Perú: La guerra y la economía peruana

Pedro Francke

La guerra es un monstruo grande y pisa fuerte sobre la gente. La guerra de Rusia contra Ucrania es execrable, como lo han sido todas las invasiones con afán imperialista. En este artículo, sin embargo, vamos a concentrarnos en sus consecuencias de corto plazo para la economía peruana y las respuestas posibles.

Esta guerra viene impactando sobre los mercados internacionales de materias primas. Primera mala noticia: el precio del petróleo, que el año pasado había subido de 60 a 80 dólares el barril y este año había vuelto a subir a 90, ya superó los 110 dólares el barril y algunos pronostican que puede llegar a 150. Esa alza eleva el precio interno del diésel y las gasolinas, golpeando fuerte a los transportistas y dando un nuevo empujón inflacionario sobre todos los precios de consumo. También sube el precio del gas, afectando el precio del GLP; es decir, los balones de gas que consumimos en nuestros hogares. Mala noticia 2: el precio internacional del trigo, con cuya harina hacemos pan y fideos, que también había subido de 550 a 700 dólares la tonelada al inicio de este gobierno, ahora está en 1,200 dólares y subiendo. También están subiendo fuertemente el precio del maíz (insumo principal para la producción de pollos y huevos) y de los aceites vegetales. La razón de estas alzas es que Rusia es un gran productor y exportador mundial de petróleo y gas, y que sumando Rusia y Ucrania exportan el 29 por ciento del trigo, el 18 por ciento del maíz y el 78 por ciento de aceite de girasol, la mayor parte por el mar Negro vía puertos en la zona en guerra. Todo esto suma un impacto grande sobre los precios de los consumidores, cuya duración es incierta pero puede ser bastante larga dados los escenarios de conflicto y las sanciones económicas aplicadas contra Rusia. Otro grupo afectado serán los agricultores, ya que los precios de la urea y los fertilizantes nitrogenados, que ya habían subido muy fuerte, van a subir aún más dado que Rusia abastece al mundo con cerca de una sexta parte del mercado.

Hay, sin embargo, una buena noticia: también suben los precios de los metales. El precio del cobre, que antes de la pandemia estaba debajo de 3 dólares la libra con lo que todas las empresas mineras hacían buenas ganancias, luego subió hasta encima de 4 dólares con 30 centavos y ahora ya superó los 4 con 80 centavos, debido a que Rusia es también importante productor de cobre. El precio del oro, que antes de la pandemia estaba en 1,500 dólares la onza, ahora está cerca de 2,000 dólares debido a que ante el miedo la gente siente que es un refugio de valor. También el zinc, otro metal que exportamos bastante, bate récords en el precio.

SE PUEDE EQUILIBRAR CON POLÍTICAS ADECUADAS

Puede pensarse que si se pierde por un lado y se gana por el otro, no hay tanto problema. El asunto es que cuando los precios de los metales suben, las ganancias se concentran en las grandes empresas propietarias de las minas, muchas de ellas transnacionales. Sólo una parte minoritaria, alrededor del 40 por ciento, revierte al Estado peruano en forma de regalías e impuestos. Por otro lado, el alza de precios del petróleo, el pan, el pollo y el aceite golpea con mucha fuerza a quienes están en pobreza o cerca de ella. Unos pocos ganarán mucho, la gran mayoría y los pobres sufrirán.

Estos efectos ya los vimos en los meses pasados. ¿Cómo se puede responder a esta situación? Para las familias, la mejor política son los llamados “bonos”, transferencias directas de dinero a quienes más lo necesitan. Una medida complementaria son programas de empleo temporal, muy eficaz en contextos de recesión y alto desempleo. En el Perú, donde la salud es tan costosa para los pobres por los grandes déficits de la sanidad pública, asegurar una buena atención y medicinas gratuitas quitaría una gran carga económica a las familias más vulnerables.

La opción de un subsidio generalizado para que la gasolina no suba hace que, aunque los transportistas eviten costos mayores y el pasaje urbano puede aguantarse un poco, se beneficien más quienes tienen carros de lujo, 4×4 o yates, que no son precisamente pobres. Si se asigna fondos para que la urea no suba de precio, quienes más se benefician son los grandes agroexportadores y productores, que usan mucho fertilizante, y llega muy poco al campesino pobre que usa más abono orgánico. Además, los subsidios promueven que se use más algo que es caro, mientras que con los bonos las familias buscan gastarlo en lo que es más barato para que les rinda más. Sin embargo, en determinados contextos políticos, algunos subsidios usados con cuidado pueden ayudar.

Además de todo el proceso de identificación y pago, otorgar bonos, empleo temporal o medicinas gratuitas para ayudar a los más necesitados requiere algo fundamental: presupuesto, y para ello, se necesitan más ingresos públicos. ¿De dónde podrían salir? Si hay un sector, como la minería, que viene recibiendo ingresos extraordinarios, como quien se saca la lotería sin haber invertido montos adicionales para ello, sería justo que ellos aporten más. Ya antes de esta última alza de los metales, las empresas mineras habían logrado 17 mil millones de dólares de ingresos extraordinarios, y los impuestos que pagan al Estado peruano, según un estudio del FMI, están por debajo de muchos otros países que son principales productores de cobre como el Congo, Brasil y Chile. Por eso insistimos en la necesidad de mejorar los impuestos a la minería como parte de una Reforma Tributaria. El nuevo gobierno de Chile está en la misma dirección.

