Piénselo, señor presidente

César Hildebrandt

De usted depende, señor presidente.

Si quiere, puede seguir aceptando que Víctor Andrés García Belaunde lo llame “Martincito” -dedo en ristre- en RPP y se burle de su inves­tidura, su fuero y hasta de su cara.

Si esa es su voluntad, puede seguir asistiendo a su propia masacre en manos de un congreso que lo que quiere es su ruina. Puede seguir aguantando que Rosita Bartra lo peche, con la intrínseca desventaja que ser pechado por Rosita Bartra implica, cada vez que deposita sus proyectos de reforma política en el tacho de la basura.

Si así lo desea, puede usted seguir, bajo alguna mesa, oyendo el goteo ruin de madame Vilcatoma, que dice ahora que tiene un su­puesto romance adulterino como arma para derribarlo.

O puede, señor presidente, escuchar al cuello blanco Chávarry decir, también en RPP, que usted se muere de miedo porque él investigaba el caso Chinchero.

Puede usted seguir como le dé la gana, señor presidente. Hasta pue­de seguir aguantando que Mauricio Mulder, ilustre viudo de quien se mató al ser descubierto después de 35 años de latrocinio, le diga golpista y conspirador, al lado del sinver­güenza que aporrea el idioma y fue primer ministro del autoextinguido.

En resumen, señor Vizcarra, puede usted seguir impávido ante este congreso que hace una demos­tración diaria de su musculatura y llegar a ser parecido al alfeñique que fue Ollanta Humala.

Pero no se queje si la gente se apena por todo esto y si la imagen de la presidencia de la república rueda por los suelos, como está rodando. ¿Cómo lo van a respetar los comuneros de Fuerabamba si ven que el congreso lo trata a usted como una alpargata?

Es curioso, además, que quienes peor lo tratan son los fujimoristas y sus chalecos congresales, los apris­tas. Es curioso porque la lideresa de los fujimoristas está presa por mentirosa, encubridora y lavado­ra masiva de dinero. Y porque los apristas vieron cómo el jefazo que los destruyó como institución heredera de Haya se disparaba en la sien con tal de no ir preso después de que Barata lo echara y que Miguel Atala confirmara, tardíamente, lo que ya todos sabíamos desde siempre: que el dinero que ostentó desde mediados de los 80 hasta el fin de sus días vino siempre de la cutrería, los trenes, los italianos dignos de Mario Puzo, los Mirage negociados en aquel aterrizaje forzoso en Luxor, el BCCI, los dólares MUC, los negocios con Zanatti, nuevamente los trenes, las carreteras “de interés público emergente”, los brasileños, los bajos fondos Nava, las testaferrías. En suma, todo el dinero negro que jamás llegó y que deshonrará al Apra, si es que el Apra decide seguir atada a tanta mugre.

Con lo que resulta que un partido con lideresa presa y otro con caudillo suicida por haberse enriquecido con dineros públicos son los que a usted lo desairan y desprecian, señor presidente.

No llegó a usted la presidencia para eso, señor Vizcarra. Si va a hundir la institución presidencial en estos ríos profundos de indignidad, sería bueno que vaya pensando en renunciar del mismo modo que su predecesor.

La otra salida es que la sombra que pena hoy en Palacio se convier­ta en un jefe de estado, un líder, un hombre que interprete la náusea popular. Y que ese hombre decidi­do plantee una cuestión de confianza y, dadas las previsiones, disuelva el congreso, tal como lo manda la Constitución. No sería un golpe de estado, como quieren hacerle creer los eunucos que lo rodean. Sería un acto plenamente constitucional que nos traería un nuevo congreso.

¿Podría ser peor que el que hoy lamentamos? Eso es cuántica­mente imposible. No existe posibilidad al­guna de que un nuevo parlamento, elegido desde el escarmiento y el recuerdo de los Mamani y las Bartra, pueda ser peor que la pocilga de estos días.

A Fernando Belaunde le aconsejaron siempre la paciencia, la moderación y el estoicismo. Fíjese en qué terminaron sus gobiernos, enfrentados ambos a Congresos maliciosamente hos­tiles (aunque caballerosos en mu­chos aspectos).

La paciencia, la moderación y el estoicismo son virtudes aplicables a un escenario en donde uno se enfrenta a adversarios racionales y dispuestos a hablar. Hay chusmas chaira en mano con la que es imposible todo entendimiento. Y a usted señor presidente, si sigue como ahora, le espera la ruina total. O lo vacan, que es la solución jacobina con la que sueña el kiekismo ortodoxo, o lo hacen aparecer como un monigote, que es la fórmula lenta y devastadora de la señora Bartra y sus secuaces.

De usted depende, señor presi­dente. Cerrar el congreso y convo­car a elecciones es una salida cons­titucional que no va a resentir para nada el proceso que el Ministerio Público y los jueces están siguiendo por el caso Lava Jato. Librarnos de este congreso no sólo será abrir una ventana que despeje es­tos miasmas. Será también darnos una oportunidad de recomenzar, de tomar un nuevo impulso democrático, de salir de este atasco que pone en peligro la marcha de la economía.

Piense en cómo querrá ser recordado, señor Vizcarra. Usted elija si quiere que se le mencione como a hombre cuyas iniciativas eran lanzadas a la basura por un parlamento mañoso o como el presidente que, en nombre del pueblo convocó la Constitución para librarnos de esta pesadilla.

Fuente: “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 446, 24/05/2019

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