Puntos ciegos

Nelson Manrique

Semanas atrás, Juan de la Puente escribía que el capítulo de la lucha anticorrupción en el Perú había terminado; el sistema era más fuerte de lo esperado y el impulso moralizador se había agotado. Entonces escribí que sería prudente esperar a que la gorda dé el do de pecho antes de anunciar que la ópera había terminado. Pocos días después, un Alan García acorralado por las evidencias acumuladas por los fiscales del caso Lava Jato optó por suicidarse para evadir la acción de la justicia. Desde entonces la lucha anticorrupción continúa marcando buena parte de la agenda política nacional. El siguiente capítulo de la saga, ahora en curso, es el caso Villarán, y ahora se vienen los de los ex fiscales de la nación César Hinostroza y Pedro Chávarry. Estando pendientes los casos de la constelación de testaferros de Alan García (el primero en comparecer ha sido Luis Nava) y los de los jueces del caso Cuellos Blancos del Callao, aparte de los nuevos protagonistas que irán apareciendo a medida que la fiscalía vaya haciendo públicos los resultados de sus investigaciones, aparentemente tendremos una nutrida cartelera para la temporada.

Susana Villarán, acorralada por las evidencias acumuladas en su contra, terminó haciendo la confesión pública de que por años había mentido al país, primero negando la existencia de negociados corruptos con las empresas constructoras brasileñas Odebrecht y OAS, alegando después ignorar la existencia de tales arreglos, para finalmente, cuando miembros de su entorno decidieron acogerse a la colaboración eficaz, terminar declarando que siempre estuvo enterada de tales negociaciones, que las condujo, y que como resultado recibió millones de dólares, primero para la campaña contra la revocatoria, y después para su intento de reelegirse como alcaldesa.

Entonces Juan Carlos Tafur proclamó que la acusación contra Villarán constituía un golpe mortal contra la izquierda, que suponía su virtual liquidación y su eliminación como alternativa para las elecciones del 2021. Han pasado los días y, para estar herida de muerte, la izquierda aparece bastante saludable. Ha influido en esto el zanjamiento tajante que hizo con relación a Villarán, pidiendo que se le aplique la ley con todo rigor, garantizándole, como a todo ciudadano, los derechos que la ley le concede.

El otro detalle a tomar en cuenta es que Susana Villarán no tiene ninguna vinculación orgánica con la izquierda. Cuando Jorge del Castillo y Mauricio Mulder contratan trabajadores fantasmas, que no trabajan pero cobran puntualmente en el Congreso (el atronador silencio de todas las bancadas sobre este caso ya suena a encubrimiento), puede pedírsele cuentas al partido aprista del cual son dirigentes. Sobre el robo de la gasolina del general Edwin Donayre, y su fuga a paso de tondero cuando fue condenado a prisión, debe responder Alianza para el Progreso, el partido que lo llevó al Parlamento. Pero no hay organización de izquierda que responda por Villarán simplemente porque ella se alejó hace bastante tiempo de los predios izquierdistas. Es bueno recordar que ella postuló a la reelección para la alcaldía de Lima en alianza con Perú Posible, el partido de Alejandro Toledo, y en las elecciones generales del 2016 integró la plancha presidencial del partido de Ollanta Humala, el Partido Nacionalista, junto con Daniel Urresti, un militar acusado de graves violaciones de los derechos humanos.

¿Y si les pedimos cuentas a ellos?

https://larepublica.pe/politica/1472582-nelson-manrique-puntos-ciegos

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