Perú: ¿Estamos en riesgo de una estanflación?

Pedro Francke

Hay gran preocupación en el mundo por este fenómeno económico conocido como “estanflación”, que indica la ocurrencia simultánea de dos problemas, alta inflación y recesión, es decir, fuerte alza de precios y caída en la producción y el empleo. En la macroeconomía es la peor situación posible. No nos encontramos a nivel mundial en una situación así en más de cuarenta años, desde la segunda mitad de la década de 1970, cuando se desató una estanflación a partir de una fuerte alza de precio del petróleo.

¿Por qué la estanflación es tan inusual en el mundo? La ciencia económica, sobre todo a partir del estudio de los países de capitalismo avanzado, ha encontrado que cuando hay una recesión aumenta el desempleo, ya que al producirse menos las empresas requieren menos personal. Con alto desempleo, la necesidad obliga a la gente a aceptar salarios más bajos y a no presionar por aumentos de sueldos, y de esa manera los costos empresariales se reducen o congelan. Mediante ese mecanismo, una recesión suele llevar a que la inflación, es decir las alzas de precios, se contengan. Es lo que normalmente sucede: cuando hay una recesión la inflación cede. Es lo que ha pasado por más de cuatro décadas ininterrumpidamente.

Conociendo esta regularidad, los bancos centrales del mundo han regulado el ciclo económico en las últimas décadas de manera bastante exitosa, evitando llegar al extremo de provocar una recesión. Lo que hacen es que, cuando hay señales de que la demanda es excesiva y la inflación podría empezar a desbocarse, pisan el freno subiendo las tasas de interés. Eso reduce las inversiones y construcciones y baja la demanda, tras lo cual las empresas reducen su ritmo productivo y de empleo, y así evitan una espiral de alzas de precios. De esta manera, salvo excepciones como Venezuela, Turquía o Argentina, las inflaciones altas pasaron a ser poco comunes las últimas décadas. En el Perú llevábamos casi tres décadas de inflación baja. Que la inflación fuera pequeña parecía ser algo muy firmemente establecido en el capitalismo contemporáneo.

TODO LO SÓLIDO SE DESVANECE EN EL AIRE

Los últimos meses la inflación ha saltado abruptamente. Estados Unidos tiene una inflación anual de 8,5 por ciento y Alemania 7,3 por ciento, el mayor nivel en cuarenta años en ambos países. La gran pregunta es: ¿la inflación que vivimos hoy es solamente algo temporal o hay riesgo de que tienda a convertirse en algo más duradero? La situación de Europa y la de Estados Unidos al respecto son claramente distintas.

En Europa están viviendo un periodo de alta inflación cuya responsabilidad principal es el alza de precios internacionales de los alimentos y los combustibles y el corte de cadenas de suministro, lo que ha sucedido con la reactivación pospandemia y que se ha agravado por la guerra de Rusia contra Ucrania. Es claramente una inflación “de oferta”, siendo ellos muy dependientes del mercado mundial y en particular de Rusia y Ucrania en estos mercados claves. No es un problema de exceso de demanda: Europa apenas estaba terminando de recuperarse de la crisis financiera de 2009 cuando llegó la pandemia y no ha tenido ni un fuerte repunte del crecimiento ni una contratación laboral muy dinámica que obligue a subir salarios. Por ello, el diagnóstico predominante es que la inflación es temporal y en consecuencia el banco central europeo no está apurándose a elevar las tasas de interés. Aun así los países europeos podrían tener bajo crecimiento los próximos años. El alza de precios de combustibles genera una inflación que afectará la demanda, mientras que una posible escasez energética y la interrupción de cadenas de abastecimiento generadas por la pospandemia, la guerra y las sanciones a Rusia dificultan la producción en algunos sectores. Algo cercano a una estanflación, pero –esperamos– de corta duración.

En Estados Unidos, en cambio, el alza de la inflación no es principalmente por factores de oferta. Ellos tienen una fuerte soberanía energética y alimentaria y en esos rubros dependen menos del mercado internacional. La inflación norteamericana parece deberse más al fuerte estímulo monetario y fiscal de los últimos años, que ha impulsado sobremanera la demanda, junto al hecho de que tras la pandemia una proporción mayor de gente adulta no quiere regresar a trabajar, en un contexto en el que se han ido cerrando las puertas a los inmigrantes. La consecuencia es que diversos sectores empresariales que quieren expandir sus operaciones han venido teniendo dificultades en encontrar trabajadores, viéndose obligados a ofrecer mayores salarios, lo que empuja los costos y precios al alza. Las casas y los departamentos han subido fuerte de precio tras la pandemia, ya que la demanda ha dado un salto significativo y la reactivación del sector construcción no la alcanza.

