El futuro de la ciencia comienza hoy y la educación no puede olvidarse de él

Débora Mainegra Fernández

El artículo reflexiona acerca de la visión del futuro de la humanidad y el rol que debe jugar la educación en su modelación, a través de la orientación de las nuevas generaciones hacia profesiones acorde con las necesidades de su espacio vital, asumidas con responsabilidad ciudadana.

El futuro es una construcción psicológica más o menos compleja, en correspondencia con los niveles de desarrollo psíquico alcanzados por un individuo. Está expresado, a su vez, por un tiempo verbal debidamente representado en la gramática de todas las lenguas.

Desde su surgimiento como especie, el humano se preocupó por él. Todos imaginamos las trasformaciones, sucesos, acontecimientos que tendrán lugar con el pasar del tiempo con un margen de error menor cuando se trata del corto plazo, que asciende proporcionalmente con la distancia temporal a la que prevemos los fenómenos. Tan es así que las predicciones de todo tipo han plagado la sociedad, la cultura, las creencias y hasta la ciencia. La meteorología tiene entre sus objetivos fundamentales prever los acontecimientos climatológicos que pueden afectar, de algún modo, la calidad de vida de la humanidad.

La literatura ha desarrollado un género dedicado al futuro: la ciencia ficción, la cual se asegura ha vaticinado, en muchas ocasiones, acontecimientos que tuvieron lugar años después y hasta descubrimientos científicos insospechados en el momento en que se escribió la obra.

Pero ¿Qué es realmente el futuro? Cuando Martín Gordillo, M. (2016) asegura en el resumen de su artículo La ciencia, el futuro y las aulas, que: “…la educación es muy importante para el futuro, pero el futuro también es muy importante para la educación”, hace referencia, sin duda, al hecho de que los sistemas educativos no pueden perder de vista los acontecimientos que trascurren en su espacio a nivel local y nacional, de manera que se proyecte la respuesta necesaria desde la educación, expresada en orientación y formación vocacional adecuadas a la época, la economía y las necesidades de cada comunidad.

No se trata de negar las oportunidades de desarrollo a la joven generación, si no de orientarla adecuadamente para que no desaproveche tiempo y esfuerzos en una la formación que la condena a la emigración o a la no realización personal por la carencia de demanda real de los aprendizajes, que requirieron de él un fuerte sacrificio.

Se dice que debajo de un alto techo puede cobijarse todo, en el sentido de que un intelecto desarrollado en todas sus potencialidades genera la suficiente flexibilidad de mente para asumir cualquier tarea con creatividad y capacidad, porque es tal la cantidad de conocimiento acumulado por la humanidad que la mejor de las universidades no puede más que dotar a sus alumnos de la capacidad de autogestionar el conocimiento en la medida de sus necesidades, porque aún en una sola ciencia no podrá suministrarle todo el caudal de información. Esto es cierto sin lugar a dudas, pero no se puede descuidar otro concepto básico: la equidad.

Muchos hogares y naciones disponen de muy pocos recursos para destinar a la educación, por lo que el uso eficiente de estos debe ser una premisa indispensable en el manejo de los mismos. Es prioridad que los decisores modelen adecuadamente el futuro de su nación, a partir de estudios científicos y proyectos de investigación que permitan potenciar la formación de obreros calificados, técnicos y especialistas en aquellas ramas, que generen los recursos para atender las necesidades de desarrollo y los programas sociales, a los que a su vez, deberá dedicar atención con la fuerza laboral adecuada, como es el caso de la salud y la educación.

Preparar a los docentes para el trabajo con la proyección del futuro de sus educandos, asumiéndolo de forma responsable, estableciendo límites entre lo deseable, lo posible y lo necesario, enalteciendo el valor de la satisfacción por ser útil al prójimo y a la comunidad en cualquier oficio o profesión que se ejerza, es de vital importancia.

La potenciación de la educación técnico-profesional atendiendo a las prioridades de cada comunidad, a partir de proyectos de desarrollo endógeno, debe ser una de las líneas prioritarias de la formación de los jóvenes.

La educación de ciudadanos responsables en el uso de la ciencia y la tecnología es otra de las tareas pendientes que hemos dejado al futuro y en la que la educación tiene un importante papel. La introducción de nuevas tecnologías no puede ser una decisión de las trasnacionales a las que llenará el bolsillo con la aceleración de procesos o la multiplicación de resultados productivos, porque pueden comprometer el futuro de una especie o de muchas a largo plazo, y sobran ejemplos al respecto. Se requiere una conciencia de la importancia de la participación social en estas decisiones, de manera que no prime la conveniencia o los intereses de unos pocos por encima de los de todos y he ahí el papel de los educadores, porque los empresarios, los decisores, y cada hombre y mujer de los pueblos, primero son niños, primero son escolares.

Por tanto, por muy abstracto e individual que sea el constructo futuro hay algo cierto: un minuto, un segundo después del que vivimos es el futuro y todos tenemos una responsabilidad con respecto a él, sobre todo los educadores.

Pinar del Río, Cuba. 25 de octubre de 2016

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