Perú: En espiral

Indira Huillca

Hace un mes, afirmamos en este espacio que el electorado que le dio el triunfo a Pedro Castillo en 2021 se había quedado sin gobierno y sin bancada. Sin gobierno, porque, en un año en el poder, el presidente nunca puso entre sus prioridades los cambios ofrecidos al pueblo (reforma agraria, reforma tributaria, asamblea constituyente). Y sin bancada, no tanto por la división de las y los congresistas, sino por las iniciativas y votos que estos han presentado en la legislatura pasada, con proyectos de ley que los alejaron de los intereses de las mayorías y los acercaron a la agenda de la derecha cavernícola presente en el Congreso.

Cumplido un año de gobierno, Castillo parece instalado (quizá definitivamente) en el “más de lo mismo” que vive la política peruana desde 2016: confrontaciones estériles, destapes de corrupción y maniobras de sobrevivencia. Ni el ataque permanente de sus opositores en los medios y en el Parlamento, ni la participación del Ministerio Público en el conflicto de poderes alcanzan ya como explicación de las ideas y vueltas de las últimas semanas.

Si hasta ahora la legitimidad del Gobierno intentaba ser puesta en duda por quienes gritaban fraude (sin pruebas), ahora es el propio Castillo el que contribuye aceleradamente a mellar su legitimidad: el presidente del Consejo de Ministros renuncia, pero no se acepta su renuncia y sigue en funciones; el abogado del presidente se despide, pero el mismo día se reincorpora al equipo legal; el presidente habla de “una agenda que ha puesto el pueblo”, pero solo busca a las organizaciones del pueblo un año después, rodeado de seis investigaciones fiscales.

De hecho, el respaldo que algunos sectores le brindan al presidente hoy, más que fortalecerlo, lo coloca en una situación más frágil, pues sin logros concretos le será cada vez más difícil realizar demostraciones como la de esta semana en Palacio de Gobierno. Al respecto, tiene que considerarse que las organizaciones ronderas y campesinas que le acompañaron exigen nada menos que una nueva Constitución, algo bastante lejano de los intereses y capacidades de un gobierno sin iniciativa.

En esta espiral, es cierto, el presidente no está solo. El deterioro es general. La Mesa Directiva del Congreso 2022-2023, que fue resultado de una gran fragmentación (cuatro listas), alianzas “sorprendentes” y negociaciones al filo, fue completada con una votación irregular cuando uno de sus integrantes originales (W. Elera) fue sentenciado por colusión agravada (su reemplazante es un congresista que sostiene que la Ley 30364 para prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres es usada “con fines ideológicos” para “promover división en desmedro de los hombres”).

Ante este escenario, las propuestas de salida política que han circulado hasta ahora (adelantar elecciones, vacancia, modificar las causales para inhabilitar al presidente) están limitadas a la continuidad de Castillo en el poder. No se mira más allá y, por supuesto, carecen de legitimidad y son inviables, pues los votos dependen de congresistas que han demostrado una y otra vez que no tienen el interés de darle cierre a este decadente ciclo. En las últimas semanas, agotada la vía parlamentaria, incluso se ha lanzado una “nueva idea”: la “suspensión judicial” contra el presidente, por la cual se pretende que la fiscal de la nación remueva de su cargo a Castillo. Un uso político del sistema jurídico que a estas alturas acrecentará la sensación de ilegitimidad del poder. Y es que, más allá de algunas figuras o redes avalando tal o cual fórmula, ninguna de estas salidas cuenta con protagonismo popular. Y a nadie parece importarle.

https://larepublica.pe/opinion/2022/08/14/en-espiral-por-indira-huilca/

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