Frente a esta situación, la reacción del banco central estadounidense, llamado la “Reserva Federal” o Fed, es subir las tasas de interés. Hace poco subieron un poco esta tasa de interés de referencia, pero sigue siendo mínima, está entre 0,25% y 0,5% anual. Pero este miércoles próximo es muy probable que la suban hasta 1 por ciento y a fin de año llegaría a 3 por ciento, un nivel que no tiene hace catorce años, desde la crisis financiera de 2008/2009. El debate actual entre los macroeconomistas en Estados Unidos es si la presión inflacionaria ya registrada hace que la respuesta de la Fed llegue demasiado tarde y será necesario un alza fuerte de las tasas de interés (entre 1978 y 1982 Paul Volcker las mantuvo entre 16 y 20 por ciento anual, así que estas tasas pueden ser MUY altas) lo que provocaría una recesión, como mantienen Larry Summers y Nouriel Roubini. Pero hay otra opinión que sostiene que es posible un “aterrizaje suave”, con un alza menor de tasas de interés y una reducción del crecimiento sin recesión que logre controlar la inflación, como piensa el premio nobel Paul Krugman.

CÓMO QUEDA EL PERÚ CON TODO ESTO

El movimiento financiero mundial se produce en dólares y por eso quien marca el paso en este mercado es la Reserva Federal norteamericana. Los bancos centrales de Europa, Japón y China influyen, pero no son decisivos. El cambio de política monetaria de la Fed con el alza de sus tasas de interés al 3 por ciento tendrá un efecto tremendo en todo el mundo.

Lo que sabemos de anteriores momentos en los cuales la Fed ha pasado a una política de restringir y encarecer el crédito es que ese cambio produce un giro en el movimiento internacional de capitales, es decir, en cómo el dinero, los créditos y las inversiones financieras fluyen alrededor del globo. Cuando las tasas de interés suben en Estados Unidos, a los inversionistas y especuladores financieros internacionales ese país les resulta más atractivo –y eso es lógico, ya que pasan a pagarles más por el dinero–. Como ellos mueven su dinero alrededor del mundo, giran a poner más plata en Estados Unidos y menos en el resto del mundo, sea Europa, Asia o Latinoamérica (China se mueve diferenciadamente). No es el único factor, desde luego, para que el dinero vaya o no a países específicos, y diversos elementos influyen en cómo los inversionistas ven oportunidades y riesgos en distintas localidades. Por ejemplo, los países exportadores de materias primas en general tienen ahora mejores condiciones económicas ante el alza de sus precios y por eso pueden verse como menos riesgosos –si tienen una base de gobernabilidad–.

Habiendo varios otros factores importantes, este es uno que tiene mucha fuerza: las condiciones del mercado financiero internacional. Los vientos que se vienen son en contra de nuestra macroeconomía, presionando a que tengamos menos crédito internacional y este sea más caro, a que vengan menos inversiones financieras y a un tipo de cambio (precio del dólar) al alza. Pero esos vientos pueden ser confrontados, al menos parcialmente, por la política económica. Nuestro Banco Central tiene muchas reservas internacionales, más de 77 mil millones de dólares de su propiedad, que puede usar para hacer frente a estos vientos en contra, algo particularmente importante porque un encarecimiento del dólar agrava la inflación que ya golpea a las familias peruanas.

¿Estamos en riesgo de estanflación en Perú? Claro que sí. La inflación ya la tenemos acá y, como el rubro que más sube son alimentos y combustibles, los más pobres son los más golpeados, mientras las grandes mineras se están beneficiando extraordinariamente porque el cobre también ha subido de precio. Las medidas tomadas por el gobierno y el Congreso son muy poco eficaces al respecto. Por otro lado, el crecimiento económico estuvo impulsado el año pasado por una política económica que mediante bonos, empleo temporal y más inversión pública promovió una demanda interna creciente. Gracias a eso crecimos 13,3 por ciento. Pero las familias ahora están afectadas por el alza de precios: quien no consigue parar la olla y pagar sus servicios no va a comerse un pollo a la brasa, renovar su ropa o pagarse una salidita de fin de semana, y sin esas compras no hay ventas y las microempresas se ven afectadas.

La situación económica es muy delicada ante los cambios en la economía mundial. Lo peor es que no faltan sectores oligárquicos que controlan grandes empresas que prefieran apostar a que la situación de las familias empeore para así lograr su objetivo de tirarse abajo al gobierno. Ya López Aliaga dijo en televisión que hubiera querido que el dólar llegue hasta 6 soles para lograr ese efecto y la derecha se opone tenazmente a que se otorgue la ayuda económica masiva que los hogares populares necesitan. No les importa ni el futuro del Perú ni el hambre del pueblo. Desalmados.

Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°583, del 29/04/2022   p19

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