Perú: Neolatifundización y un nuevo ciclo de violencia en la Amazonía
Róger Rumrrill
La trágica muerte de seis agricultores en Ucayali por manos de traficantes de tierras presumiblemente al servicio de una gran empresa que concentra y monopoliza tierras marca y define las características de un nuevo ciclo de violencia en toda la cuenca amazónica en general y en particular en la Amazonía Peruana.
Lo hemos señalado en reiteradas y múltiples ocasiones: hay un proceso de neolatifundización en la Amazonía que responde a factores y causas endógenas y exógenas. Entre las exógenas o externas está la concentración de la riqueza mundial en esta etapa del capitalismo neoliberal.
De acuerdo al informe de OXFAM, 8 megarricos ganan más que 3,600 millones de habitantes pobres del planeta; empresas contadas con los dedos de las manos concentran los medios (lo que Ignacio Ramonet llama la megalatifundización mediática) y un puñado de naciones, China y los países del Golfo Pérsico, además de empresas como Cargill y Goldman Sachs, compran y se tragan millones de hectáreas de tierras en África, Asia y América Latina para la producción de biocombustibles y otros cultivos industriales, controlando también la producción, el transporte y la producción agroalimentaria e incluso los modelos y patrones de consumo.
Buena parte de estos compradores son fondos de inversión y empresas de agronegocios y que tienen como objetivo la especulación en el suculento negocio de tierras y alimentos.
Otra de las razones y causas de por qué el proceso de neolatifundización de la Amazonía avanza sin pausa es porque el espacio amazónico adquiere en esta etapa de crisis civilizatoria, de fin de época y de cambio climático, un rol y papel geopolítico, geoeconómico e hidropolítico estratégico para los intereses hegemónicos sobre todo de los Estados Unidos y China.
LOS CICLOS DE VIOLENCIA EN LA AMAZONÍA
Los períodos de violencia en la Amazonía Peruana están casi siempre ligados y relacionados con los ciclos económicos extractivos que dependen de la demanda mundial. Uno de los ciclos de mayor violencia fue, sin duda, el del caucho, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
De acuerdo al historiador de la república, Jorge Basadre, quien, basándose en el libro “El proceso del Putumayo” de Carlos de A. Valcárcel y otras fuentes de la época, estimó en 40 mil muertos principalmente indígenas, witotos, andokes y ocainas, las víctimas de un sistema precapitalista y semiesclavista instalado en la Amazonía. Sistema que sigue vigente en muchos lugares de la Amazonía, sobre todo en las remotas zonas fronterizas del Yurúa, Purús y en el Putumayo.
La crisis post cauchera también generó violencia. El 31 de diciembre de 1909, el dictador del oncenio Augusto B. Leguía promulgó la Ley 1220 de Tierras de Montaña. La norma, que recoge el pensamiento y los intereses de la “república aristocrática” sobre la Amazonía, establece en su artículo 2 “que las tierras de montaña del dominio del Estado se concederán a los particulares para su explotación y aprovechamiento, por los medios siguientes: venta, denuncio, adjudicación gratuita; y concesión”.
La Ley 1220 abrió las puertas de la concentración de tierras para el surgimiento de las haciendas y fundos, a costa del violento despojo de las tierras y territorios indígenas. La 1220, que es un antecedente de las leyes del “perro del hortelano” de Alan García Pérez, recién fue derogada en 1974 con la Ley 20654 del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada del general Juan Velasco Alvarado.
Otros ciclos de violencia en la Amazonía son los del narcotráfico y la violencia armada a partir de los años sententas del siglo XX.
EL NUEVO CICLO DE VIOLENCIA EN LA AMAZONÍA
La mecha que está prendiendo un nuevo ciclo de violencia amazónica es, como ya señalamos, el proceso de neolatifundización de la Amazonía por la concentración y disputa de tierras maquinadas por grandes empresas y sus operadores, testaferros y traficantes de tierras.
Ucayali aparece hoy como el epicentro del mayor conflicto por la tierra, los bosques y otros recursos en la Amazonía. Víctimas como Edwin Chota y sus compañeros en Saweto y el asesinato de los seis colonos en la Comunidad de Bajo Royal es una muestra de esta guerra manipulada por empresas de diferentes nacionalidades. Aunque el más visible es el Grupo Melka.
Pero la disputa sangrienta por la tierra y otras riquezas no será la única causa y motivo de la violencia en Ucayali y el resto de la Amazonía. También lo es y será el narcotráfico. El mapa de la droga se está desplazando del Valle del Río Apurímac-Ene-Mantaro (VRAEM) hacia las cuencas altas del Ucayali y sus afluentes y Pucallpa, la capital ucayalina, será muy pronto la capital del narcotráfico, como lo es todavía Ayacucho.
Lamentablemente puede ocurrir con la Amazonía lo que ahora pasa en el resto del país y principalmente en Lima. Advertíamos hace algunos años que los patrones de violencia urbana y rural de Colombia, el sicariato, se desplazarían al Perú en la misma medida en que nuestro país se convertía en el mayor productor mundial de cocaína, indeseable y trágico primer lugar que seguimos detentando.
Todo este sombrío escenario que se cierne sobre la Amazonía solo es posible porque tenemos un Estado y una clase política y económica que ha estado y está históricamente a espaldas de la Amazonía y que ahora, en pleno siglo XXI, solo ve y considera que la Amazonía es un territorio de extracción de materias primas.
Una derecha política y económica cortoplacista y extractivista, incapaz de mirar a la Amazonía como la renta estratégica del Perú en el siglo XXI.
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