semejante elaboración intelectual, parece increíble que alguien que maneja así el idioma pueda sentirse con derecho para descalificar a alguien. Detrás de este tipo de argumentos existe la no tan oculta convicción de que los pobladores amazónicos originarios no merecen tener los derechos que la Constitución reconoce a todos los ciudadanos peruanos. Son indígenas, y además amazónicos. ¿Cómo pueden pretender que los traten como a verdaderos peruanos? Esto es lo que nos dice el siguiente post: “Habilitaron carpas para damnificados de Cantagallo pero no quieren ir. ¿No están desesperados? ¿O quieren que los reubiquen en Miraflores?”.

Las trapacerías de Luis Castañeda Lossio, el gran responsable de esta tragedia, al liquidar el proyecto que la anterior administración municipal tenía en marcha, de común acuerdo con los shipibo-conibo, para darles viviendas dignas, son encubiertas por el Congreso. Ya Becerril anunció que el fujimorismo se opone a investigar el incendio y el escándalo de la OAS. Algunos medios de comunicación, como Panamericana y su programa dominical estrella, no dicen una palabra del escándalo, y tratan el incendio de Cantagallo como una nota urbana más. Canal N tuvo la feliz idea de preguntar a sus espectadores la misma noche del incendio si creían que la administración Villarán había engañado a los shipibos.

Es la hora de la calle.

http://larepublica.pe/impresa/opinion/819413-un-incendio

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