El peor error de Vizcarra

César Hildebrandt

Se dejó llevar. Cedió a la presión.

La derecha vuelve a ganar.

La presidenta de la CONFIEP no puede ocultar su entusiasmo y dice al diario “Correo”, del holding de “El Comercio”:

– Esperamos construir una relación de confianza y de apoyo entre el sector privado y público con el nuevo gabinete y que se impulse el shock de inversiones que requiere el país para recuperar los millones de empleos perdidos por la emergencia sanitaria.

No sé si María Isabel León alude a los desempleados que las empresas representadas por la CONFIEP han producido por cientos de miles apelando a la suspensión perfecta, al despido sin apelación y al más sencillo trámite del cierre de actividades sin liquidación ni indemnizacio­nes.

Diego Macera, gerente general del Instituto Peruano de Economía (IPE) -crisol del pensamiento económico conservador donde brilla por sus monsergas Roberto Abusada-, también lo dice con todas sus letras:

– Los cambios en el gabinete son buenos y ojalá se logre caminar mejor.

El profesor de economía Enrique Castellanos, que predica lo suyo en la Universidad del Pacífico, se ha sumado notoriamente:

– Me siento más cómodo con Cateriano que con Zeballos. Es un gabinete más pro mercado, pro sector privado que el anterior.

La Cámara de Comercio de Lima ha manifestado su contento sosteniendo que el nuevo gabinete trabajará en más estrecha relación con el sector privado para enfrentar la pande­mia.

¿Verdad? ¿Cómo en el caso de las clínicas privadas que decuplicaban el precio de los analgésicos, extendían facturas de 300,000 soles después de la muerte del paciente y niegan ahora el acceso a sus unidades de cuidados intensivos?

Keiko Fujimori, de pronto estadista, ha escrito:

– Este nuevo gabinete es una oportunidad para corregir errores. No es momento de detenernos en diferencias políticas. Esperamos que este nuevo equipo tenga éxito.

Y el señor Cateriano le ha contestado:

– La pandemia del Covid-19 nos obliga a sumar esfuerzos.

¡Vaya! ¡Cuánta armonía, qué dulzura!

Y Martín Ruggiero, el nuevo ministro de Trabajo, seguirá pensando que los pobres lo son porque quieren, tal como lo sostuvo en un podcast de lo más celebrado.

Si Martín Adán resucitara, diría que hemos vuelto a la normalidad.

Y a ella hemos regresado.

De modo que lo que nos espera es que Tía María se menee hasta alcanzar su puesta en marcha y que la Sunafil muera de anorexia y que la ministra de Economía empiece a recortar el gasto social que antes entregó refunfuñando.

O sea, que se jodan los de siempre. Que sigan esperando los que esperaron siem­pre. Que esperen sentados. Que se sienten. Y que también se callen.

Se luce Cateriano en el programa que Canal N dedica ahora a los grandes negocios, al carácter impertérrito del “modelo económico”, a la impavidez de los privilegios. Y dice que una de sus tres grandes preocupaciones es la reactivación basada en “la empresa privada”. Y añade que el sector más importante de esa esfe­ra “es la minería”.

Seguiremos entonces vendiendo cerros, pu­ñados de subsuelo, cavidades. Porque, según Cateriano, eso es lo que somos: país minero. Por eso es que no debemos aspirar a hacer industria, agricultura comunal sofisticada, tecnología mo­derna surgida de la academia y la investigación. No, lo que somos es eso: país minero. Como an­tes fuimos guaneros, salitreros, caucheros, algodoneros, harineros de mar. Esa es la maldición de la profecía civilista: vendemos lo que nos da la naturaleza, somos recolectores, vivimos el tiempo ancestral y perpetuo del extractivismo. En toda su presentación en sociedad a través de Canal N, propiedad de “El Comercio”, Cateriano no menciona ni una sola vez la palabra “traba­jador” y se alegra al decir que eligió a Ruggiero por ser joven “porque lo que necesitamos es precisamente juventud”. Y uno ve a este primer ministro canoso y con barba Chiva en el mentón gastado y se pregunta qué tipo de masoquismo lo lleva a decir que la energía de los jóvenes nos salvará.

Mientras tanto, lo privado, como siempre, se presenta como una mentira. Por eso la em­presa privada del Metropolitano exige que el Estado (maléfico) la subsidie para seguir ope­rando. Por eso Reactiva Perú ha ido a parar a las manos gordas de siempre. Por eso el Estado (perverso) está siempre dispuesto a darle una mano a los bancos (privados), como lo hizo an­tes con los Wiese o los Picasso. Por eso es que el Club de la Construcción fue tan cuantioso y por eso es que Graña y Montero fue tan excrementicia y por eso es que las rebajas de impuestos para los peces gordos jamás se expresan en los precios de sus productos.

La CONFIEP le ha dado luz verde a Cateriano.

Pero eso no basta.

La crisis de la pandemia exige un horizonte más amplio.

Hemos perdido más de tres millones de empleos, la economía del Perú caerá 13% este año según la CEPAL y estamos entre los tres países de la región donde aumentará más la des­igualdad.

El problema de escorar a la derecha en esta tormenta perfecta es que la nave empiece a hundirse y que la violencia de las expectativas no atendidas derive en caos y en un nuevo grado de ingobernabilidad.

Por eso es que nombramientos como el de Ruggiero parecen ser una provocación, un globo de ensayo del fredemismo banquero y rancio.

Por eso es que la apuesta unilateral de Cateriano por una reactivación esencialmente privatista y minera suena a la traición podrida de Nadine y su marido, el comandante que también demandaba luces verdes.

Vizcarra ha cometido el peor error de cuantos estaban a su alcance. Un zorro taimado parece haberle aconsejado que en esta hora de deses­peración y baja en las encuestas lo mejor es sa­car a bailar a la dama ventral que siempre está dispuesta a ser la estrella de la fiesta. Le espera entonces el destino vulgar que la derecha reser­va a sus operadores: la nada en el museo de los inexistentes.

Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 498, 17/07/2020  p4

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