Puesto en simple, si ante una situación excepcional unos pocos billonarios ganan y muchos en situación vulnerable pierden, puede lograrse que los primeros compensen a los segundos y hay formas más eficientes de hacerlo.

EL REACOMODO DE LA ECONOMÍA MUNDIAL

La guerra viene generando otros cambios en la economía mundial. Aunque el desenlace del conflicto es aún incierto, el escenario principal apunta a reforzar una gran redefinición geopolítica hacia un mundo bipolar EE.UU.-China, con grandes consecuencias de mediano y largo plazo sobre los flujos de comercio, financieros y de inversiones a nivel mundial.

Este año y el siguiente el crecimiento se va a ralentizar en Europa y Estados Unidos, dadas las sanciones económicas contra Rusia y su efecto sobre el petróleo y gas. En todo el mundo, nuevamente, algunas cadenas de suministros se verán afectadas. A ello se suma la probable alza de tasas de interés del banco central norteamericano, conocido como la Fed (por “Federal Reserve”). La guerra, además, atiza los miedos en una población europea que estaba saliendo de la pandemia y empezando a viajar nuevamente por el mundo. Esta situación hace que, sin que se espere una caída dramática, las oportunidades para nuestros confeccionistas y otras industrias tenderá a ser menor, mientras que la recuperación del turismo puede demorar más.

Para el Perú, mantener un mercado interno dinámico resulta, nuevamente, fundamental para el crecimiento, y la combinación de ayuda a las familias con mayor inversión pública, mejores servicios de salud y educación, financiadas con más impuestos a las mineras, muy necesaria. No se debe menospreciar el golpe inflacionario y recesivo de esta nueva alza del precio del petróleo y los granos, y de un contexto mundial menos favorable para nuestras exportaciones no tradicionales.

EL ESTADO NEOLIBERAL

La guerra nos recuerda algo más profundo. No hubo “fin de la historia”. Aunque sueño como John Lennon en una hermandad humana y a toda la gente compartiendo todo el mundo, no veré esa bella imagen hecha realidad. Los estados nacionales siguen siendo fundamentales. La idea de que simplemente debemos dejarnos llevar por las corrientes de la economía mundial, confiar a ciegas en el “libre” comercio internacional y abandonar cualquier margen de soberanía económica, como nos vendió el neoliberalismo, no funciona.

Veamos el caso de los fertilizantes. Rusia ya decidió prohibir cualquier exportación de esos productos, porque su agricultura los necesita, pero de esa manera genera una gran escasez mundial. México y Bolivia tienen sus propias plantas estatales de fertilizantes que los defienden. Brasil se apresta a lanzar un plan nacional de producción mientras el secretario de agricultura de los Estados Unidos ya ha puesto una alerta y llamado a que sus productores nacionales no suban los precios. ¿No debemos los peruanos contar con una estrategia nacional al respecto, teniendo en nuestro territorio los fosfatos de Bayóvar que la trasnacional que los explota vende al exterior sin pensar un segundo en el mercado nacional?

Más importante: la energía. Seguimos siendo altamente dependientes del petróleo importado, el que llega en su gran mayoría a la planta de Repsol en Ventanilla, sí, esa misma del derrame. Por otro lado, tenemos bastante gas como fuente de energía, pero permitimos que se exporte bajo un contrato cuyas condiciones reducen las regalías que recibimos, y no se masifica su uso interno. Como señalé, el GLP subirá de precio, pero no el Gas Natural de Camisea (que se vende como GNV para los carros o en conexiones domiciliarias en algunos barrios de Lima y unas pocas ciudades más) dado que tiene precio regulado. El problema es que muy pocos pueden acceder a él: urge masificar el uso del gas peruano. Sobre este tema en los meses pasado colaboramos desde el MEF en un buen informe de las políticas a seguir (publicado en internet). Hace falta que el Ministerio de Energía y Minas se ponga las pilas y saque adelante los contratos de las inversiones necesarias. El aprovechamiento de energías renovables, área en la que tenemos mucho potencial, es otra política de soberanía necesaria en el marco de una transición energética para mitigar el cambio climático.

Hay varias otras áreas importantes donde una estrategia nacional dirigida por el Estado es indispensable y urgente. Debe haber un rumbo claro de mediano y largo plazo. Pero mientras la corrupción campee y los intereses personales dominen en medio de repartijas y enfrentamientos estériles, seguiremos como nave al garete, que a veces avanza cuando las corrientes le son favorables, pero retrocede mucho ante vientos encontrados y corre riesgo de hundirse cuando vienen tormentas.

Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°577, del 11/03/2022

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