Teología de la liberación: para hablar con Dios

Eduardo González Viaña

“Este es el momento en que debo pedirles que recen el Padre Nuestro. Sin embargo, da lo mismo que reciten un poema de César Vallejo o canten La Internacional”.

Estábamos en misa por mi amiga Diana. El padre José Antonio “Chiqui” Mantecón nos hacía ver que para hablar con Dios, cualquier manera es buena.

Jesuita y nacido en Zaragoza, el padre Chiqui ha trabajado en diversos pueblos jóvenes del Perú. Cuando llegó al Agustino en 1984 había 37 pandillas y cada día se daban enfrentamientos a tiros, a pedradas o a machetazos.

Con estos jóvenes conflictivos, formó grupos de músicos como “Los Mojarras” o “La Sonora del Amparo Prodigioso”, los hizo conocidos, les consiguió a muchos un puesto de trabajo y logró formar una comunidad ejemplar entre los jóvenes.

Por fin, armó con ellos un equipo de fútbol y los llevó a Madrid, donde participaron en un triangular Sub 13 de fútbol 7, con un equipo chileno y el mismísimo Real Madrid.

No terminó allí su misión. Mientras en Ayacucho el padre Cipriani colocaba en su parroquia el avisito de “No se atienden derechos humanos”, Chiqui entró en las cárceles y ayudó a las familias de los afectados por la terrible guerra interna que terminó el siglo pasado.

Como él, hay centenares, tal vez miles de sacerdotes peruanos que se acercan a todos y hablan el lenguaje de todos. ¿Ha cambiado la religión? No. Es la misma. Es el cristianismo. La Iglesia es la que está cambiando, la que está recuperando su acento inicial.

Se cumplen cincuenta años de la publicación de “Teología de la Liberación”, la obra del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez.

La opción preferencial por los pobres, que proclama ese libro, hace ver que la salvación cristiana no puede darse sin la liberación económica, política, social e ideológica que son los signos visibles de la dignidad del hombre.

El libro clama por la necesidad de suprimir la explotación, la falta de oportunidades y las injusticias de este mundo. En uno y otro lado, hombres y mujeres de diversas comuniones religiosas se han unido a este clamor y han comenzado a entenderse.

Por supuesto que defender el verdadero evangelio de Cristo no es fácil. Como lo dijo el propio teólogo Gutiérrez: “Hoy defender a los pobres conduce a la muerte en América. Y eso nos hace recordar al Cardenal Romero y a Martin Luther King,

Y aunque no es fácil, ésa es la línea que conduce la voz y la acción del papa Francisco, y ello explica además el rechazo que algunos hacen de su palabra.

Los defensores del orden establecido han jurado siempre que representaban a la sociedad occidental y cristiana. Ahora ya no lo pueden hacer, porque la propia Iglesia les dice que el camino de un cristiano es bien diferente.

Sin argumentos, y negada ya su filiación cristiana, los enemigos de la religión que predicara el humilde hijo de carpintero están tratando de estigmatizar a todos aquellos que de verdad lo siguen.

En nuestro país incluso, una guerra que terminó en las postrimerías del siglo XX está siendo resucitada hoy casi medio siglo después para llamar con el nombre de “terruco” manera alevosa a cualquiera que tenga una opción crítica a la suya. Hasta el Papa ha sido llamado así.

Cincuenta años después de proclamada la teología de la liberación, el odio de unos o la indiferencia de otros, no la ha hecho morir. Hoy está más vigente que nunca en cualquier lugar y sobre todo en un país donde si le das la mano a un ciego para cruzar la calle te pueden acusar de comunista.

Chiqui nos explica que para Dios, todo ser humano es único, valioso y digno de cariño y de compasión, aunque no siga las normas a las que la sociedad nos ha acostumbrado. Es bueno abandonar la apatía y hablar con Él de vez en cuando.

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