EL TRABAJO (NO SIEMPRE) DIGNIFICA

Hugo Ñopo

El trabajo es muy importante para la mayoría de nosotros. Mas allá de generar los ingresos para nuestro bienestar y el de nuestras familias, Marx decía que el trabajo además nos dignifica. Algo de eso parece estar perdiéndose en el Perú actual.

Hay empleos que generan poco valor y, por lo tanto, reciben retribuciones a esa altura: bajos salarios y, en algunos casos, ausencia de cobertura de seguridad social o pensiones. La lista de ejemplos puede ser extensa. Pensemos en el burócrata que pone sellos inútiles en los documentos, en el vigilante que baja y sube las tranqueras de las calles (donde, dicho sea de paso, no se debería restringir el transito), o el otro vigilante que registra el número de serie de la laptop cuando entramos a un edifico público.

Nos hemos acostumbrado a la existencia de esos empleos sin habernos cuestionado su utilidad. Generan un valor casi nulo, o hasta negativo (pues hacen más lento el funcionamiento de todo lo demás). ¿Se dará cuenta el burócrata o el vigilante del valor de su trabajo? ¿Qué impacto tiene esto en su dignidad?

Para quienes desempeñan esas funciones hay un razonamiento muy obvio: entre hacer ese trabajo y estar en el desempleo, es preferible lo primero. Pero el impacto social de esto, que no se ve de buenas a primeras, es nefasto: cuando existen personas dispuestas a trabajar generando muy poco valor, se normaliza el mantenimiento de sueldo bajos en la economía.

Por eso es normal encontrar en países como el nuestro que, en las oficinas, una persona esté a cargo de servir los cafés, otra de sacar las fotocopias y otra de organizar la agenda del jefe. Todos esos empleos de baja productividad se pueden mantener con sueldos bajos. La remuneración mínima vital está en S/.930, esto es, menos de 10 dólares por día de trabajo. En países desarrollados esos empleos no existen: cada uno se sirve su café, saca sus fotocopias y organiza su agenda (salvo que se trate de un jefe muy encumbrado en una gran corporación). En varios de esos países el sueldo mínimo supera los 10 dólares por hora trabajada.

El miedo al desempleo en un país como el nuestro, donde no existe un seguro de desempleo ni una red de protección social, lleva a muchos a aceptar salarios bajos. Pero hay algo peor. La respuesta que muchos tienen frente al desempleo es la de generárselo ellos mismos, “ser su propio jefe”. Es más, durante mucho tiempo esto ha sido alentado por las políticas y el discurso público: ¡Somos un país de emprendedores!

Digo que esto es peor porque, entre los trabajadores independientes, los ingresos son muy bajos e inestables. La imagen estereotipada de emprendedores exitosos es una rarísima excepción. En un mes típico, 50% de los hombres y 90% de las mujeres que trabajan independientemente generan ingresos que están por debajo de una remuneración mínima vital.

Pero hay algo aún peor. Esos emprendedores de bajos ingresos muchas veces están apoyados por miembros del hogar que “ponen el hombro”. Es común la imagen de los hijos, sobrinos, esposos y padres que apoyan en la preparación y reparto de galletas, mermeladas, jabones, manualidades y una larga lista de etcéteras que se preparan en los hogares peruanos. Estas personas apoyan al emprendimiento, pero no reciben una remuneración. Esta es probablemente una de las formas más bellas de apoyo, pero también una de las más precarias. ¿Hay algo mas precario que una informalidad laboral con salario cero?

Aún recuerdo cómo, en mis clases de Economía del Desarrollo en Estados Unidos, algunos de mis estudiantes tenían problemas para comprender que algunas personas pudieran dedicarse a trabajar sin un pago, hasta que les mostraba las cifras y quedaban pasmados. Este trabajo familiar no remunerado (TFNR) alcanza al 10% de la población ocupada del país. Se trata de una cifra altísima. Como referencia, en el Reino Unido alcanza al 0,4% de la población ocupada. Es decir, proporcionalmente al tamaño de las poblaciones, por cada británico que trabaja sin remuneración en un hogar, hay 25 peruanos haciendo lo mismo.

Ya hemos advertido previamente que en el Perú tenemos un serio problema con el trabajo. Los síntomas son múltiples. Este de la precariedad laboral –y las varias maneras que tenemos de disfrazarlo– es uno central.

¿Cómo podríamos aliviarlo? No hay receta mágica, pero, sin duda, hace falta una mejor red de protección social que incluya un seguro contra el desempleo. Pero para que esto cubra a un segmento importante de la población es necesario reducir la informalidad laboral. También necesitamos una legislación que incentive a crecer a esas rarísimas excepciones de emprendimientos exitosos. La que tenemos hoy hace exactamente lo contrario.

La lista de pendientes es enorme. Y no es digna, es indignante.

https://jugodecaigua.pe/el-trabajo-no-siempre-dignifica/

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