Perú: Repsol se sale con la suya

Ronald Gamarra

A dos meses de la desastrosa contaminación causada por el masivo derrame de petróleo del 15 de enero, todo parece indicar que la irresponsable y negligente empresa Repsol se saldrá con la suya y a muy bajo costo. Una catástrofe ecológica de enormes proporciones, que en cualquier parte provocaría una vigorosa reacción, entre nosotros está pasando prácticamente sin repercusiones de importancia, una vez superadas las primeras semanas de confusa indignación. Hay que decirlo con toda claridad: Repsol está en vías de salir libre de polvo y paja por cortesía del Estado peruano. Por la negligencia o la indiferencia del Gobierno y del Congreso, para empezar. No son las únicas entidades responsables, por cierto, pero son las que encabezan la triste claudicación del Estado frente al descaro de una empresa que ha actuado en el curso de este gran desastre ecológico y humano con un desparpajo delincuencial.

En la plaza Bolívar, este tema ha sido olvidado; está fuera de la agenda y del debate de cada día. Ya en los mismos días del desastre, los parlamentarios brillaron por su ausencia, cuando en otras ocasiones, por tontas o vulgares que sean, se mueren por robar pantalla. Es inevitable preguntarse: ¿cuántos de los actuales congresistas recibieron “apoyo” de Repsol? Claro, pues, mejor no pelearse con el poderoso. Más vergonzoso aún fue el extremo perfil bajo que guardaron ante Repsol los congresistas marineros, escondidos en la popa de la tina que habitan.

El Gobierno, por su parte, ha sido y sigue siendo de una inutilidad casi total frente al desastre, con un Ministerio del Ambiente que no ata ni desata, que ni siquiera conoce ni practica sus facultades para actuar en estos casos tan graves. La actitud del Gobierno ante Repsol ha sido y es casi servil. En algún momento, las más altas autoridades hasta se pusieron a disposición para repartir las canastas de víveres que Repsol ofreció como gran compensación por lo que es un auténtico crimen ambiental.

Últimamente, el Gobierno ha dado su aprobación a una compensación económica diminuta, ridícula, que Repsol concede a los trabajadores pesqueros afectados por la contaminación, que se ven privados de su fuente de ingresos. Al mismo tiempo, el Gobierno se retracta de cumplir con un bono de ayuda ya ofrecido a los pescadores. Claro que dicen que la compensación aprobada es solo parcial, ¿pero alguna vez pagará Repsol lo que realmente debe, con las autoridades echadas que tenemos?

El desastre del derrame petrolero en Ventanilla debió afrontarse con el mismo grado de emergencia con que se encara un terremoto porque esa es, efectivamente, su extensión y sus efectos destructores: la contaminación de cientos de kilómetros de nuestro litoral, desde Ventanilla hasta Chancay, y de la enorme área de mar correspondiente, incluyendo el fondo marino, la destrucción ecológica, el envenenamiento de las especies, la destrucción de los medios de vida de decenas de miles de personas, que no solo son pescadores.

Sin embargo, desde un primer momento la indolencia presidió la acción del Gobierno. Se permitió que pasaran días y semanas cruciales para impedir que la mancha de petróleo se extendiera cada vez más. No se exigió en ningún momento el uso de la tecnología más avanzada de limpieza y se permitió a Repsol fingir que lo hacía contratando a personal improvisado y ni siquiera premunido del equipo mínimo para protegerse de los efectos del contacto cercano con material altamente tóxico. En resumen, se consintió a Repsol actuar a la criolla, impunemente, sin respeto por el país.

El informe del equipo de la Unidad Conjunta de Emergencias Ambientales, enviado al Perú por las Naciones Unidas para apoyarnos en el desastre petrolero, confirma con lenguaje técnico que la actuación del Gobierno, en su conjunto, frente al desafío del derrame petrolero, fue otra desgracia. El actual ministro del Ambiente, científico de trayectoria respetada (cosa que no puede decirse de otros miembros del gabinete), debe cambiar con decisión la inercia gubernamental frente a Repsol.

No se debe permitir que Repsol, una empresa que actúa frente a los peruanos con la desfachatez que le facilitan las autoridades, se salga con la suya y quede prácticamente impune después del crimen ambiental cometido. Crimen que sin duda se veía venir, como lo demuestra, por poner un solo ejemplo, el extremo desgaste que muestra la tubería extraída de la zona de desastre, revelador de culpa en el mantenimiento de instalaciones cuyo descuido no tiene excusa posible.

Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°577, del 11/03/2022   p14

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