¿Por quién votó la mayoría?

César Hildebrandt

El señor presidente del Consejo de Ministros dice que Perú Libre ganó las elecciones.

No es cierto. Es mentira. Es demagogia de la peor especie.

La gente votó por un profesor de provincias que se enfrentaba a alias La Chica, la señora que la derecha apoyó con descaro y de modo abrumador a ver si esta vez tenía suerte.

Se diría que la señora derrotada perdió las elecciones porque no pudo convencer a suficientes votantes de que había cambiado y que esta vez no era la hija rencorosa del padre condenado. Era imposible que en pleno sufrimiento de la pandemia y la crisis económica por ella desatada los peruanos no advirtieran que la señora Fujimori estaba fingiendo y que sus bonos, sus regalías, sus loncheras eran parte de esa actuación.

Perdió alias La Chica. Ganó Castillo por 44,000 votos. Fue una llegada de nariz saliente, de belfos estirados. Fue el derby de Kentucky corrido por los caballos menos atractivos del reparto.

Que el señor Bellido salga a la calle y le pregunte a la gente que votó por Castillo si es cierto que, en la cabina electoral, pensó en Cerrón y se emocionó. Que le pregunte a la gente que votó por Castillo si es cierto que a la hora de ponerle un aspa al lapicito pensó en Perú Libre y en su líder.

Perú Libre, es decir, el señor Cerrón, se presenta ahora como el titular de la patente. Y pretende que el señor Castillo, presidente constitucional de la república, cumpla las metas del partido marxista-leninista que le sirvió de vientre de alquiler.

El problema es que las metas comunistas de Perú Libre y del señor Cerrón sólo pueden cumplirse después de una revolución popular triunfante.

Si el señor Cerrón hubiese tomado La Bastilla, si el señor Bellido fuese Robespierre, si el señor Bermejo encarnase a Danton, la historia sería otra cosa.

Esa epopeya de revancha y justicia, de decapitaciones y refundaciones, no se ha dado aquí.

Aquí lo que ha pasado es que el señor Castillo le ha ganado la batalla electoral a la señora que ya no podrá postular otra vez. Nada menos y nada más. Aquí lo que está en discusión es cómo se hará el cambio constitucional que el señor Castillo prometió a sus votantes. Y el señor Castillo ya anunció que se someterá al Congreso para lograr esa meta. Lo dijo claramente en el discurso del 28 de julio.

Nada de lo dicho significa que el nuevo gobierno esté impedido de plantear cambios severos en varios campos: el régimen tributario, el papel del Estado, la reivindicación de los postergados, la lucha contra la desigualdad.

Porque así como decimos que el señor Cerrón no ganó las elecciones y que Perú Libre no puede pasarnos la factura de un triunfo expectaticio, del mismo modo podemos decir que la derecha no puede exigir la castración programática del nuevo gobierno.

La derecha no puede confundir las válidas críticas que se le hacen a Castillo con la exigencia inaceptable de que nada debe cambiar. ¡Claro que hay muchas cosas que cambiar! Una cosa es que Castillo sume errores precoces y se dispare a los pies con algunos de sus nombramientos y otra muy distinta es pedirle que se olvide de los millones de preteridos que le dieron su confianza.

La derecha cree que Castillo debe acatar los miedos que sus periódicos y televisiones desatan. Cerrón y Perú Libre están seguros de que Castillo es el hombre que pusieron en palacio para que fuera obediente y reconociera su papel de actor secundario.

El señor Castillo tiene que gobernar un país complicado en un momento especialmente delicado. Su deber es durar. No debe ser peón de Cerrón ni Cosito de la prensa concentrada. Encontrar ese balance requiere consejeros sabios y no gente dispuesta a patear el tablero como “gesto viril”.

El señor Cerrón cree que se ha encontrado con la fortuna de una revolución castrista sin necesidad de irse a pegar tiros a la Sierra Maestra. Los que apoyaron la candidatura de Castillo con su voto apostaron por el cambio. Pero el cambio no puede darse en la anarquía ni puede ser el resultado de una guerra civil instigada desde el poder.

Vladimir Cerrón quiere cerrar el congreso después de dos censuras de gabinete y aspira a que una nueva elección legislativa le dé una nueva y aplastante mayoría a Perú Libre. Sueña, divaga, delira el señor Cerrón. Nuevas elecciones quizá signifiquen menos curules y una derrota enorme. El exgobernador de Junín cree en una nueva versión de los Estados Generales. Quiere guillotinar Capetos que no existen.

Lo que necesitamos es un capitán que sepa de tormentas. Lo que menos requerimos es un chiflado que enfile la proa hacia donde suenan los truenos. Es la hora de ponerse serios.

Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°551, del 30/07/2021  p12

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