La coronación de Carlos III

Isaac Bigio

El sábado 6 de mayo Carlos III y su esposa Camila fueron coronados. Ambos van a ser monarcas del Reino Unido (compuesto por cuatro naciones), además de otros 14 países independientes en las Américas y Oceanía y de otras 14 dependencias ultramarinas esparcidas en los cinco océanos y continentes. Sus dominios congregan a un sexto de la superficie terrestre y superan a los de Rusia, la república más extensa.

Feudalismo con democracia

En pleno tercer milenio tenemos a un jefe de Estado que llega al trono en Londres y que va a regentar a naciones a las que pueda que nunca vaya a visitar como tal. Mientras todas las monarquías solo son reconocidas en sus naciones de origen, la británica es la única en tener un carácter supranacional. El nuevo rey es cabeza, además, de la Mancomunidad Británica de Naciones, conformada por 54 países, número que es la cuarta parte de las naciones que conforman la ONU.

Si bien se suele acusar a los emires y sultanes musulmanes de ser teocráticos y siendo cierto que los sauditas obligan a todos a rezar cinco veces diarias a Alá, ninguno de ellos se proclama como gobernador de su culto. Uno de los títulos que Carlos III tiene es el de gobernador de la Iglesia de Inglaterra, el mayor componente del anglicanismo, la principal denominación cristiana occidental después de la católica. En la cámara alta británica hay unos 800 lores que han sido designados por la corona, incluyendo unos 25 obispos anglicanos.

Más allá de la pompa y los rituales de corte feudal, Carlos III seguirá siendo la figura que ha de aparecer en todos los billetes, monedas y estampillas emitidas en Inglaterra y será mandatario real en naciones tan extensas como Canadá (la segunda en área del planeta y la mayor de Occidente) o Australia (un país-continente).

Los críticos de la monarquía aducen que esta es una institución arcaica que genera demasiados gastos públicos y exoneraciones tributarias, que fomenta la desigualdad social y que es incompatible con una democracia donde la jefatura del Estado y toda la cámara alta debieran ser electas mediante sufragio universal y directo.

Los monárquicos (que incluyen a todos los partidos de la isla británica, incluyendo a laboristas, verdes y separatistas de Gales y Escocia) aducen que durante los 316 años de existencia del Reino Unido la monarquía ha garantizado estabilidad y continuidad, y ha evitado cualquier clase de guerra civil o golpe de Estado. La excepción a ello es la violencia centrada en la adyacente isla irlandesa, la cual libró una guerra separatista hace un siglo y cuya provincia del norte (que fue anexada al Reino Unido en 1921) padeció grandes episodios de conmoción y terror durante el último tercio del siglo XX.

Estado de bienestar

Todas las monarquías del Mar del Norte (británica, holandesa, belga, luxemburguesa, danesa, sueca y noruega) comparten el hecho de que preservan a antiguas casas reales e instituciones medievales, pero se han modernizado adoptando una democracia multipartidaria muy influida por concesiones a los trabajadores y beneficios sociales y laborales (en gran parte conquistados gracias a la cohabitación con fuertes sindicatos y gobiernos socialdemócratas que se alternan en el poder).

El monarquismo constitucional británico no es tan inofensivo o simbólico que se diga. La corona sí tiene derecho a iniciar una guerra (e incluso a apretar el botón nuclear) sin consultar al parlamento y también puede remover a un jefe de Gobierno. Esta última prerrogativa sí la ejerció una vez Elizabeth II durante sus 70 años en el trono. En 1975 ella, a través de su gobernador, sacó del poder al primer ministro australiano izquierdista Gough Whitlam.

Esto último impulsó una ola de republicanismo en dicha nación-continente. Sin embargo, en 1999 se dio un referéndum en Australia para ver si se seguía aceptando a la corona británica, siendo el resultado un 55% a favor y un 45% en contra.

Un factor importante en esa decisión fue el tour de la carismática princesa Diana, quien entonces era la esposa que hacía sombra a Carlos. El hecho de que los Windsor sean la familia más fotografiada y comentada de la historia universal los ha transformado en una telenovela permanente de escala planetaria.

Hay muchos chismes que terminan debilitando su imagen (como las relaciones extramaritales que tuvieron Camila, Diana y Carlos, así como la que ahora mantiene su sucesor William o las acusaciones de depredador sexual que tiene Andrew). No obstante, el solo hecho de estar siempre en la boca de todos quizá explique que sea fácil acostumbrarse a sus miserias familiares y hasta que los republicanos estadounidenses sientan tanta simpatía por los Windsor.

Cuestionamientos

Solamente por haber decretado un feriado especial, la economía británica ha perdido –según el “Daily Mirror”– casi USD 3 mil millones mientras diversos países llaman a que les devuelvan algunas de las piedras preciosas que están en la corona. Si bien se han dado protestas republicanas en las calles, estas han sido relativamente menores en comparación con las que hay en España, donde hay países enteros en los que la mayoría rechaza a los borbones (como Cataluña o Euskadi) y hay un fuerte sentimiento antimonarquista como consecuencia de la guerra civil de 1936-39. El único movimiento republicano importante que hay en Reino Unido es el apoyado por poco menos de la mitad de los irlandeses del Norte.

Una gran diferencia entre las coronas de Londres y de Madrid es que la primera es capaz de negociar independencias y autonomías, mientras que la segunda no. Los efectos se ven en que mientras hay una Mancomunidad Británica de Naciones no hay una asociación de exdependencias españolas y que el referéndum por la independencia escocesa del 2014 se dio con total paz (lo opuesto al reprimido referendo catalán).

Carlos III podría aceptar la separación de Escocia, la cual, a cambio de mantener cierta estabilidad y continuidad, seguiría aceptando al trono londinense. Un problema que el monarca tiene es su falta de popularidad y su historia de escándalos, lo cual va a debilitar la capacidad que tuvo su madre para mantener en una sola pieza al Reino Unido.

Poco antes de que Elizabeth II falleciera, Carlos tuvo que ir a Barbados a participar en la ceremonia en la que esta isla caribeña pasó de ser un dominio de la corona británica a ser una república que elija a su propio presidente.

Otros países al sur de EE.UU., como Jamaica y Belice, vienen buscando ir en esa dirección, algo que también ha sido apoyado por el nuevo primer ministro laborista de Nueva Zelandia, Chris Hipkins, y por Australia.

Al ser coronado a la alta edad de 74 años, su periodo real ha de ser corto. Carlos III va a buscar concitar apoyo mostrando un amplio pluralismo político, social y religioso. Todo indica que el cuidado del medio ambiente será una de sus banderas favoritas.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 635 año 14, del 12/05/2023, p20

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