Salvar la política

Rolando Breña Pantoja

Cuán deprimentes, aleccionadores, escandalosos, terribles son los días que vivimos, con la puesta en picota de la institucionalidad que aún nos gobierna. Es una crisis generalizada. Su manifestación es solo demostración de un proceso más hondo que tiene que ver con la propia existencia de la república. Es un proceso, lo dijimos antes, de descomposición social que no tendrá solución sino con la construcción de otra institucionalidad y otro Estado.

Obviamente, la presente crisis puede ser superada, pero como lo fue la que se presentó con la salida de PPK. Pero estas superaciones serán siempre transitorias, hasta el momento en que el país se atreva a romper con la vieja institucionalidad y empiece a construir una nueva.

Lo que vivimos en el ruedo político-institucional, refuerza en la población su aversión a la política. Es común oír en las calles que “es para corruptos”, “es para robar”.

No es verdad. La política no es sucia ni corrupta. Son ciertas gentes que arriban a ella atiborrados de ignorancia descomunal, mala fe, de aprovechamiento ilícito personal o de grupo acudiendo a cualquier forma, método o camino por escabroso, lumpenesco o corrupto que pueda ser. Lamentablemente, la práctica ruina de los partidos políticos ha facilitado el surgimiento de “dirigentes” y candidatos sin más bagaje que su ambición sin límites morales y el capital dinerario que les permite comprar candidaturas y financiar campañas millonarias e incluso comprar, fabricar o infiltrar agrupaciones políticas. Más aún, la abundancia nauseabunda de dinero, muchas veces producto de financistas ilegales y delincuenciales con presencia cada vez más patente y grave del narcotráfico con su secuela de violencia nefasta.

Esta es la realidad cotidiana que bombardea permanentemente a la población. Sus “políticos” y sus “partidos”, sus autoridades y gobernantes no solo los defraudan sino roban el producto de su trabajo que son las arcas del Estado, procrean dispositivos legales para su propio beneficio, de sus financistas o de intereses extranjeros.

Pero no se trata solo de hechos también se ha degradado el lenguaje político. Es consecuencia directa de la ignorancia (leer causa alzheimer), de la sinceridad nacida de las billeteras (juro por Dios y por la plata), de los odios más irracionales y desbocados (desgraciado, malnacido), de los hostigamientos y amenazas extremas (destruirlo, matarlo), de los deseos más íntimos producto del temor y con lenguaje de albañal (que se vaya a la mierda su referéndum), etc.

Necesitamos salvar la política de estas cosas. Limpiar sus esencias de servicio a la patria y a la humanidad, de conductas que la manchan y nos pueden conducir, en su degradación, a prohijar lamentables tendencias o salidas aventureras, autoritarias y antidemocráticas.

http://diariouno.pe/columna/salvar-la-politica/

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