“Por años se había dicho que la ciudadanía peruana tenía miedo de estar en la calle”

Lucía Dammert        (Entrevista Enrique Patriau)

Entrevista a la socióloga dedicada a temas de seguridad, crimen y gobernabilidad en América Latina. Profesora en la Universidad de Santiago de Chile.

La doctora en ciencia política y profesora universitaria Lucía Dammert analiza en esta entrevista las protestas ciudadanas en el Perú luego de la vacancia contra Martín Vizcarra. Ofrece una comparación con lo que se vivió en Chile, país en el que reside. “Las marchas y protestas inorgánicas serán la norma, no la excepción”, señala.

¿Qué piensa de lo que está ocurriendo en Perú?

Lo que me parece interesante es la generación de una respuesta ciudadana que pocos esperaban. Por años se había dicho que el Perú era apolítico, que su ciudadanía tenía miedo de estar en la calle, que salía muy poco…

¿Se ha demostrado que no es verdad?

Por lo menos esta fue la gota que rebalsó el vaso frente a la pasividad y la espera de que el mundo de la elite política-económica resuelva cosas. Ya hemos visto situaciones en otros países en donde la protesta se toma la calle, el mundo político se queda en off-side y no sabe cómo moverse, interpretar, y ahí es donde se empieza con la represión policial y estos inventos de tratar de explicar la protesta, por intervenciones extranjeras o cualquier cosa. Lo que se ve en las calles es gente joven, que tiene una relación con la política que parecía muy distante. Repoblar el espacio público y el debate es una muy buena noticia.

La mala noticia es para nuestros políticos. Es un mensaje muy duro.

Sí. Transversalmente uno podría tratar de identificar uno que otro que se salva, pero lo que hay acá es un grado de hastío frente a una política que frustra. En Chile uno veía una casta política totalmente aislada que no conversaba con la ciudadanía, y en el caso peruano a eso se le suma altísimos niveles de corrupción, de opacidad. Y después viene la burla porque se han puesto ministros que no saben de sus temas, personas que no recibieron ni 10 mil votos haciéndose cargo del país.

Y con una agenda muy conservadora.

Con una agenda superconservadora, superretardataria. Es una élite política que ya debería jubilarse.

¿Diría que el caso Merino disparó la indignación?

Sí, es verdad. Cuando uno mira los procesos de protestas de los últimos años en el mundo entero, las más efervescentes generan más convocatoria que aquellas convocadas por los sindicatos o actores tradicionales.

La espontaneidad es más efectiva.

O la organización por otras redes. Muchos jóvenes que se comunican por WhatsApp por ejemplo se pueden haber sentido compelidos a participar, más allá de que las organizaciones políticas o quienes se sienten representantes de la voz del ciudadano hubieran convocado a la marcha. Y eso me parece una buena noticia. Cuando trataron de sacar a los fiscales (del caso Lava Jato) la manifestación fue un poquito más espontánea.

En el año nuevo de 2019.

Así es. O las marchas contra los feminicidios. Pero llamaba la atención, desde fuera, que salía un grupo de gente y rápidamente perdía magnitud. Lo que estamos vendo ahora parecería ser distinto, a pesar de la Covid y del toque de queda.

Usted vive en Chile. ¿Observa similitudes con la convulsión social que se vivió allá?

Lo primero que se puede decir es que entramos en una etapa en la que las marchas y las protestas inorgánicas van a ser la norma y no la excepción. Son protestas que van a incluir –es lo que pasó en Chile– a muchos grupos muy diversos, molestos con la forma en que se está desarrollando el país, que no votan por la misma persona pero que reconocen la necesidad de cambios estructurales. En el caso chileno, esto estuvo más vinculado al modelo de desarrollo, a los niveles de desigualdad.

¿Y en el caso peruano?

Lo veo mucho más vinculado a la corrupción de la política, al deterioro de la relación de los políticos con los ciudadanos.

¿A la escasa representación?

A la limitadísima representación. En el caso chileno hay una crisis de los partidos que, te diría, es mediana, mientras que en el caso peruano es terminal. En Perú, se han convertido en una sociedad limitada, donde lo que se hace es entregar escaños a cambio de favores, o de intereses. Hay algo muy importante: los que salen son menores de 40-35 años, que no vivieron la dictadura en Chile o década de los 80 en el Perú cuando todos tenían miedo de salir a la calle. Para la gente joven, esos dos fantasmas…

Son cosa del pasado.

De la prehistoria. Otra cosa común es que la elite política, en general mayor, no sabe leer estos movimientos y lo que hace es tratar de identificarlos con chivos expiatorios. En Chile se habló de los intereses cubanos, venezolanos, casi los rusos. A pesar de que lo del Perú está en su primer momento, son imaginarios que se construyen para quitarle legitimidad al reclamo de la calle. Ya inmediatamente después viene el imaginario de que los que marchan son narcotraficantes, delincuentes. Eso no ha pasado en Perú…

¿Y podría pasar?

Podría, si llegara a haber incendios o situaciones de mayor confrontación. El establishment vive en otro planeta. Uno escucha al premier (Flores Aráoz) y se pregunta: ¿qué hace ahí? No entiende el fastidio ciudadano.

Dijo que iba a consultar con sociólogos para que le expliquen la situación.

No hay que ser sociólogo para darnos cuenta de que la forma como habla el premier se llama violencia estructural, es tratarte como estúpido. Y lo que me parece vital es que cuando el establishment tiene esta desconexión con el mundo de la protesta, la solución es la represión policial. En Chile tenemos más de 6 mil denuncias de violaciones a los derechos humanos, mucha gente que quedó ciega por perdigones en los ojos y hay una crisis institucional profunda con la Policía por estos niveles de enfrentamiento. Y esto es lo que yo he podido observar estas 24 horas en Perú, donde la violencia policial se ha visto que es muy fuerte.

https://larepublica.pe/politica/2020/11/14/lucia-dammert-por-anos-se-habia-dicho-que-la-ciudadania-peruana-tenia-miedo-de-estar-en-la-calle/

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