El dictador transparente

Eduardo Gonzáles Viaña

—Si bloqueo a una persona en Facebook, y luego me cruzo con ella en la calle, ¿podré verla?

—La verás, pero será transparente.

Algo similar está ocurriendo en el Perú. En medio de nosotros, hay un dictador o una dictadura transparente.

No se ve porque no ha cerrado las instituciones democráticas otra vez, pero lo hará, y no reclama la presidencia porque tiene un Congreso monocorde y un presidente sumiso que hizo lobby ante la Corte Interamericana para defender el indulto.

1) El primero de sus caracteres es la ley mordaza en represalia contra una prensa a la cual achaca la creciente desaprobación de Keiko, 75 por ciento, en las encuestas. Como lo ha dicho Sinesio López, es “una medida retrógrada que celebrarían las dictaduras y aplaudirían las monarquías absolutas y los imperios teocráticos medievales”.

2) La destrucción de la memoria: Un mes atrás, un general cantinflesco urdió una trampa contra una guía del LUM para acusarla de apología del terrorismo, humillarla públicamente y por fin aplastarla. Además, el Congreso debatió cómo borrar los crímenes cometidos por los agentes del Estado y se propuso una Comisión investigadora que falsificará la historia y nos dará una apología del fujimorismo.

3) La misoginia es característica ostensible de esta dictadura. En todos los niveles, se embiste contra las mujeres porque su creciente poder es inaceptable.

En semanas recientes, un exmilitar investido por el fujimorismo como jefe de seguridad del Congreso atacó, sin pudor ni freno, a las periodistas Claudia Cisneros, Patricia del Río, Pámela Vértiz, Rosa María Palacios, Sol Carreño, entre otras.

4) Con el ascenso del dictador transparente corre pareja una ofensiva fundamentalista. Como ya lo han hecho en otros países, los evangélicos sienten el poder como un mandato de Dios.

No hay un Moisés que les abra paso entre las olas del mar, pero hay elementos que, bien explotados, aceleran su marcha.

La búsqueda de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres es inaceptable para las multitudes “cristianas”. En su raciocinio, aquella al igual que las uniones homosexuales y el derecho al aborto son inventos de Satanás, y por eso, como dijo uno de sus líderes, “cuando veas a dos mujeres homosexuales, degüéllalas”.

Si tomamos en cuenta que una de las condiciones necesarias para llegar a ser una sociedad moderna es la separación entre la religión y la política, nuestro tiempo es el de inicios del siglo XIX, antes de la Independencia y de las transformaciones del liberalismo político.

5) La llamada “ley de la muerte civil”, engendro del actual Congreso, es anticonstitucional y bárbara. Por ella, se echa de sus puestos a personas que ya penaron décadas de cárcel y pagaron la reparación civil que se les impuso. Reducidos a la indigencia, se les impide ahora trabajar para sostener a sus familias.

Resulta increíble que nadie la haya impugnado en el Congreso por el solo hecho elemental de que no se puede legislar para el pasado. Es decir, se dan leyes y penas para aquellos que, de hoy en adelante, infrinjan el orden. No para quienes ya pagaron sus culpas, y de ninguna forma para descuartizarlos.

Ocurre que la dictadura no solamente masacró comunidades, organizó grupos de asesinos y se apropió del dinero de las privatizaciones, sino también engendró el miedo, la sospecha, el cinismo, y sobre todo una cobardía que en algunos dura hasta nuestro tiempo.

La dictadura transparente ya está entre nosotros, y no podemos ignorarla ni solamente bloquearla en Facebook. En 1995, las fuerzas democráticas del país no fueron capaces de unirse para frenar la dictadura, y Fujimori aplastó a Dr. Pérez de Cuéllar.

Ahora, hay que unirse para salvar la civilización. RECUPERAR LA DEMOCRACIA es una tarea que no pertenece tan solo a la gente de izquierda. Corresponde a los liberales y a los conservadores, a los moderados y a los centristas, a los cristianos y a los agnósticos y a todos los que creen en la superioridad y la gloria de la raza humana.

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