La ciencia protagoniza el Bicentenario peruano

Alejandra Ruiz León

La primera vez que pensé en nuestro Bicentenario fue hace diez años. Estudiaba en España y mi conexión con el Perú solo se mantenía a través de las redes sociales, así que cuando un centro cultural local anunció una exposición que conmemoraba los 200 años de nuestra independencia, no dudé en acudir. El folleto de bienvenida enumeraba las campañas de independencia de los países latinoamericanos y precedía una muestra de fotos en blanco y negro que ilustraban nuestra desigualdad. Asistí a situaciones que conocía muy bien: niños buscando en la basura, mujeres cargando baldes de agua, peruanos pidiendo dinero en los semáforos. Sin negar que esas situaciones son partes de nuestra realidad, me parecía extraño presentar únicamente esta visión para conmemorar el Bicentenario sin ningún tipo de reflexión o crítica. Escribí una carta a los organizadores comunicando mi incomprensión y me respondieron que enmarcar la exposición como parte del Bicentenario fue una decisión de último minuto. Luego me enteré de que la retiraron a los pocos días.

Años después, volví a pensar en el Bicentenario tras una conversación con Jorge Lossio. Me encontraba en Lima preparándome para mi doctorado y me animé a escribirle para conocer en persona a un historiador de la ciencia en el Perú. Me invitó amablemente a participar en sus clases, una experiencia que expandiría mi visión de nuestra disciplina. En una de nuestras conversaciones, Jorge compartió una inquietud: ¿Cómo podríamos poner a la ciencia, tecnología y medicina como parte de la agenda del Bicentenario?

Esta pregunta me perseguiría durante los siguientes meses, cuando empecé a prestar mayor atención a qué lugar ocupaban estas disciplinas en nuestras historias, conversaciones, museos y colegios. Como se imaginarán, la respuesta era desoladora: parecían pasar desapercibidas en nuestro día a día y con seguridad lo estarían en nuestras celebraciones patrias.

Pero en aquella época, hace tres años, no podíamos haber imaginado lo presente que estarían estas disciplinas en la actualidad debido a una pandemia que nos colocaría como el país con el mayor número de muertes per cápita.

La necesidad de entender nuestra realidad pandémica promovió en los últimos meses nuevos espacios para la ciencia, tecnología y la salud. Como parte del Bicentenario se han escrito memorias de la pandemia, un libro sobre las pandemias escrito precisamente por Jorge Lossio, conversatorios y otras iniciativas; varios medios —incluido este— apostaron por nuevos espacios de ciencia, se ha multiplicado en redes el número de expertos que conversan abiertamente con la sociedad, se ha publicado una nueva ley de ciencia y tecnología y parece que, poco a poco, la campaña de vacunación gana terreno sobre la desinformación.

Como sociedad empezamos a reconocer cuán olvidadas habíamos dejado a la ciencia, tecnología y salud en nuestro modelo de desarrollo y la necesidad de incluirlas como parte de nuestras metas es palpable: una encuesta publicada ayer por El Comercio menciona que el 75% de los peruanos considera que la salud y la vacunación son nuestra prioridad, por encima de necesidades como reactivar la economía, combatir la delincuencia y corrupción, entre otros retos que tiene el nuevo gobierno.

La ciencia, tecnología y medicina sí han sido parte de nuestro Bicentenario para recordarnos los logros del pasado, pero también los vacíos del presente. El peso figurativo que tiene esta celebración nos empuja a cuestionarnos qué queremos para el Perú en los próximos años. Pensar en los siguientes 200 años es ambicioso para nuestra realidad nacional, con solo pensar en el próximo año el reto ya es suficiente. Una exposición actualizada nos cuestionaría, aparte de la desigualdad, si hemos empezado a vislumbrar el fin de la pandemia, si lograremos surcar la tercera ola, y si nuestras nuevas autoridades responderán a nuestros nuevos requerimientos.

www.jugodecaigua.pe/una-invitada-a-la-fuerza/

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